martes, diciembre 3, 2024
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Alerta por la llegada del ciclón Donald

Un interrogante que se hace la vieja Europa es cómo gestionará Trump las relaciones con sus aliados de la OTAN, el destino de los tratados de cooperación militar en Asia, incluyendo a Corea del Sur, Filipinas y Japón

Alberto Acevedo

El escenario del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con un Senado y una Cámara de Representantes controlados por los republicanos, causa temor entre los aliados internacionales. Los jefes de Estado de las principales potencias han enviado mensajes de felicitación al nuevo gobernante. Pero, en el fondo, se anida un temor por el ya conocido espíritu de vindicta que caracteriza a un Trump reforzado, quien pasará la cuenta de cobro a sus adversarios, tanto dentro como fuera de las fronteras.

La victoria de Trump sobre Kamala Harris en las presidenciales del 5 de noviembre, probablemente signifique una reactivación de la política de Washington en una serie de cuestiones, algunas bastante candentes.  El hecho de que los estadounidenses hayan votado por Donald Trump “es una clara señal de que quieren un cambio con respecto a los cuatro últimos años” de la administración Biden, señaló a la agencia Sputnik el analista del Pentágono Michael Maloof.

Echemos una mirada a los aspectos más cruciales en el escenario internacional. En principio, habría que decir que la victoria de Trump no altera la política de Estados Unidos hacia el Medio Oriente, porque republicanos y demócratas comparten el apoyo incondicional al régimen genocida de Israel.

No más guerras

El republicano ha sido un firme defensor de Israel y Arabia Saudita. Es probable que endurezca esta apuesta, al adoptar una línea más dura con Irán. Recordemos, sin embargo, que en su primer mensaje a la nación, tras confirmarse su elección, Trump dijo que durante su mandato anterior “no hubo guerras” y prometió que cuando se posesione en la Casa Blanca, no habrá nuevos conflictos armados. “No más guerras durante mi mandato”, aseguró.

No olvidemos que Trump es un hombre de negocios. Le interesa mucho posicionar su país como una potencia económica, anhela conseguir dinero para superar un crecido déficit fiscal en su país, y puede hacer concesiones para ello. En eventuales negociaciones con Putin, podría ofrecer frenar al líder israelí como moneda de cambio con Moscú en su apuesta por asegurar un acuerdo sobre Ucrania. Por esa vía, atenuaría el apoyo a Netanyahu y se acercaría más a Arabia Saudita, interesada en un alto al fuego en Gaza y en una salida al conflicto palestino bajo la fórmula de dos Estados, contemplada en acuerdos multilaterales anteriores.

De otra parte, en su campaña electoral, el líder republicano aseguró en repetidas ocasiones saber cómo poner fin a las hostilidades en Ucrania, aunque nunca entró en detalles sobre su plan para lograrlo.

Kiev sin la OTAN

De acuerdo con versión suministrada posteriormente por The Wall Street Journal, citando a informantes anónimos, el equipo de transición del nuevo gobernante estaría elaborando escenarios para poner fin al conflicto ucraniano. Trascendieron algunos puntos de ese plan:

Es necesario que Kiev se comprometa a no unirse a la OTAN durante al menos 20 años; la línea del frente “quedaría básicamente fija” según la situación del terreno; Rusia y Ucrania acordarán una zona desmilitarizada de casi 1.300 kilómetros; a cambio, Estados Unidos seguirá suministrando a Ucrania armas para disuadir un futuro ataque ruso. Uno de los informantes insinuó la posibilidad de establecer una fuerza de mantenimiento, pero dijo también que “no pensamos enviar a hombres y mujeres estadounidenses a defender la paz de Ucrania”.

Un interrogante que se hace la vieja Europa es cómo gestionará Trump las relaciones con sus aliados de la OTAN de este continente, el destino de los tratados de cooperación militar en Asia, incluyendo a Corea del Sur, Filipinas y, de cierto modo, a Japón.

Relaciones con la OTAN

Mientras los demócratas y sus aliados europeos intentaron sin éxito avanzar contra Rusia y desmembrarla, Trump está interesado en alcanzar un acuerdo de estabilidad con Putin, sin importarle el destino de la Unión Europea y la OTAN, a los que considera aliados “caros y poco confiables”. Su deseo de poder avanzar en su plan proteccionista de reindustrialización, con prioridad en el mercado interno de Estados Unidos, condicionando su relación con China, parece bastante popular.

El presidente electo de Estados Unidos, durante su primer mandato, reemplazó el ‘multilateralismo’ y la ‘integración’ por una política de ‘bilateralismo’. En lugar de priorizar alianzas globales y marcos multilaterales como la OTAN, las Naciones Unidas o los acuerdos económicos trasatlánticos, Trump optó por involucrar a Estados Unidos en conversaciones políticas y económicas independientes. Este enfoque responde a su lema de ‘América primero’ que dejó claro en su primer mandato. En esa etapa, Trump debilitó a la OTAN y en lugar de ver a los países europeos o del Golfo Pérsico como aliados estratégicos, los consideró prioritariamente como socios económicos.

Las relaciones con China probablemente se caractericen más por la continuidad que por el cambio. La administración Biden continuó muchas de las políticas que Trump adoptó en su primer mandato. Sin embargo, en recientes declaraciones, el presidente electo anunció un fuerte aumento de aranceles a las importaciones, medida impositiva dirigida a golpear a China, y de rebote a México y al resto de países latinoamericanos. Esto anuncia una guerra comercial global.

Panorama tenebroso

Las relaciones comerciales con China son apenas una parte de la óptica que se tiene con el tigre asiático. Trump se ufana de su compromiso con la defensa de Taiwán. China, desde tiempos inmemoriales, ha considerado a Taiwán como parte de su territorio continental y trabaja en dirección a la reincorporación de ese territorio por vías pacíficas y negociadas. Pero si una potencia extranjera interfiere, el conflicto puede desbordarse peligrosamente.

A la élite norteamericana, llámese demócrata o republicana, le quita el sueño las tensiones que vienen produciéndose en la península coreana. Está por verse qué actitud adoptará la nueva administración frente a Irán, involucrada en la solidaridad activa con el pueblo palestino, víctima de un genocidio continuado.

Un foco de conflicto nuevo podría surgir en los próximos meses alrededor de Indonesia e India, tradicionales aliados de Estados Unidos, que podrían realinearse con China, como parece que esté sucediendo, sobre todo a partir de la cumbre de los BRICS+.

Este es, de manera suscita, el escenario de las repercusiones de la llegada al mando de la primera potencia del mundo de un hombre con un prontuario en el que afronta 34 cargos criminales solo en Nueva York, y a quien le quedan pendientes otros tres procesos: corrupción, soborno y sedición, entre otros.

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