lunes, mayo 13, 2024
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Paul Robeson nunca pudo vivir sabroso

Abogado, activista por los derechos civiles, orador, deportista, políglota, actor, cantante, internacionalista. Vitoreado en muchos países, nunca pudo «vivir sabroso»: era estadounidense y negro

Leonidas Arango

Paul Robeson nació en Princeton el 9 de abril de 1898, medio siglo exacto antes del Bogotazo. Su padre fue un esclavo fugitivo convertido en predicador y su madre venía de cuáqueros contrarios a la esclavitud. Siendo niño, su familia se trasladó a Somerville, Nueva Jersey, donde recibió una educación esmerada y fue becado para estudiar Derecho en la Universidad de Rutgers, pues también era un excelente deportista con 1,91 de estatura. Destacado en el rugby, el béisbol y el baloncesto, habría sido un ídolo juvenil en la sociedad estadounidense, pero era negro.

Otras universidades se negaban a competir con la suya por tener en su equipo un jugador afro. Gracias a sus calificaciones pasó a la Universidad de Columbia, donde se graduó en Derecho. Jugó fútbol americano en la Liga Nacional. Se casó con Eslanda Cardozo Goode, una antropóloga, escritora y actriz (1895-1965) que no era colombiana, como se ha escrito, sino de origen judío sefardí.

Siendo miembro del Colegio de Abogados de Princeton, renunció a su carrera cuando una mecanógrafa blanca se negó a tomarle dictados. Entonces su esposa lo animó a participar en producciones de teatro aficionado. Dueño de una poderosa voz de bajo profundo, interpretó humildes melodías sobre la salvaje explotación de los negros del sur de los Estados Unidos y demostró su carácter encabezando campañas por los derechos de los afrodescendientes.

Militante socialista

Extraordinariamente polifacético y actor de impresionante calidad, Robeson interpretó once películas y en 1925 viajó a Londres como artista de teatro. De regreso se enroló en una compañía neoyorkina donde trabajaba el dramaturgo Eugene O’Neill, quien lo introdujo en el mundo intelectual.

Desde 1927 permaneció doce años en el Reino Unido. Se hizo socialista y tuvo claro que es el pueblo, no las clases altas, lo que determina el carácter esencial de una nación, y que todos los pueblos son hermanos en la gran familia humana.

En la Unión Soviética declaró en 1934 que se sentía como un ser humano completo porque allí no había prejuicios ni discriminación racial.

Hizo grandes amigos como los escritores James Joyce y Ernest Hemingway; con el dramaturgo Bertolt Brecht; el director de cine Sergéi Eisenstein; el actor y también cineasta Charles Chaplin; y con el pianista y compositor Dmitri Shostakóvich. Compartió sus anhelos de paz mundial con el científico Albert Einstein y líderes mundiales como Jawaharlal Nehru y Jomo Kenyatta.

Al regresar a su país rompió con las grandes productoras de cine porque «presentan una imagen ridícula de los negros para divertir a la burguesía blanca y yo no estoy interesado en jugar su juego».

Robeson aprendió numerosos idiomas tan diversos como árabe, japonés, chino, griego, yiddish, ruso y kiswahili. Hablaba y cantaba en reuniones sindicales para estrechar la comunicación con la gente.

Durante la década de 1930 comprendió que podía ser útil a la lucha de los trabajadores del mundo. Su cercanía a los comunistas norteamericanos lo puso en la mira de los servicios secretos de Estados Unidos que lo señalaron como agente extranjero.

A partir del ascenso del nazismo en Alemania en 1933 se convirtió en activo antifascista y luchó en la Guerra Civil Española. En las trincheras de la Ciudad Universitaria de Madrid cantó para las tropas y los oficiales pidieron un alto el fuego para que su voz tronara en ambos lados del frente. Durante la Segunda Guerra Mundial donó parte de sus ingresos para ayudar a los judíos que escapaban de Alemania.

Voy a cantar dondequiera

Casi todas sus presentaciones fueron canceladas al regresar a Estados Unidos y de repente se bloqueó su brillante carrera artística. Varios de sus conciertos fueron atacados por racistas sin que la policía intentara impedirlo. Fue entonces cuando declaró: «Voy a cantar dondequiera que la gente lo pida … y no me asusta que ardan cruces del Ku Klux Klan».

El prestigioso negro que defendía la igualdad de derechos fue presentado ante el gran público como un peligroso comunista y fue víctima de la «caza de brujas» que desató el senador Joseph McCarthy. En 1950 le retiraron el pasaporte, sus discos desaparecieron del comercio y su nombre fue borrado de la historia del fútbol universitario. Pero Robeson jamás flaqueó en su compromiso político.

En 1946 formuló una propuesta de ley para declarar crimen federal el linchamiento de negros, una práctica normalizada por el Estado y las clases dominantes. El presidente Harry Truman la desechó alegando que no era «el momento propicio». En 1956 fue obligado a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Durante el feroz interrogatorio un senador le preguntó por qué no se quedaba en la Unión Soviética.

Rehabilitado

Levantó su corpulencia y con su vozarrón demolió al provocador: «Porque mi padre era un esclavo, y mi gente murió para construir este país, aquí me quedaré, y formaré parte de él, igual que usted. Y ninguna persona de mentalidad fascista podrá echarme de aquí. ¿Está claro? Defiendo la paz con la Unión Soviética y con China, no apoyo la amistad con el fascista Franco ni con los nazis alemanes. Estoy con la gente decente».

En sus declaraciones nunca delató a otros opositores. El Comité de Actividades Antinorteamericanas sentenció que Robeson intentaba convertir el sur de Estados Unidos en un Estado pro-soviético. El fallo sepultó su actividad y la prensa lo marginó por completo.

No recuperó sus plenos derechos como ciudadano estadounidense hasta 1965, cuando la ley permitió el sufragio a los afroamericanos. Regresó muy enfermo de un exilio voluntario en 1963 y tres años después murió en Filadelfia, sin haber claudicado.

El heroico Paul Robeson nunca pudo «vivir sabroso» en su patria, que le dictó honores mucho después de morir: en 1995 lo enviaron al Salón de la Fama del Fútbol Universitario y en 1998 le dieron un premio Grammy. Pero sus amigos del mundo nunca lo abandonaron: la lejana Unión Soviética le había otorgado el Premio Lenin de la Paz en 1952 y Pablo Neruda le dedicó una extensa Oda que expresa: Tu voz nos separó del crimen, una vez más apartó la luz de las tinieblas.

(Hay una biografía en español: Paul Robeson. Artista y revolucionario, de Paula Park, seudónimo de Raquel Bello-Morales).

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