lunes, octubre 7, 2024
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América Latina fracturada

Como en Yugoslavia, país atomizado tras la caída del muro de Berlín, en Venezuela las potencias han querido imponer un modelo de democracia made in USA

Ricardo Arenales

El alineamiento de al menos siete países de América Latina en torno al libreto de Washington, que sostiene que las elecciones en Venezuela fueron un fraude, junto con la resolución de la Organización de Estados Americanos, OEA, que exige la publicación de todas las actas del registro electoral, y el respaldo de esta postura por las principales potencias europeas, han contribuido a la fractura en la unidad latinoamericana. Además, iniciativas como la propuesta de repetir las elecciones, formar un Frente Nacional o promover un proceso de transición en el país bolivariano, han intensificado esta fragmentación.

El alineamiento de ciertos gobiernos de la región con las políticas del Departamento de Estado de los Estados Unidos en torno a un fraude, anunciado previamente por tanques de pensamiento de la ultraderecha en Miami, revela que el objetivo no era examinar los votos y las actas, sino más bien deslegitimar de antemano al gobierno de Nicolás Maduro y su aspiración de ser reelegido. Esta estrategia buscaba despejar el camino para el reapoderamiento del petróleo y otras riquezas naturales de Venezuela, la patria de Simón Bolívar.

Algunos estudiosos indican que este proceso se asemeja a la fractura producida en Yugoslavia tras la caída del muro de Berlín y el derrumbe del campo socialista. En ese momento, este país se atomizó en subregiones, hasta ahora antagónicas. Tanto en Yugoslavia como en Venezuela, las potencias han querido imponer un modelo de democracia ‘made in USA’.

Petición ilegal

El pasado 16 de agosto, la OEA votó una resolución relativa a las elecciones presidenciales en Venezuela. Solicita, al Consejo Nacional Electoral, CNE, que publique todos los detalles de las elecciones lo antes posible: las actas, los registros de votación. La legislación venezolana exige al CNE que anuncie los resultados en las 48 horas posteriores a la jornada electoral, los publique en los 30 días siguientes y publicar en forma tabulada los datos de los centros de votación.

La legislación no indica la publicación de lo que solicita la OEA, petición que va en contra de la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) de Venezuela. La OEA hace una exigencia a un país que no es miembro de ella. En Venezuela, el Tribunal Supremo de Justicia es la autoridad competente para resolver cualquier desacuerdo en el conteo de votos. Es lo que ha hecho.

Pero los aliados de Estados Unidos no reconocen esta autoridad. Esto, por demás, es una grosera intervención en los asuntos internos de una nación. No hay otro antecedente en el mundo en el que organismos exógenos reclamen de las autoridades de un país la publicación de sus registros electorales. Esta demanda, sustentada por varios gobiernos latinoamericanos, incluidos algunos de ‘izquierda’, ha fracturado la unidad latinoamericana.

Alineados con Washington

La política intervencionista contra Venezuela tiene otros filones. El presidente Nicolás Maduro denunció la intención de relanzar el nefasto Grupo de Lima por parte de siete naciones, con las que suspendió relaciones diplomáticas. Este grupo en el pasado posicionó como quinta columna a Juan Guaidó como ‘presidente interino’, un invento de Washington, para derrocar el proyecto bolivariano de cambios sociales en Venezuela.

Ahora, el ensayo se repite con María Corina Machado y Edmundo González. Los aliados de Washington ‘reconocen’ a este último como el ganador en las urnas. Es significativo que, en el caso de la resolución de la OEA, varios países con gobiernos aparentemente de izquierda se unan a Estados Unidos para aprobar la resolución; entre ellos, Brasil, Chile y Colombia.

El caso de Chile es significativo. El gobierno de Gabriel Boric, quien dice admirar a Salvador Allende, el presidente mártir asesinado en un golpe de Estado diseñado por Estados Unidos en 1973, se alinea con el Departamento de Estado en temas como la condena a Venezuela o el apoyo al régimen fascista de Ucrania.

López Obrador se aparta

Pero está también el caso de Brasil y Colombia, cuyos gobiernos han vacilado en el respaldo al proceso bolivariano. El gobierno de Lula, a última hora, aparece con una camaleónica posición en la que no reconoce el triunfo de Edmundo González, pero tampoco el de Maduro, a pesar de que tanto el Consejo Nacional Electoral como el Tribunal Supremo Justicia hicieron el reconteo de votos y ratificaron el veredicto de las urnas en favor de Maduro.

Esta actitud vacilante seguramente llevó a que, de los tres países que estaban intercediendo para buscar una solución negociada a la crisis en Venezuela ─Brasil, México y Colombia─, el presidente mexicano, Andrés Miguel López Obrador, se apartara del grupo. López Obrador optó por apoyar la única solución posible: la que el pueblo venezolano adopte en ejercicio de su soberanía y autodeterminación.

Tenemos pues, una izquierda que no sabe qué postura tomar en este caso. Ni el canciller de Brasil, Mauro Viera, ni el de Colombia, Luis Gilberto Murillo, son personas de izquierda; ni siquiera de centro izquierda. Ambos tienen estrecha vinculación con los círculos de poder de Estados Unidos, donde fueron embajadores.

Otro ingrediente que contribuye a fractura regional es el surgimiento de una línea de extrema derecha, actualmente representada por el gobierno de Javier Milei en Argentina. Mientras Venezuela refuerza una férrea intervención estatal para consolidar el crecimiento de la nación, el gobierno argentino apuesta por el libre mercado y el neoliberalismo. Estas visiones son dos líneas opuestas en las que se debate el futuro latinoamericano.

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1 COMENTARIO

  1. A la ultraderecha golpista y a los paises que los dirigen y financian, no les interesa la democracia en Venezuela, y menos el bienestar de la sociedad. Su interés, por lo cual quieren tumbar como sea al Presidente Maduro, son las grandes reservas de petróleo, gas y oro.

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