jueves, mayo 2, 2024
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Los Juanes de mayo

En mayo celebramos el nacimiento de dos grandes latinoamericanos: Juan Rulfo, mexicano al que el tiempo sigue madurando y engrandeciendo, y Juan Calzadilla, gran poeta nacional de Venezuela, al que tenemos la fortuna de celebrar sus 93 años

Gonzalo Fragui

Juan Calzadilla. (16 de mayo de 1930)

En 1965 Juan Calzadilla publicó el poemario Malos Modales, bajo el sello de El Techo de la Ballena. Un grupo que reunía a jóvenes rebeldes, pintores, poetas, narradores y críticos; provincianos avenidos a las grandes avenidas; muchachos llegando a la gran ciudad, pero negados a convertirse en ciudadanos. Buscando lo que no se les había perdido. Defendiéndose a veces a dentellada limpia del canto de las sirenas de las patrullas de la policía. Una cultura urbana tratando de poner a todos “manos contra la pared” de la urbanidad.

Y cuando ya no se podía andar por las ramas, como el jugo de frutas, había que responder con cierta violencia artística a la vieja violencia enmascarada por las instituciones y las leyes. Así fuera tirar las cosas a la calle o juntar el paraguas y la máquina de afeitar. Cuando las costumbres nos vuelven seres abominables, cuando se nos exige ser más edificante que los edificios, cuando el poeta es más inútil que un right fielder, dueño de palabras por las que nadie daría un céntimo, se requiere otra estética. Nada de poemas impolutos sino llenos de tachaduras, con la lengua afuera, absurdos, bendiciendo las alcantarillas, las flores marchitas y los basureros pues su meta es la inmensidad.

Y eso era el poemario Malos Modales de Juan Calzadilla. Lamentablemente circuló poco. Al impresor le gustó mucho el libro, pero cuando estuvo listo y los poetas fueron a buscarlo, se negó a entregarlo, alegando, precisamente, uno de los malos modales: “Falta de pago”.

Juan Rulfo (16 de mayo 1917)

Como sabemos, Juan Rulfo escribió poco. A los 35 años publicó su primer libro, El llano en llamas, y a los 37 el último, Pedro Páramo. Sin embargo, su fama aumentaba con cada libro que no publicaba. Dejó sin concluir Los hijos del desaliento, de los que han salido unos cuentos.

I
Un día le preguntaron por qué había escrito El llano en llamas, su magnífico libro de cuentos, y él, humilde, dijo:

–Para soltar la mano nomás.

II
El poeta chileno Volodia Teitelboim consultó al humorista Carlos Monsiváis cuál era, a su juicio, el efecto más notorio de la obra de Rulfo en la literatura mexicana. Monsiváis no dudó en responder:

–Legalizó la tristeza.

III
La princesa Elena Poniatowska explicó así la tristeza de Rulfo:
–Es que Rulfo era huérfano tres veces. Huérfano de padre, huérfano de madre, y huérfano de gobierno, como casi todos los mexicanos.

IV
Cuenta Bryce Echenique que una noche daba una fiesta en su casa de París. Uno de los invitados era Juan Rulfo. Por su timidez, Rulfo siempre quería pasar inadvertido, pero no podía. Para colmo de males una funcionaria se le pegó esa noche como un chicle. Rulfo no sabía qué hacer para quitársela de encima. Consultó entonces a Bryce.

–A la próxima pregunta respóndele con una pesadez– fue la recomendación de Bryce.
La señora se le acercó de nuevo y con cara de culta preguntó al maestro que, si ya se había leído El Capital, de Carlos Marx. Y ahí fue cuando llegó la oportunidad esperada por Rulfo.

–No, pero vi la película.

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