El internacionalista, profesor de la Universidad del Rosario, director del programa “El calentao” en RTVC y colaborador de VOZ, reflexionó sobre el acoso en su contra, el proceso venezolano y los límites del marco liberal
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
Los últimos días han sido difíciles para ti por una campaña de acoso por una publicación que hiciste en la red social X que muchos consideraron desafortunada. ¿Cómo has vivido estos últimos días con esta situación?
Con mucho desconcierto y muchas sorpresas. Eso retrata fielmente lo que somos como sociedad y lo que ha pasado en el último tiempo y es que, primero, somos una sociedad que no confronta con argumentos, que reemplazó el debate por los señalamientos. Dos, somos una sociedad intolerante con las ideas ajenas, y tres, una sociedad que vive de estereotipos. Admiras a alguien, por ende, eres terrorista, asesino o simpatizante del autoritarismo. Estoy decepcionado, pero con ánimos de aprovechar esta coyuntura desfavorable para hacer un ejercicio pedagógico de pluralidad.
Venezuela
La idea de esta conversación es justamente esa y por eso quería invitarte a que conversáramos sobre Venezuela, que es justamente el motivo a partir del cual tú hiciste esta publicación en X y que desató toda esta situación.
Hay mucho desconocimiento sobre el proceso venezolano. Todo el mundo cree que en Venezuela todo lo decide Maduro y en realidad lo que ha venido pasando es que el poder cada vez es más colegiado. Lo tiene el PSUV, magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, una Asamblea que hoy es mayoritariamente oficialista, el Consejo Nacional Electoral. Hay un establecimiento chavista que se ha fortalecido, pero cuyo poder colegiado los medios suelen ignorar y todo lo quieren encerrar en qué tan pugnaz eres con Maduro y dependiendo de ello te aceptan. Ante cualquier amago de negociación o de reconocimiento de que Maduro tiene el poder, te acusan de simpatía ideológica y eso imposibilita cualquier diálogo o análisis sobre el caso.
Autoritarismo vs. Democracia
Esa simplificación esconde la polaridad entre autoritarismo y democracia. Se nos dice que hay unas democracias consolidadas, mientras en Venezuela existe un régimen autoritario. La historia latinoamericana de las últimas décadas nos enseña que las aparentes democracias han tenido unos enormes déficits en bienestar social, derechos humanos o soberanía nacional y que otros regímenes tachados normalmente como autoritarios presentan, por ejemplo, unos indicadores sociales muy positivos y sus mandatarios tienen representatividad y popularidad. ¿Cómo ves esa dicotomía democracia buena-autoritarismo malo? ¿Tú crees que sigue vigente o admite matices?
Efectivamente la dicotomía democracia-autoritarismo es anacrónica, no nos dice mucho hoy de estos sistemas latinoamericanos. Hay democracias y luego democracias más cercanas a la consolidación. Por ejemplo, Uruguay se acerca a ese ideal o Brasil se acerca a ese ideal porque tiene, por ejemplo, capacidades de recuperación. Brasil se recuperó relativamente rápido de Bolsonaro, el bolsonarismo pasará la historia como un paréntesis pequeño. El trumpismo no. Brasil tiene una conciencia democrática, incluso más poderosa que la de Estados Unidos. Lo segundo es que en Colombia tenemos una distorsión muy grande respecto a esa profundidad de la democracia. Pensamos que nuestra democracia es muy profunda porque hay separación de poderes, lo cual efectivamente existe, pero me da risa que digan que en Venezuela no hay democracia porque inhabilitaron a María Corina Machado y se les olvide que aquí mataban a los candidatos de la izquierda. No los inhabilitaban, los mataban. Aquí exterminaron un partido. No hay que irse muy lejos en la historia cuando mataron a 80 pelados por estar en la calle protestando. Cuando opinan los colombianos o los políticos, desde la superioridad de la democracia colombiana, lo que uno se da cuenta es que somos muy inconscientes acerca de que en todos los procesos latinoamericanos hay imperfecciones. Yo creo que lo de Venezuela en esta coyuntura es más grave porque se ha afectado la alternación y eso al progresismo le duele mucho. Yo hubiera preferido, por ejemplo, que hubiera pasado lo de Brasil o lo de Argentina y eso le da un golpe de autoridad a la izquierda: salir un tiempo, entregar el poder y luego volver. Que no haya pasado en Venezuela es también por la oposición porque ha insistido siempre en la salida de facto. Siempre ha insistido en la intervención. Siempre ha salido a la fuerza y apenas hasta ahora está tratando de hacerlo por la vía electoral, entonces esa ausencia de alternación es para mí lo más grave del caso venezolano y habla de un sistema que efectivamente a mi juicio no puede considerarse como democrático.
Alternación, concepto liberal
El propio concepto de la alternación es un concepto liberal donde se proponen alternativas dentro del modelo existente, con diferencias de matices. En Venezuela hay una intención revolucionaria explícita y en ese sentido se han hecho las transformaciones de fondo que han rebasado los marcos de la democracia liberal. Esa intención de romper el paradigma liberal y avanzar hacia un sistema socialista a través de una vía democrática no encaja en la concepción liberal. ¿Por eso no sabemos dónde poner el proceso venezolano?
Sí y no. Entre 1998, cuando eligen a Chávez, y 2007, yo pensaría que sí. Hay un punto de inflexión en 2007, la gente en Venezuela va a las urnas y por un estrecho margen Chávez pierde el referendo. Es cuando se le pregunta a la gente si está de acuerdo con la adopción del socialismo, que era algo inédito. Ahí me parece que el chavismo vive un reencauzamiento donde termina aceptando la tesis de la alternación. Hay que aclarar que la alternación en democracia como atributo, no implica que haya alternación efectiva, implica que existe la posibilidad de alternación. Cuando hablo de alternación, hablo de que haya garantías para que en caso de que la gente vote por otra opción, exista esa posibilidad. Porque, además, lo que está en el ADN del chavismo es el constituyente primario: las megaelecciones de 1999, de 2000, el referéndum revocatorio que gana Chávez, por ejemplo. En la historia de América Latina, que un presidente diga “me someto a que, si la gente quiere que yo me vaya, yo me voy”, deja claro que es un proceso revolucionario con la gente como protagonista. La idea de Chávez de esta democracia protagónica era el gobierno desde la calle y eso implica cierto grado de alternación. Ahí la alternación es un atributo tanto liberal como de esta idea de democracia directa reivindicada desde 1999.
Movilización popular protagónica
En esta nueva etapa del proceso, lo cierto es que ha habido elecciones, la gente ha refrendado a sus gobernantes, ha habido índices de participación del 55%. ¿Hasta qué punto estamos menospreciando el protagonismo de la movilización popular? Y en esta ocasión, manifestaciones masivas que han sido ocultadas por los medios. Es decir, ¿hay allí un pueblo consciente? ¿O son unos borregos comprados y adulados?
Sí hay una movilización y me parece que mencionaste algo clave y es abril de 2002. La gran lección de 2002 es comunicacional y de movilización. El cálculo que hizo mucha gente fue el “golpe prosperó”, durante unas horas por los medios. Los medios transmitieron la imagen de un levantamiento popular y de gente que no quería a Chávez. De ahí nació la idea de Telesur. Lo segundo es la movilización. El chavismo ha trabajado estos años en unas conquistas democráticas y de redistribución. Hay un pueblo que se moviliza, pero es una lucha desigual en materia comunicacional. La información es escasa y es difícil conocerla, pero no sé qué tan masivo sea hoy, no sé qué tanto la gente se identifique con Maduro como en su momento lo hicieron con Chávez. Tengo mis dudas, pero sí hay una movilización constante que los medios no están mostrando.
Todo es Venezuela
A las personas de todo el mundo les llega determinada información a través de sus redes sociales y de Internet sobre Venezuela, que no es inocente y está perfectamente filtrada. Cualquier posición medianamente progresista es inmediatamente identificada con el “infierno venezolano”. ¿Cómo ves el rol que cumple Venezuela hoy en día en los discursos internos de los países?
Es la oportunidad de oro para que la extrema derecha lance una señal de advertencia respecto de otras izquierdas que quieren llegar al poder. Es jugar con Venezuela como pasó en su momento con Cuba, que generara división, que Cuba se volviera un tema regional, es decir, que a terceros les correspondía decidir lo que por autodeterminación le correspondía al pueblo cubano. Eso es lo que está pasando con Venezuela. Como te clasifican de acuerdo con la lectura que hagas sobre Venezuela, todos estamos jugando a ver quién pelea más con Maduro porque electoralmente es muy redituable. Mira a Milei, Bukele, Noboa en Ecuador. Yo creo que es una oportunidad de oro para una extrema derecha que venía muy mal porque ha fracasado donde ha gobernado.
El péndulo hacia la derecha
Sobre la extrema derecha, ¿cómo sientes la derechización en general del espectro ideológico, no solo latinoamericano sino global, al punto de que demandas mínimas de derechos sociales hoy son percibidas como subversivas? ¿Cuál crees que puede ser el papel, por ejemplo, de los medios públicos como RTVC o de los medios alternativos como VOZ frente a ese fenómeno?
Es una pelea muy desigual. No te explicas el Brexit, Trump o Meloni sin los medios de comunicación y las redes sociales. Hay una ventaja muy grande en términos de recursos, pero se tiene que dar la pelea en las categorías. “Ideología de género”: se inventaron un cuento que para mucha gente es tremendamente atractivo. Ahí hay una narrativa para desarmar porque es algo muy superficial, fácilmente rebatible. Antes había una derecha mucho más cosmopolita, formada. Esta es una derecha que vive de eslóganes que hacen sentir a la gente inteligente pero no dicen mucho. “Odio de clases”, por ejemplo, que se inventaron acá, el “neocomunismo”, el “castrochavismo”. Hay un montón de categorías que hay que empezar a confrontar porque la derecha no debate. Trump no debate, descalifica, agrede, vocifera. Milei no debate, llega a punta de polémicas, de cancioncitas pegajosas. Y lo segundo es el discurso antiderechos, que es muy atractivo hoy porque la democracia en ninguna de sus expresiones es eficiente.
Esa no es la promesa de la democracia. La promesa de la democracia es una distribución del poder para reivindicar el poder del pueblo. Y ese poder del pueblo puede ser dispendioso porque te puede llevar a discusiones eternas. Transformar desde abajo implica un proceso de 30 o 40 años. Es más efectiva una dictadura y el atractivo de la derecha es ese. Por ejemplo, Bukele, dice “vamos a meter a todos a la cárcel” y te manda una foto por internet de cientos de pandilleros sometidos y eso le hace sentir a la gente que “este tipo sí es capaz”. Prohibamos el matrimonio igualitario, se acabó. Penalicemos el aborto, se acabó el problema y todos los problemas relativos a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Ese fetiche por que las cosas se hagan de manera concreta y con mano dura es muy atractivo y ahí es donde, en general, los progresismos tienen que reivindicar lo deliberativo, que es dispendioso. Entonces esa perspectiva hay que renovarla en América Latina y en Europa igual. En Europa es culpa del centro, que se entregó porque era un centro socialdemócrata que hoy se parece más a la extrema derecha que a cualquier versión de la izquierda. Lo de Macron en Francia es una vergüenza. Que un tipo que se reivindica de centro diga que en Argelia no había identidad antes del proceso de colonización francés, te habla hasta qué punto la extrema derecha se tomó el centro y la socialdemocracia en Europa. Hay una lucha desigual, pero hay una resistencia desde abajo muy interesante. Mira lo que pasó en Francia con el Nuevo Frente Popular. Es una pelea que, aunque sea desigual, yo siento que la estamos ganando poco a poco.
A la ultraderecha golpista y a los paises que los dirigen y financian, no les interesa la democracia en Venezuela, y menos el bienestar de la sociedad. Su interés, por lo cual quieren tumbar como sea al Presidente Maduro, son las grandes reservas de petróleo, gas y oro.