El 14 de junio se conmemora un nuevo natalicio del escritor, periodista y filosofo marxista peruano José Carlos Mariátegui. VOZ lo recuerda en una de sus múltiples facetas, la del educador popular
Harold García-Pacanchique
Mariátegui nació el 14 de junio 1894 en Moquegua, Perú. Hijo de María Amalia La Chira y Francisco Javier Mariátegui, matrimonio que da vida a tres hijos en condiciones de pobreza y que prontamente fue abandonado por la figura paterna. Por ende, José Carlos y sus hermanos son criados en base al trabajo de doña Amalia, quien se desenvolvía como costurera.
Tras dicha ruptura marital, José Carlos y sus hermanos se trasladan a Huacho, lugar de residencia familiar de doña María Amalia. Es allí donde a la corta edad de ocho años este va a sufrir un accidente en su pierna izquierda por el cual es trasladado a Lima.
El accidente va a tener fuertes repercusiones en su vida. La primera de ellas es la imposibilidad de volver a la escuela, limitación que se va a convertir en una posibilidad de índole académico, pues se intensifica su amor por la lectura y se convierte en un ferviente autodidacta, lo cual permite que desde muy temprana edad sea un destacado de las ciencias y las letras.
A los quince años, iniciará su incursión en el periodismo al ingresar en el diario La Prensa. En Lima va a ir demostrando sus capacidades, pasando de ser un mensajero en la sala de redacción a un aclamado columnista del importante diario peruano.
Este amor de Mariátegui por las letras lo va a expresar de manera concreta en una vasta obra producida a lo largo de sus 36 años de vida, producciones teóricas y periodísticas en las que se encuentran un sinfín de artículos escritos en el diario La Prensa y numerosas revistas y periódicos, así como sus más importantes libros, en los que figuran: 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928); La escena contemporánea, peruanicemos el Perú; En defensa del Marxismo; y Temas de educación.
A esta producción se le suma la edición de la Revista Amauta (1926-1930), en la cual produce varios de sus artículos y termina siendo vanguardia cultural, a tal punto de ser llamada “maestra del pueblo peruano”.
El concepto de educación
Uno de los textos más importantes del peruano son los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928). Allí se encuentra uno de los más ricos textos educativos del Amauta. En el IV ensayo sobre “El proceso de inducción pública”, es donde va a caracterizar históricamente desde una perspectiva marxista el proceso instructivo que ha vivido la sociedad peruana desde la colonización. Mariátegui identifica tres momentos que marcan cada uno de estos procesos, los cuales los define como: la herencia colonial española, la influencia francesa y la influencia norte americana.
Al respecto, lo que se puede determinar es que Mariátegui parte de una lectura materialista de la historia de la educación, donde logra definir el carácter de clase que esta tiene, elemento que su contemporáneo argentino, Aníbal Ponce, también teorizará de manera muy juiciosa en su texto Educación y lucha de clases.
José Carlos plantea que el eje central de los problemas de la enseñanza en el Perú son producto de una negada transformación radical de los privilegios de clase o en sus palabras de “riqueza y casta”, que era herencia de la aristocracia española y que los procesos de independencia no habían liquidado.
Esta concepción materialista, permite entender que la educación como elemento que contribuye a la mantención de la cultura debe ser transformada por las fuerzas del proletariado para que esta se pueda convertir realmente en un espacio democrático y de ideas.
“No es posible democratizar la enseñanza de un país sin democratizar su economía y sin democratizar, por ende, su superestructura política. En un pueblo que cumple conscientemente su proceso histórico, la reorganización de la enseñanza tiene que estar dirigida por sus propios hombres. La intervención de especialistas extranjeros no puede rebasar los límites de una colaboración”, es la reflexión de José Carlos.
Estos planteamientos dan sustento teórico a la llamada pedagogía revolucionaria de Mariátegui y que se convierten en un aporte a la teoría marxista de la educación, que se pueden categorizar en dos conceptos claves: en primer lugar, la educación como proceso democrático que contribuye al desarrollo histórico de los pueblos, que propone el diálogo como sentido común del proceso de enseñanza; y en segunda instancia, la propuesta de una educación contextual que permita reflexionar desde la soberanía popular partiendo de los intereses culturales que los pueblos determinen.
En busca de una pedagogía de los oprimidos
Para el siglo XX, la tradición de las escuelas, centros o universidades obreras y populares se masificaron por el mundo. Ejemplo de ello son la Escuela Marxista de París, la Universidad Popular de Milán, la Universidad Obrera de Varsovia, entre muchas otras, que se convirtieron en lugares de pensamiento y discusión proletaria. Para el caso del Perú se encuentra su paso por las Universidades Populares González Parada, fundadas por el populista Víctor Raúl Haya de la Torre en 1921.
En estos espacios de formación obrera es donde Mariátegui dicto dos conferencias que se han catalogado como celebres: El proletariado peruano y La crisis mundial. Sobre estos centros obreros de trabajo educativo, el Amauta expresó:
“Las Universidades Populares no son institutos de agnósticos e incolora extensión universitaria. No son escuelas nocturnas para obreros. Son escuelas de cultura revolucionaria. Son escuelas de clase. Son escuelas de renovación. No viven asoladas a las academias oficiales ni alimentadas de limosnas del Estado. Viven del calor y de la savia populares. Existen para la simple digestión rudimentaria de la cultura burguesa. Existen para la elaboración y la creación de la cultura proletaria”.
Es decir, las escuelas populares son espacios de nuevo tipo, que tienen la intención de desarrollar lugares propios de clase, que les permitan consolidar procesos culturales que los cualifiquen y eleven su nivel de comprensión de la realidad.
La propuesta de las universidades populares busca ser entonces un espacio colectivo que fortalezca la cultura proletaria, la búsqueda de una pedagogía de los y las oprimidas, pues estas son escuelas de la revolución y por lo tanto de la nueva cultura obrera.
Mariátegui y el papel de los maestros
El compromiso de Mariátegui con la educación y su transformación pasa no solo por ponerla como una necesidad en la lucha hegemónica por la nueva cultura, sino que también pone al maestro en el centro de esta disputa por el sentido común.
El Amauta encuentra que el maestro solo puede desarrollar su trabajo y su creación en términos pedagógicos cuando busca en conjunto la liberación de su condición de oprimido y por lo tanto la de sus educandos: “en el espíritu de estos trabajadores intelectuales, extraño a toda concupiscencia comercial, a todo arribismo económico, prenden fácilmente los ideales de los forjadores de un nuevo estado social. Nada lo mancomuna a los intereses del régimen capitalista. Su vida, su pobreza, su trabajo los confunde con la masa proletaria”.
Allí Mariátegui le da relevancia a la perspectiva clasista del papel que como trabajador debe cumplir el maestro en la construcción de lo que él llama la escuela única, que será erigida en un nuevo Estado social proletario, por ello recalca continuamente el papel de las Escuelas Normales y su carácter popular.
Esta apuesta de Mariátegui por posicionar al maestro como un sujeto político activo al interior de los procesos de enseñanza-aprendizaje, marcó un lugar de enunciación para los educadores durante el siglo XX, logrando que los y las maestras reflexionaran sobre su posición de clase y su quehacer profesional.