La agrupación musical tumaqueña no solo ha puesto a bailar a su público al son de la marimba, los bombos tradicionales del Pacífico y la fusión con el reggae, el rap y el hip-hop, también narran en sus letras la violencia, el abandono y las esperanzas de su territorio
Carolina Tejada
La región del Pacífico nariñense, o Pacífico del sur, tiene en su cultura local una tradición musical, una memoria ancestral muy enraizada con la herencia musical africana. Múltiples son las agrupaciones locales que desde esta herencia se han abierto camino para hacer vibrar al son de la marimba y los bombos a quienes tienen el placer de escucharla y “gozársela”.
Una de esas agrupaciones es Plu con Pla, de Tumaco. Su música no solo irradia con su sabor Pacífico, también hace abrir las mentes sobre la realidad del territorio, las letras de sus canciones son una combinación de los saberes tradicionales, hacen parte de una narrativa comprometida con sacar de la cotidianidad de su región, la violencia y el abandono que le han impuesto, son un compromiso con sus demandas, sus vivencias y sus esperanzas.
Plu con Pla, es todo eso bajo la marimba y los bombos tradicionales del Pacífico y la fusión con el reggae, el rap y el hip-hop. Su nombre, “Plu con Pla”, que pareciera ser una expresión africana, significa “plumuda con plátano”, un plato que se come en Tumaco y que consiste en un pescado, dicen ellos, muy barato que se encuentra en los mercados locales de allí, de la Perla del Pacífico. Una forma irreverente de nombrar una agrupación para romper con lo que tradicionalmente se concibe como lo “vulnerable”.
Musical para subvertir
Harol Tenorio Quiñones, es el artista que está al frente de la agrupación en la que hacen parte cinco jóvenes más y dos mujeres. Es el hijo mayor de Agustín Francisco Tenorio y Laylys Quiñones. Él considera como afrocolombiano que tiene sus raíces en su región; “intento aprender para llegar a ser un artista, ¡ojalá lo logre!” pero lo que lo ha hecho ser, según narra, “viene más desde mi familia. Hago parte una familia que está dedicaba al trabajo de investigar, crear y compartir las tradiciones artísticas culturales de los afrodescendientes del Pacífico Sur de Colombia. Desde pequeño me he movió en ese mundo con mi papá, mi mamá, mis tíos, mis hermanos, con maestros sabedores, el que hace danza, que saben de tradición musical, de partería, de espiritualidad. Así crecí”.
No se acuerda desde cuando llegó a la música, porque siempre tuvo el privilegio de estar en contacto con los instrumentos y quienes tienen la información de las tradiciones musicales. Por su casa circularon los maestros de la zonas rural y urbana del Pacifico, constructores de instrumentos a los que mucha gente de fuera del país, buscaba para, desde distintos campos, socializar, comprar instrumentos o aprender de la sapiencia familiar.
Afirma que la vida y la creación artística en Tumaco es darse la pela en favor de lo colectivo, para que se escuchen otras voces y que se sepa que hay otras formas de vivir el territorio. “Que todos los estudiantes, la gente, los jóvenes tengan la oportunidad de aprender este conocimiento, ponerlo al servicio de la comunidad, que aún sigue siendo relegado. En mi caso particular ha sido un privilegio, porque la mayoría de la gente tumaqueña no tienen acceso” refiriéndose a la ausencia de escuelas para la formación musical.
La diáspora
Desde muy pequeño, recuerda él, su pasión era la danza tradicional del Pacífico sur. Dirigía en su colegio y en algunas veredas grupos de danzas y al pasar a la universidad, gracias al programa de “oportunidades para el talento nacional de la Universidad de los Andes”, se le abrieron otros horizontes. En la universidad intentaba participar de los procesos artísticos, pero era difícil; “acá tenemos la libertar de reunirnos cuando queramos, allá no, está el problema del transporte, que alquilar las salas, que el ruido”.
En un encuentro con el maestro Rafael Palacios, “quien me aproximó a la danza africana contemporánea, aprendí a abrir más mi identidad. Yo ya venía enfocado en la tradición y la conservación, más con la línea de mi familia, pero con el maestro me abrí, ya no solo a lo tumaqueño, sino a todo el Pacífico, a Sur América, África, a la diáspora, al arte de la diáspora”.
Con el maestro viajó y aprendió, bajo su método de enseñanza; la escuela Mudra “gesto ritual” fundada en Senegal como encargo del presidente Léopold Sédar, en 1977, con el objetivo de que el lenguaje de la danza hablara de los sentimientos y de la contemporaneidad africana.
También lo hizo en un laboratorio artístico en Burkina Faso y en sus estudios de posgrado de musicología en Francia, en donde aprendió de instrumentos africanos y en donde vivió por un tiempo haciendo sandwich en un Subway, pero al que no quiso regresar luego de unas vacaciones en Tumaco. “No quería seguir viviendo en una ciudad en donde tuviera que estar enfrentado a micro racismos, a una ciudad fría. Entonces mi vine a mi Tumaco” cuenta.
Recuerda que “Cuando me vine, me traje todos mis instrumentos y vi que la gente no había parado de producir, habían crecido”. Hace varios años empezó, al lado de su familia, una escuela experimental de música que inició improvisando “y cuando nos dimos cuenta estábamos investigando y produciendo. La gente se subía a los ensayos a escucharnos”. En medio de esa forma experimental con la música, surgió la idea de Plu con Pla.
Quienes los empezaron a escuchar les propusieron participar en las versiones libres del Petronio Álvarez, “y nos presentamos, pero no pasamos, aunque quedamos muy motivados y en el 2017 nos volvimos a presentar, ya estábamos más preparados y pasamos con 100 puntos de 100. Era una expectativa grandísima y obtuvimos el tercer lugar”.
Revisemos la historia
La creación musical ha volado, la calidad ha crecido y según Harold, no se puede hacer música sin dejar de mirar lo que ocurre al lado. Las letras de las canciones las compone él, “se le proponen al grupo y entre todos se mejoran”. Esas letras hablan de la realidad del Pacífico.
Desde su apreciación, “no estamos tan vulnerables como muchos jóvenes, porque al estar en una familia que se ha dedicado al arte, estamos protegidos, pero estamos al tanto de todo lo que pasa en la comunidad, y vemos que no se pueden defender, no tienen redes de apoyo y queremos decir a través de la música eso, a través de la tradición musical y desde estos otros ritmos que nos permiten conectarnos con las nuevas generaciones. Esa es la cuestión, no es quejarnos, es que no existen los medios para que el país se entere de cómo se vive en las regiones”.
Lo primero que quieren decir, explica Harold, “es ¡ey!, miren lo que está pasando. Y segundo, buscar la transformación, que los jóvenes sepan que todo lo que estamos viviendo no es normal. Que sepan que en Colombia no es “sin tetas no hay paraíso”, y si no existen los medios pues nosotros si lo vamos a construir. Y así como decimos en la última canción, si los ofendemos porque les tocamos sus emblemas, lo sentimos, nosotros también estamos tocados con lo que está pasando aquí”. Vos sabés, es uno de esos temas que le hablan directo al país:
“No vives aquí no sientes temor
Tú no sabes qué es vivir en el horror
Que fácil te resulta opinar y decidir
cuando no son tus hijos los que van a morir
Seguí mirando desde la barrera
A la distancia que todo suceda”
Expresa: “A nosotros no nos pueden condicionar a vivir en el pasado, a vivir en la violencia o a quedarnos callados. Tenemos que exigir para que nos garanticen los derechos para todos. Por eso nos metimos con el himno nacional” el himno con la versión de Plu con Pla, sonó en algunos medios nacionales el 20 de julio, con arreglos en su letra critican la comodidad de la gente e incluso de los artistas que no le importa la causa de su propio país, dice Harold; “¿cómo va a decir el himno que cesó la horrible noche si aquí no ha parado la matanza?” Su última composición musical, “una oración” está dedicada a las comunidades indígenas de la región.