domingo, abril 28, 2024
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Osvaldo Pugliese, comunista y “santo”

Muchas personas creen que el tango es un lloriqueo de neuróticos y cornudos, pero es muchísimo más. Para el pianista, director y compositor argentino fue un instrumento contra la injusticia y la explotación

Leónidas Arango

Por su integridad política y su carga de luchas y persecuciones, el músico tanguero Osvaldo Pugliese está en la memoria colectiva de los argentinos. Nació el 2 de diciembre de 1905 en Buenos Aires. Su padre, un obrero del calzado, lo inscribió en un conservatorio y el niño decidió desplegar con el piano su talento y virtuosismo.

A los trece años tocaba con un trío en lúgubres cantinas de barrio y después armó un conjunto donde estaba Francisca Bernardo, la primera mujer bandoneonista del país. En 1939, cumplió el sueño de organizar su propia orquesta típica que lo acompañaría por el resto de su vida y por la cual pasaron con orgullo grandes voces e instrumentistas.

Músico y militante

En 1935, ayudó a crear el Sindicato Argentino de Músicos, con el objetivo de luchar para que “el trabajo sea una dignidad personal y no un castigo” y, al año siguiente, se afilió al Partido Comunista de la Argentina. Durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón fue censurado y encarcelado varias veces. La policía aturdía las presentaciones disparando al aire y bloqueando el ingreso del público.

Fue siempre un militante de base que difundía el periódico entre luchadores anónimos, conseguía nuevos afiliados y obtenía fondos para las finanzas partidarias. Durante cada detención del maestro, las paredes de Buenos Aires se llenaban de grafitis: “El tango está preso. Libertad a Osvaldo Pugliese” y los obreros, sin distinción política, salían a las calles a exigir la libertad inmediata del artista.

En los años dorados del tango –década de 1940– Osvaldo Pugliese aportó al género efectos musicales de vanguardia. El estilo del grupo era complejo, refinado y orientado al baile. Con piezas como La Yumba y Recuerdo consolidó la identidad rítmica que fortaleció después con Negracha –homenaje a un grupo de morenas fanáticas de la orquesta– y Malandraca. Fueron tangos precursores de Astor Piazzolla, un clásico universal.

Antes de caer Perón, en 1955, Pugliese estuvo preso otros seis meses. En la cárcel cocinaba, trapeaba y lavaba platos y con músicos compañeros de prisión compuso piezas alusivas al régimen carcelario. Para los reclusos, compartir el encierro con Pugliese era un privilegio. Por fuera, la orquesta estaba vetada en la radio y tocaba en auditorios pequeños. Pero sobre el piano vacante del maestro nunca faltaron claveles rojos. La dictadura militar, que suplantó a Perón, arreció la represión y el maestro volvió a la cárcel en 1957.

Todos para uno

En los años sesenta el tango era marginal en los circuitos comerciales y casi había desaparecido como género bailable. Era “música de viejos” y perdió el apoyo de los jóvenes, que se volcaban al rock. Para mantener la orquesta el maestro aceptó que, sin abandonarla, sus brillantes músicos estuvieran en otros grupos como medio de sustento. Porque un rasgo distintivo de la concepción de Pugliese sobre el trabajo de músico fue la organización de la orquesta como cooperativa alrededor del esfuerzo, la creatividad y el talento de cada miembro.

Los ingresos se repartían entre todos porque el dinero debía unir a los músicos, en vez de dividirlos. De hecho, buena parte del repertorio fue creado por integrantes de la agrupación. Ese espíritu mantuvo a la orquesta de Pugliese en la vanguardia musical durante cincuenta y seis años.

Para mitigar la persecución y los vetos, el maestro y su conjunto realizaron en 1959 una gira triunfal de cinco meses por la Unión Soviética y China. Por esos años, introdujo Pugliese en sus composiciones la línea política explícita, entre ellas la Milonga para Fidel. Iba a estrechar la mano del comandante en jefe de la Revolución Cubana en la gira de la orquesta por la isla en 1984. Tiempo después se presentaría con gran éxito en Japón.

La gloria

Participó en un acto masivo de solidaridad con Chile y, en otra ocasión, tocó en la Plaza de Mayo en respaldo a la Revolución Cubana. En 1973, estuvo en un festival que celebraba el regreso de Perón al poder; al saludarlo, el antiguo perseguidor le dijo: “Gracias por saber perdonar”.

Pugliese volvió a estar prohibido en los medios de comunicación bajo el gobierno reaccionario de María Estela de Perón y la posterior dictadura, pero su militancia comunista, por encima del castigo o la represalia, se convirtió en una fuente de prestigio y honor.

Osvaldo Pugliese ya era una institución entrañable en la cultura argentina. En 1985, logró lo que nadie hasta entonces: el 26 de diciembre, para festejar 80 su cumpleaños, tocó con su orquesta en el prestigioso Teatro Colón de Buenos Aires. El concierto fue una apoteosis musical y política.

Rock y santificación

Pugliese miraba al rock como una manifestación cultural negativa. Sin embargo, en los años ochenta ya estaba claro que el rock argentino no solo cantaba en lengua criolla, sino que sus temas no eran simple remedo de música extranjera y experimentaba fusiones con folklore y tango. Los rockeros entendieron el compromiso artístico de Pugliese y, como resultado, lo adoptaron como uno de sus ídolos. El maestro reconoció su admiración por Fito Páez.

La última presentación fue en junio de 1995. El 25 de julio falleció a los 89 años en Buenos Aires después de una breve enfermedad. Una multitud acompañó sus restos al cementerio.

La integridad de Osvaldo Pugliese ayudó a convertirlo en un amuleto, un “patrono” de los músicos argentinos que lo invocan para conjurar los imprevistos que aparecen sobre un escenario. A pesar de su ateísmo, ha sido objeto de cierta religiosidad popular. En muchos camerinos cuelga una foto suya y proliferan las estampitas de “San Pugliese”, que tiene oración propia. Antes de salir a escena los artistas repiten “Pugliese, Pugliese, Pugliese” para propiciar la buena suerte.

Frases de Pugliese

“El Partido Comunista me dio vuelta a la rosca, a pesar de que no le di todo lo que tendría que haberle dado, lo reconozco. Pero su ideología y la militancia me han hecho cambiar muchas cosas: el concepto de la vida, la manera de existir”.

“He visto la combatividad de los comunistas, su poder de convicción, su alegría, y eso fue como una inyección para mí”.

“La modestia la aprendí de los comunistas. De ellos aprendí también la solidaridad. Es una cosa auténtica, humana, que a uno lo va marcando, queda muy adentro”.

“El comunista es el abnegado, el que tiene que estar siempre al servicio de su pueblo, de los obreros, el que no claudica. Para mí, el Partido es la respiración diaria”.

Cuando un periodista le reprochó que se metiera en política en vez de dedicarse al tango, el maestro, de 86 años, le contestó: “Me permito recordarle que aparte de músico, y aun por encima de mi profesión, soy un ciudadano. Un ciudadano con ideas que me mantuve toda la vida con ellas a pesar de la cárcel, las persecuciones y discriminaciones. Que soy un comunista y de los que no se doblegan ante las dificultades y fracasos”.

Como buen santo, Osvaldo Pugliese hizo su milagro: consiguió el reconocimiento universal, la devoción de quienes lo conocieron y de los que no tuvimos tal privilegio.

Recomendado: Daniel Campione: Osvaldo Pugliese: Tango y Revolución en el Río de la Plata.

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