Jaime Caycedo
El VIII Congreso de la Unión Patriótica ha dado un paso importante hacia la unidad del Pacto Histórico. Hay discusiones necesarias, en un momento que llama a definiciones, en ausencia de una legislación electoral y de partidos, realmente democrática.
Hay decisión de trabajar afirmativamente por un proceso de nucleamiento de fuerzas como forma de contribuir a procesos que convergen en la lucha por un Proyecto democrático nacional transformador. Una parte sustantiva de las fuerzas que componen el Pacto Histórico se ha propuesto avanzar en esa dirección, sin cerrar puertas a una convergencia mayor, en el contexto de una política de Frente amplio como referente fundamental de perspectiva unitaria.
Los procedimientos para la integración de dicho proceso son parte de la discusión colectiva incluida en la ruta de las consultas territoriales que están en curso. Las corrientes identitarias históricas, concurrentes a la unidad deben conservar sus nombres, constructos teóricos, principios ideológicos y programáticos, los aportes organizativos a la experiencia común, dentro de los marcos estatutarios, de valores, éticos y de estructura democrática de la unidad. Nadie se une para desaparecer.
La batalla electoral es un compromiso político en nuevas condiciones. Hay que recuperar la confianza de la juventud, de los sectores medios urbanos, de la clase obrera, ganar el respaldo del campesinado beneficiario de la Reforma agraria, hay que mostrar la necesidad de las reformas sociales en el campo laboral, frente a la superexplotación y la precarización. El avance pensional, laboral, en salario mínimo, la gratuidad educativa, en redistribución de tierras, en economías populares, marca las líneas de arranque del programa social del Pacto Histórico en la lucha que sigue.
La fuente principal del crecimiento consiste en ampliar la base social. La tarea del movimiento político unitario es la de convencer, organizar, movilizar y defender la vida de las bases populares en los territorios y en los distintos sectores sociales, económicos, reivindicativos, culturales, de género, étnicos, etáreos, diversos, dentro de una concepción de poder de bases sociales activas, cada vez con mayor formación para gobernar e intervenir en procesos constituyentes y en la Paz total.
La defensa del gobierno del cambio frente a las agresiones de la derecha y la amenaza de golpe de Estado, es indelegable. Igual el cumplimiento del Plan Nacional de Desarrollo y la denuncia de infiltraciones que asaltan la buena fe del Gobierno.
La unidad es condición fundamental para la victoria. La batalla para superar la crisis nacional apenas empieza, es larga, compleja y requiere acopiar nuevos y más cualificados segmentos de la sociedad dispuestos a luchar por cambios que exigen remover estructuras cristalizadas y restablecer la autodeterminación del pueblo y la sociedad colombianos frente a las relaciones político-jurídicas y militares que nos siguen sometiendo a Estados Unidos. Dígalo si no, Pegasus.
El cambio presidencial en EE. UU. anuncia momentos contradictorios que tienen que acercarnos mucho más con América Latina y el Caribe.
* Presidente del Partido Comunista Colombiano