Las historias sobre este alimento tradicional sitúan su origen en Soledad, Atlántico, y rinden homenaje merecido a su creadora, doña Isabel María Ríos. Hablamos con el distribuidor más reconocido en el centro de Barranquilla
Zabier Hernández Buelvas
En la calle San Blas, en el centro de Barranquilla y frente al antiguo almacén Tía, se encuentra uno de los lugares más emblemáticos de la gastronomía popular de La Arenosa.
A su edad, Alberto Ricardo Barrera Navarro se sienta en un banquillo, como los que usa la clientela. Mientras conversa sobre distintos temas, mantiene su atención del negocio que atiende su hijo, Reinerio Elías.
Todos lo saludan y reconocen. Cada vez que ve pasar una dama, gira la cabeza 180 grados, con picardía, como si buscara su interés. La joven, que en ese momento disfruta de unas butifarras, sonríe ante las ocurrencias del señor Alberto, que se entrelazan con el análisis de las noticias de la ciudad. Es un barranquillero de pura cepa, que habla sin parar, siempre alegre y con un tono elevado.
¿Cuántos años lleva vendiendo butifarra en este lugar?
Estoy aquí desde el año 1990, es decir, voy a cumplir 25 años.
¿Y cómo fue que llegó hasta aquí?
Bueno, yo tenía primero un negocio de venta de cosméticos. Mi esposa solía decirme: “Ñerdaaa, vas a tener que cambiar de producto porque aquí vienen muchas mujeres”. En ese tiempo coincidió en que habíamos puesto a un joven a vender butifarra, pero, de un momento a otro, abandonó el trabajo, entonces yo asumí la venta desde esa época. Y aquí vienen más mujeres a comer, que hombres. ¡Figúrese usted cómo es la vida!
¿Al principio fue muy difícil iniciar con el negocio?
No, desde que inicié aquí, esto fue todo un éxito. El negocio se ha caracterizado porque a él llegan siempre muchas personas, crece cada día más.
¿De dónde traen esta butifarra?
Viene de Soledad ─me abre los ojos, como quien dice ¿de dónde más?
¿Con qué se acompaña una butifarra?
Yo la preparo, primero con medio limón exprimido sobre las butifarras, acompañadas de unas tajadas de bollo de yuca y la clientela pide una coca cola, ─su memoria recuerda algo, me interrumpe y sigue─. Hay un lema que dice “butifarra soledeña, cocinada con pura leña, tipo exportación como yuyito con limón, para tener y conservar el cuerpo de guitarra, consuma butifarra para alargar y anchar la cola, con coca cola” (risas).
Observo un joven que atiende mientras usted dialoga. ¿Es su hijo?, ¿su reemplazo generacional?
Si claro, es mi hijo, me ayuda mucho, junto con otro muchacho que es como si fuera mi hijo también y entre los tres nos combatimos con el negocio, gracias a Dios.
Le escuché decir que vienen más mujeres que hombres. ¿Eso por qué será?
Bueno la verdad no sé, pero sí es cierto, vienen más mujeres. Ellas pasan, les gusta y se quedan aquí, más bien se matriculan aquí, porque hay unas que vienen casi todos los días. Se acaba de ir una que pide cinco butifarras y una coca cola y se va satisfecha.
El lugar siempre ha sido así, sencillo y sin tanta infraestructura. ¿Nunca pensó en tener un local o algo así?
No, porque así está bien, no necesito más, ¿para qué más? Aunque el lugar es muy estrecho, la gente se siente cómoda con el lugar.
¿Tiene alguna clienta o cliente que coma demasiadas butifarras?
Aquí viene un muchacho que es de Corozal, Sucre, y cada vez que llega se come treinta butifarras. El día que se comió apenas veinte, era porque iba a almorzar cabrito y tenía que dejar espacio para el pescado (risas). La gente que viene, casi nadie se come una, piden siempre entre tres a trece butifarras, es lo normal.
¿Cuántas butifarras vende en el día y cuánto vale una?
Entre 400 y 600. En diciembre, se vendes más. Y una vale 800 pesos.
¿Cuáles son los ingredientes de la butifarra?
Primero se raspa y saca la carne de la cabeza de la vaca, la que se conoce como la “carne de cachete”. La carne se cocina y se mezcla con pimienta, ajo, sal y cebolla. Se compra la ‘tripa’. Esta se lava muy bien y, luego, se embute la carne ya mezclada con los ingredientes, así queda hecha la butifarra. Posteriormente, se cocina dos veces, porque en la primera ella se infla, se le puya la tripa y se vuelve a cocinar.
¿Qué mensaje envía a los turistas y visitantes?
Que vengan, aquí estamos esperándolos con butifarra y bollo de yuca.