Felipe Bernal tenía 22 años cuando escribió su primera película, 24 cuando la empezó a rodar en medio de la Pandemia. Este año cumple 28 y su largometraje Al ritmo del agua (2023), se estrenará el 4 de abril en las principales salas del país. Pero las cosas no siempre fueron así
Larry Mejía
Felipe llegó al cine a través de su profesor de filosofía del colegio. Recuerda ser un buen estudiante como recuerda que las ciencias exactas no le llamaban la atención. “Yo soy metódico, pero odio los resultados iguales” quizá por eso la película es distinta.
“Mi profesor me mostró la Naranja Mecánica (1971) y otro profesor de sociales me enseñó Un Perro Andaluz (1929). Ahí dije: yo quiero hacer eso. Quiero producir en los humanos esas cosas, que sientan y vean y se formen sus opiniones.
Cuando salí del colegio, entré a la Tadeo y me enamoré, ahí estaban los referentes que me inspiraron: Tarkovski, cuando vi El Espejo (1975), sentí que su preocupación no era la narrativa si no trastocar las emociones. Él es un teórico, un poeta y eso se siente en sus películas. Además, está su texto Esculpir en el tiempo, al leerlo me cuestioné sobre el tiempo. El principal insumo del cine es el tiempo a través de la imagen. Desde mi punto de vista y por el momento en que surge, en las revoluciones industriales de Europa, me llevó a pensar que el cine es el mejor amigo del capitalismo, no porque quiera, sino porque el capitalismo lo ha entendido como una herramienta. Hollywood te da todo masticado y termina siendo comida chatarra. Toda esa ideología está orientada nada más que en producir plata y una suerte de escapismo, donde los villanos siempre son los rusos y los héroes los norteamericanos. Sentía al cine como un aparato que utilizaba. Mi problema con esa industria es que se redujera simplemente a un negocio, lo digo en el sentido de Benjamin, de cómo las cosas pierden el aura cuando se convierten en un producto.
En la Tadeo entré en la práctica del cine y conocí la cantidad de cosas que debía movilizar para hacer un solo plano. Me gradúo escribiendo una tesis para entender el roll del público frente al cine colombiano y es que nuestro cine está hecho para el autor de la obra y para los validadores europeos. Concluyo que el cine solo existe cuando el espectador está frente a lo que propone el aparato cinematográfico, antes de eso es solo una idea. Identifiqué que la parte más débil era el guion; de nada me servía ser director si no tenía algo bueno que contar. Ahí decido estudiar maestría en guion en Canadá. Mi primera opción fue Cuba, en mi casa sentían que yo me iba para ideologizarme, pero yo ya estaba ideologizado hacía rato; además, me quería poner un reto: escribir en inglés.
Me voy a Canadá con un duelo grande por el cine colombiano, solo en el presente he venido a entender ese duelo: las primeras cosas que me enseñaron en la universidad de cine colombiano, me hicieron sentir ajeno a sus referentes. En 2020, por editar un corto de una compañera de Canadá, logro ir a Cannes, y allá, viendo lo que se presentaba de cine latinoamericano dije: esto es postcolonialismo.
En Colombia no hay historias porque se acomodaron con las temáticas que convierten al cine en un chivo expiatorio para que el público se redima con lo que ocurrió en un pasado que en otros países ni siquiera imaginan. Siento que es muy profundo y peligroso que el cine en Colombia les haya seguido el juego a las industrias.
Nuestra apuesta fue hacer algo diferente. Es en la familia y la amistad donde están las soluciones y pequeños cambios para un país, que se le ha salido de las manos al gobierno. Las historias no han querido transformarse, y el cine nuestro no ha querido transformarse. El capitalismo entiende que a través de la cultura puede controlar las disidencias.
En Canadá escribo el guion, y regreso a Colombia, allá no podía rodar esa historia. En octubre de 2018, supe que no había retorno, desde entonces y hasta ahora la película protagonizó nuestras vidas”.
¿Como fue filmar en Pandemia?
Fue muy positivo para la película. Ese lapso de tiempo y encierro nos permitió agudizar la parte conceptual, terminamos de construirla entre todos. Obviamente se incrementó en presupuesto; la lucha para conseguir la piscina fue maratónica, tuvimos que detener el rodaje porque hubo Covid en el equipo. Después el rodaje en la casa fue hermoso, ahí terminé de entender que dirigir es confiar. En la casa ocurrió esa magia de entender que todos estaban poniendo lo mejor que tenían para tomar las decisiones que le convenían a la narración.
¿Como fue el final del rodaje?
Fue un engaño, pensaba que ahí ya había pasado lo más difícil y estaba equivocado. Hubo mucha tristeza, pero supimos que como equipo ya podíamos rodar cualquier cosa. Fue un instante para no olvidar.
¿De dónde sacaste el dinero para Al ritmo del agua?
Nos endeudamos, fueron 2 años de intentar conseguir dinero y fue imposible, principalmente porque somos jóvenes y por la historia que queríamos narrar, no eran las temáticas acostumbradas, pero cuando se tiene a 40 personas dispuestas a hacer eso por la historia pues toca endeudarse”.
Al Ritmo del Agua se estrenó en el Filadelfia Latino Film Festival en 2023. Estuvo en el Festival Internacional Luz del Desierto en Argentina, en dos festivales en Australia, en Bogocine 40, donde ganó el Circulo Precolombino y ahora será estrenada a nivel nacional en las principales salas del país el 4 de abril. Antes de concluir la entrevista con Felipe, aprovecho para preguntarle ¿con quién irá al estreno?
“Con las 40 personas que pusieron durante 38 días su tiempo y sus vidas desde las 4 de la tarde hasta las 5 de la mañana para hacer posible la película”.
*Poeta, escritor, editor y musico.