sábado, febrero 8, 2025
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Una serie con tedio anunciado

Todos los clásicos literarios se parecen unos a otros en su capacidad de reinventarse generación tras generación; cada clásico tiene sus dificultades propias de adaptación al llevarlo a la pantalla. La novela no fue una excepción

Juan Guillermo Ramírez

La historia comienza en la Colombia rural de principios del siglo XIX, cuando Buendía padre se casa con su prima, Úrsula Iguarán y la encuentra atada a un cinturón de castidad por su madre, convencida de que la pareja engendrará hijos con cola de cerdo.

Burlado por un rival por la falta de consumación matrimonial, Buendía lo mata y se va con Úrsula y un grupo de amigos a fundar un nuevo hogar. Apuntan a la costa, pero tienen que conformarse, decepcionantemente, con un pantano, donde construyen Macondo, un pueblo ficticio que encarnará la amplitud y la circularidad de la historia latinoamericana.

Todos los clásicos literarios se parecen unos a otros en su capacidad de reinventarse generación tras generación; cada clásico tiene sus dificultades propias de adaptación al llevarlo a la pantalla. La novela no fue una excepción.

Macondo está ubicado en el Caribe colombiano. Una adaptación respetuosa debe cuidar detalles locales, como la cultura y el habla costeña, y traducirlos a una dimensión más universal para un público global, como logra la novela. De lo contrario, la serie fracasa como lo hicieron las adaptaciones de sus libros Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera.

Adaptada por escritores como José Rivera, nominado al Oscar por Diarios de motocicleta, la serie está interpretada por un elenco masivo, del cual el 70 por ciento son no profesionales. El más destacado es Moreno Borja como Melquiades, el gitano Svengali que le muestra a Buendía las maravillas de los imanes, el hielo y la alquimia.

La adaptación de Netflix

El espectáculo luce magnífico, con diseño de producción de Eugenio Caballero y Barbara Enriquez, quienes trabajaron en la película Roma de Alfonso Cuarón. Hay escenas de pueblos iluminados con antorchas, paisajes andinos brumosos, un río cubierto de flores amarillas, un barco varado en la jungla al estilo Fitzcarraldo de Herzog. Ver en lugar de leer también hace que sea más fácil distinguir a todos esos José Arcadio Buendías.

La polémica no es especular sobre la calidad de la serie -una adaptación fiel de esta novela es tan imposible como innecesaria-, sino ver cómo la distribución global de la serie en más de 190 países puede dar un nuevo impulso a las historias de Macondo y la familia Buendía.

Así lo sugieren los millones de espectadores de la serie Narcos y el largometraje Roma. La epopeya televisiva de realismo mágico es hermosa pero letárgica. La adaptación de Netflix es visualmente impactante, pero carece de la vitalidad y energía de la novela. Menos lograda es la forma en que el realismo mágico, esa mezcla despreocupada de lo cotidiano y lo sobrenatural, se traslada a la pantalla.

Hay algunos momentos sorprendentes, como cuando José Arcadio y Úrsula son perseguidos por el espectro del hombre que él mató, que incluso aparece dentro de su mosquitero. Por lo demás, la parte más sobrenatural es el sexo, que está filmado como porno blando. Los implantes de silicona parecen haber llegado a la Colombia del siglo XIX. El problema principal, sin embargo, es una sensación más amplia de letargo. Si bien el libro está repleto de vida, esta parece alargada. A riesgo de estar en desacuerdo con un premio Nobel, tal vez una película épica hubiera transmitido mejor esa abundancia.

Los tiempos

Una saga familiar es el material perfecto para los tiempos que corren. Todos los géneros practican esta construcción a través de generaciones con enormes resultados desde hace años.

Si los realizadores de la serie fueran imprudentes, podrían hacer cinco temporadas. Pero no existe tal riesgo acá, solo serán dieciséis episodios en total. Estrenados en dos partes, para que al estrenar la segunda solo queden los admiradores de García Márquez. ¿Quién más podría seguir viendo semejante fuente de bostezos?

Cuando se trata de trasladar un texto respetado y conocido, las dos opciones principales son respetarlo con terror a no ser aceptado por los admiradores, o crear una nueva obra que vuele por los aires el libro que ha inspirado dicha adaptación.

Lo segundo es un riesgo que Netflix no podría tomar, aunque fuera fundado de nuevo, jamás se atreverían a sorprender a ese estudio de mercado que los llevó a convertir al libro en una larga miniserie. Si hubieran arriesgado, hoy todos estarían insultándolos y nadie apoyándolos, así que tomaron la única decisión posible para los mediocres.

Un reto para adaptar la novela es cómo contar la historia. Se entremezclan el tiempo lineal con el tiempo cíclico. La escasez de diálogo en la serie es uno de los obstáculos técnicos más complejos para su adaptación. Los diálogos apenas abarcan el cinco por ciento de la extensión total del libro. Además, los personajes rara vez intercambian más de tres frases seguidas. Lo que abundan son frases solemnes y memorables que están inmersas en páginas y páginas de narración.

¿Cómo se cuenta la historia? En la novela se entremezclan el tiempo lineal, desde la fundación de Macondo hasta su desaparición, con el tiempo cíclico, se repiten los nombres de los personajes y también sus tragedias.

Sensaciones imposibles en la pantalla

Además de su inconfundible prosa poética y realismo mágico, la novela es una obra sensorial. ¿Cómo llevar a la pantalla docenas de olores, como la fragancia que atormentaba a los hombres seducidos por Remedios, la bella, de sabores, como el gusto de la sustancia que liberó a los habitantes de Macondo de la peste del insomnio, o texturas, como cuando Aureliano Buendía tocó el hielo?

Respetuosa, fiel a las palabras escritas por García Márquez: cada coma, cada descripción, la novela es más una transcripción audiovisual de la novela que una obra con identidad propia. De todos modos, así como está, podrá ser una serie accesible y correcta que cumple la función de no arruinar el texto para futuras generaciones, pero será difícil considerarla como una producción artística separada y con vida propia.

Será seguramente un digno acompañamiento, un ad hoc, una fastuosa anécdota para un libro que seguirá construyendo su mitología más allá de su existencia. Esa idea de Macondo como invención fuera del tiempo y del espacio (El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo) es la base de lo que sigue, que serán los devenires de los hijos de la pareja, los propios, los adoptivos y los que no son ni una cosa ni la otra, todos con sus diferentes personalidades, sus romances, rupturas, peleas, misteriosas desapariciones y extraños hábitos.

Ocho episodios de tedio

Cada episodio de la serie se corresponde, salvo excepciones y con algunas alteraciones puntuales, con un capítulo de la novela. Y por lo general se organizan a partir de la voz en off, que cita textualmente la prosa de García Márquez y da por iniciado cada episodio o situación llamativa: un viento, una llegada a la casa, una «peste», una muerte, que atraviesan los miembros de la familia Buendía y otros habitantes de la cada vez más caótica y poblada Macondo, que alguna vez fue una aldea donde nadie era mayor de 30 años y nadie había muerto.

A la voz le siguen los hechos, que suelen ser respetuosas traducciones audiovisuales de lo que la novela narra, poniendo muchas veces en diálogos entre personajes algunas situaciones que el escritor resolvía con otros modales propios de la literatura.

La fidelidad es irreprochable, pero tiene los límites de la imaginación de los creadores y de lo que esa visualización puede o no aportar al mundo que los lectores se hicieron en sus cabezas al leer la novela.

No hay un alma ni una voz detrás, y eso hace que desbarranque desde la primera secuencia y no haya forma de que vuelva a enderezarse. La serie se ha transformado en ocho episodios de tedio. Al estar hecha en la era del streaming hay algo que puede permitirles a todos dormir en paz: Pasará al olvido.

No se trata del evento que podría haber sido si se hubiera hecho en la época de la televisión abierta o el cable. No parece tener destino de clásico y se nota. A diferencia de la novela, no generará un culto de prestigio y adoración a su alrededor.

Otras dificultades

Pero no todo en la novela son dificultades para su adaptación. García Márquez usó numerosas técnicas y trucos cinematográficos al escribirla. Y lo hizo desde la primera página; el momento en que el coronel Aureliano Buendía está frente al pelotón de fusilamiento termina en una suerte de flashback o retrospectiva: cuando en su niñez conoció el hielo y Macondo era solo una pequeña aldea.

El realismo mágico latinoamericano tan elogiado y amado es lo que le ha dado a esta historia una parte de su mística. Sin embargo, y como ocurre con las desaforadas producciones de la India, cuando Netflix adapta, busca el público del planeta, por lo que va quitándole todo aquello que pueda ser extremo o difícil. Si les interesara la identidad, la respetarían.

La miniserie se ve demasiado pobre en ese aspecto y solo consigue pantallazos que evocan las imágenes más conocidas por todos. Desde el capítulo uno al capítulo ocho, cada episodio sorprende menos que el anterior y lo que podría ser encantador se vuelve repetitivo en un mal sentido. Casi una Colombia para turistas, exótica, mágica, brutal, primitiva.

El contenido político aparece con todas las reglas y los lugares comunes que hoy se ven viejos y simplistas. La lírica del autor, su forma de escribir, no encuentra un equivalente visual que le aporte una estética definida a la serie.

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