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100 años de la Misión Kemmerer: organizando el patio trasero

El objetivo oculto de la comisión fue aumentar la dependencia de los países andinos y desplazar al imperialismo inglés de la región. Hay poco para celebrar

José Ramón Llanos H.

El próximo 15 de diciembre, Edwin Walter Kemmerer cumplirá 77 años de fallecido. Casi todos los medios de comunicación lo han recordado elogiosamente por sus recomendaciones para crear los Bancos Centrales de la República, las Contralorías desde 1917 hasta 1927, en México hasta Bolivia, en donde también se incluyen Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala y Perú.

Hasta Salomón Kalmanovitz, un intelectual otrora antimperialista, compite con otros colegas en los elogios y reconocimientos a las orientaciones bienhechoras del adelantado imperial Edwin W. Kemmerer. Los comentarios publicados en la prensa nacional tienen en común elogiar los aportes de la Misión Kemmerer en la organización de la economía nacional para que funcionara mejor, más “ordenadamente”.

En consecuencia, la explotación de la clase obrera y sus resultados económicos los utilizarán con más eficiencia el empresariado y las instituciones financieras nacionales. Además, una economía más organizada del “patio trasero” era conveniente para que el imperio se apropiara más fácilmente de sus recursos.

La valoración de un estadounidense

No obstante, los elogios de los economistas y comentaristas y aun gobernantes latinoamericanos, es útil conocer la visión de un estadounidense, Paul W. Drake, quien estudia los cambios propuestos por la Misión e identifica a los beneficiarios y a los perdedores:

Edwin Walter Kemmerer, quien presidió la misión económica que lleva su nombre, nació en el año 1875 en Scranton, Princeton, estudió filosofía, economía y finanzas en la Universidad Weyleys de Middle Town, hizo el doctorado en la Universidad de Cornell, fue profesor en la Universidad de Princeton y asesor económico de grandes empresas estadounidenses.

Algunos medios de comunicación de países andinos, al recordar la misión del doctor Moneda ─así lo apodaban en estos países─, destacaban lo benéfico de sus propuestas reformadoras, del manejo de la economía y la creación de la Banca Central y otras instituciones en estas naciones suramericanas. Pero estas acciones, aparentemente positivas, ocultan el rol funcional de esas instituciones para facilitar el dominio y la dependencia de estos países respecto a Estados Unidos.

Eso explica por qué estas misiones se desplazaron a lo largo de Suramérica: Argentina, Brasil, Chile, Ecuador y Perú, en todos estos países estuvo la Misión para obtener los mismos beneficios, la máxima explotación de estas colonias: este es siempre el objetivo de cualquier acción “benefactora” del imperio en los dominios de su imposición y control.

En todos los países donde actuó la Misión Kemmerer, con pequeñas diferencias, recomendó lo mismo: creación y organización de tres entidades, estas son el Banco de la República, Superintendencia Bancaria y la Contraloría General de la República. Según los comentaristas latinoamericanos, esas instituciones fueron altamente positivas para el cabal funcionamiento de la economía de esos países.

En el país la Misión Kemmerer creó el Banco de la República, la Contraloría General de la República y la Superintendencia Financiera de Colombia

Esos comentaristas no vieron o no quisieron ver los objetivos perversos que escondían Kemmerer y sus muchachos, desplazar el rol determinante que jugaban el capital inglés en la economía de los países andinos. En cambio, Paul W. Drake destaca los objetivos ocultos de la Misión Kemmerer en la región.

La burguesía no paga impuestos

Si bien, como ya vimos, la Misión Kemmerer fue eficaz para aumentar la dependencia con los Estados Unidos, fracasó en los intentos de que el empresariado colombiano pagara los impuestos que en cualquier país capitalista pagan quienes reciben mayores ingresos. Téngase en cuenta que en los años veinte prácticamente el empresariado no pagaba impuesto, miremos el bajo porcentaje que producían “las estampillas y el impuesto a la renta, el dos por ciento del total de los ingresos del Estado”¹.

“En segundo lugar, evalúa la influencia de los asesores económicos y de otros factores de dependencia de esos países en relación con el mercado externo en general y a los Estados Unidos en particular y muestra el desplazamiento de la ‘hegemonía’ de Inglaterra en favor de los Estados Unidos”².

La misión Kemmerer en América fue tan eficaz para desplazar las inversiones europeas, especialmente las inglesas, tanto que el comercio total de los Estados Unidos en Suramérica se incrementó en un 300 por ciento y Gran Bretaña solo permaneció en Argentina y Uruguay. En 1913, Gran Bretaña tenía 532 millones de dólares invertidos en cinco países andinos, mientras que Estados Unidos tenía solo 72 millones de dólares.

En 1929, las inversiones británicas representaban apenas un 14 por ciento mientras que las de los Estados Unidos se habían incrementado en 1.200 por ciento, sobrepasando las inversiones británicas que apenas llegaban 360 millones de dólares. Las inversiones de Londres en los países andinos apenas representaban un 2 por ciento en el año 1929³.

Como se observa, los comentaristas latinoamericanos sobre Kemmerer y su misión apenas ven el rostro aparentemente amable de la máscara benefactora de un accionar en los países andinos antes mencionado. No vieron o no quisieron ver los objetivos reales de imposición de reformas para aumentar la dependencia de Estados Unidos y desplazar al imperio británico de estos países.

La aceptación de las propuestas de Kemmerer

Al contrario de lo que pasó en otros países como Chile, en Colombia tanto el Gobierno como el Senado aceptaron el 80 por ciento de las propuestas de la Misión Kemmerer y fueron convertidas en leyes en 1923: Ley 203, que creó el papel sellado y el timbre nacional; Ley 25 por la cual se creó el Banco de la República; Ley 31 que creó los ministerios y sus funciones; Ley 34 sobre el Presupuesto nacional; Ley 36 sobre la Administración y recaudo de rentas nacionales; Ley 42 que originó la Contraloría; Ley 45 que creó la Superintendencia Bancaria y la Ley 46 sobre Títulos negociables.

El contenido de estas leyes habla de algo positivo y mucho de negativo: la burguesía nacional y su aliado, los señores del campo, no habían sido capaces de crear las instituciones necesarias para que funcionara el aparato del Estado y, en consecuencia, para que se desarrollara la sociedad colombiana.

“Sin la ayuda” del imperialismo estadounidense todavía la clase gobernante estaría dando palos de ciego.

1 Paul W Drake. Kemmerer en Los Andes. Banco Central del Ecuador. 1995. P. 24
2 íbid. P. 99
3 Ibid. Página 36
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