sábado, julio 27, 2024
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Los objetivos económicos del nuevo gobierno

“Nosotros vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia. No porque lo adoremos sino porque tenemos, primero, que superar la pre-modernidad en Colombia, el feudalismo en Colombia, los nuevos esclavismos, la nueva esclavitud”:
Gustavo Petro. Discurso del 19 de junio de 2022

Carlos Fernández

Aunque las líneas generales del programa económico del Pacto Histórico quedaron establecidas en el documento “Colombia: potencia mundial de la vida” y fueron, además, motivo de importantes controversias, la síntesis que hizo el presidente electo en su discurso del 19 de junio se refleja en la cita que encabeza este escrito.

En efecto, el cambio de énfasis en materia de política económica radica en que hay un claro propósito de afectar la estructura económica del país, eliminando los factores que han sumido la economía colombiana en la dependencia y el atraso. Éste es el aspecto de fondo de la propuesta económica. Tiene como sustento de largo plazo la apuesta por la vida, en el sentido de hacer uso de las herramientas indispensables para garantizar la supervivencia de las especies vegetales y animales, incluida la especie humana, sobre el planeta.

En el mediano plazo, desarrollar la producción agrícola e industrial, ejecutando, en el caso del sector agrario, la reforma rural integral incluida en el Acuerdo de Paz y fortaleciendo la economía campesina productora de alimentos, mediante la democratización de la tierra y el agua y la eliminación del latifundio improductivo; en el caso de la industria, buscando la agro-industrialización y el desarrollo de sectores industriales en los cuales el país posea ventajas frente a otros países. Todo enmarcado en la promoción de formas de propiedad comunal y cooperativa y de apoyo a la propiedad individual campesina y manufacturera.

En el corto plazo, se trata de atacar de entrada problemas relacionados con la crisis de hambre que se cierne sobre la población más vulnerable, mediante la toma de medidas coyunturales que, al complementarse con las medidas que buscan alcanzar los objetivos de mediano y largo plazo, alejen el peligro de hambruna.

Potencia de la vida

La apuesta por la vida es inaplazable, como ya se ha hecho evidente a nivel mundial, aunque todavía no se haya logrado una acción decidida de parte de los poderes económicos y financieros transnacionales que garantice el cumplimiento de las metas fijadas en los foros internacionales sobre cambio climático y transición energética.

Lo novedoso es que se plantee que Colombia tenga un mayor liderazgo en este propósito en el plano internacional. La audacia del planteamiento consiste en anunciar el comienzo del fin de la explotación de los combustibles fósiles, causantes principales de los gases de efecto invernadero y responsables del peligro de extinción de la vida humana. Colombia tiene los recursos naturales y la biodiversidad suficiente para asumir esa posición de liderazgo en el concierto regional, enfocándose en el manejo sostenible de la Amazonia, y en el plano internacional.

Del extractivismo a la economía productiva

Decir que se va a volver por los fueros de la agricultura y de la industria va más allá de un simple planteamiento técnico que busque promover la inversión en estos sectores y, adicionalmente, en el sector de servicios como el turismo. Es efectuar, al fin, la aplazada reforma agraria, hacer productivas las tierras en donde el latifundio ocioso y rentístico predomina y producir los alimentos que ahora se importan.

Es potenciar la pequeña y mediana industria manufacturera y vincular agricultura e industria con lo más avanzado del conocimiento moderno. La decisión de terminar con la explotación de los combustibles fósiles es una decisión de avanzada. Es decirles a las grandes compañías extractoras de estos combustibles que nos embarcamos en una transición energética sobre la cual falta aún mucho por investigar y por implantar y para lograr la cual se hace necesario desarrollar procesos de integración con el resto del mundo.

Las tareas inmediatas

La pandemia, como dice Mariana Mazzucato, dejó al descubierto las innumerables debilidades del capitalismo moderno. Ella avivó un proceso de empobrecimiento que estaba en ebullición y elevó todos los indicadores que muestran la precariedad de la situación de millones de personas en el mundo, incluido el indicador de acceso a los alimentos. El hambre ronda en sectores crecientes de la población mundial.

Colombia no es ajena a este fenómeno. Las cifras del DANE muestran que aquí, también, el acceso a una alimentación adecuada se ve frenado por una inflación que empieza a ser galopante y por una oferta externa de alimentos cuyos precios se ven afectados por las variaciones de la tasa de cambio y las quiebras en la cadena de suministros internacional.

Para enfrentar esta coyuntura, que hunde sus raíces en factores estructurales, el nuevo gobierno encuentra unas variables económicas en franco deterioro: elevada inflación, ya mencionada, elevación de las tasas de interés, dificultades presupuestales no obstante el aumento de los precios del petróleo (dificultades que serán enfrentadas dedicando la mitad de los nuevos recursos generados por la reforma tributaria que se va a presentar a cubrir el déficit fiscal), la elevada deuda pública (68% del Producto Interno Bruto), que drena buena parte de los recursos presupuestales, en fin, el déficit de las cuentas externas (7% del PIB en 2021). Es cierto que se ha observado alguna reactivación económica y el desempleo ha bajado, si bien no ha bajado a los niveles de antes de la pandemia.

Atender, pues, los problemas urgentes y coordinar las medidas de política económica para alcanzar los objetivos de mediano y largo plazo no va a ser fácil. La voluntad política de cumplir el programa y el logro de una gobernabilidad que lo facilite son los requisitos indispensables para que el cambio propuesto se haga realidad. Y no va a ser una cuestión de cuatro años. De modo que es necesario el fortalecimiento de los procesos unitarios que condujeron a la creación del Pacto Histórico y el impulso a nuevos liderazgos que le den continuidad al esfuerzo que hoy se emprende.

Potencia mundial de la vida y capitalismo

¿Pueden lograrse estos importantes objetivos de corto, mediano y largo plazo dentro del régimen de producción capitalista, “que no es que adoremos”? Entre las tensiones que se presentan normalmente en procesos como el actual, se da la disputa entre quienes consideran que las reformas propuestas son suficientes para lograr el nivel deseado de desarrollo y quienes, desde una perspectiva marxista, quisieran plantearle al proceso objetivos de más largo aliento.

A este respecto, es indicativo de una preocupación política válida el reciente artículo del compañero Alberto Maldonado Copello, publicado en la revista Sur del 20 de junio, en el que se pregunta por la viabilidad de un desarrollo capitalista con justicia social y justicia ambiental, que cumpla con el otorgamiento de los derechos que proclama la Constitución colombiana.

En su artículo, Maldonado plantea la necesidad de identificar “en qué lugares del país y en qué actividades existe el modo feudal de producción” y buscar conocer “las características de la nueva esclavitud”.

Es indudable que los conceptos utilizados por Petro en su discurso no tienen la precisión de categorías como modo de producción o esclavismo. Pero es conveniente remitirse a una caracterización que ve en el latifundio ganadero e improductivo una relación de producción semi-feudal que es necesario traer a la modernidad mediante su explotación productiva por parte de sectores campesinos que se vuelvan propietarios de tierras mediante la reforma agraria, ya sea en forma individual o en forma de propiedad cooperativa. También es cierto que se presentan bolsones de trabajo con características de esclavitud en zonas de explotación minera.

Lo anterior no niega el carácter capitalista de la formación social colombiana. Y el capitalismo es sinónimo de explotación. Pero sólo el desarrollo de las fuerzas productivas es lo que permite un quiebre en las relaciones sociales de producción que elimine la relación capitalista-obrero e instaure una relación de producción caracterizada por el trabajo cooperativo. Las fuerzas productivas del país presentan un enorme retraso respecto a lo que sería un capitalismo clásico toda vez que no se han llevado a cabo las tareas de la revolución democrática que demanda el tránsito al socialismo.

Es probable, pues, que las actuales fuerzas del cambio propuesto por el Pacto Histórico vayan a tener que confrontarse en un futuro más o menos cercano y decidirse por profundizar el proceso de modificaciones estructurales, yendo, cuando las nuevas condiciones creadas lo permitan, más allá del capitalismo, o contentarse con este régimen modernizado, con todas sus consecuencias en materia de explotación de la fuerza de trabajo. Por el momento, la tarea es cumplir los objetivos de corto, mediano y largo plazo planteados. De lograrlo, estaremos dando un paso hacia y haciendo parte de un futuro socialista, cuyo perfil no es aún muy nítido.

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