martes, diciembre 3, 2024
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“La historia indígena se oculta”: Calarcá

El maestro Arlés Herrera habla de su arte y su Partido Comunista

Cosme Henríquez

¿Cuándo tomaste consciencia de que ibas a dedicarte a la caricatura?
-Cuando yo llegué a Bogotá y me acerqué al Partido Comunista. Al momento de firmar la hoja de militancia, le mostré los matachos que yo hacía a Espartaco (Manuel Parra Pardo, primer caricaturista de VOZ de la Democracia) y a él le parecieron buenos. Pero a quien le debo haberme dedicado a la caricatura fue a Álvaro Vásquez y a Manuel Cepeda quienes conocieron algunos de los retratos tanto de Marx como de Engels. Al país llegó una delegación del Partido Comunista de España, en la época de la prisión del camarada Grimau. El camarada Vásquez me dijo que le hiciera un retrato del camarada preso para entregársela a la delegación española. Así lo hice y todos quedaron satisfechos. Posteriormente el camarada Manuel Cepeda me vinculó como caricaturista a la VOZ Proletaria.

¿Cómo expresan tus caricaturas tu condición de comunista?
-En la VOZ yo empecé a expresar por medio de la caricatura la línea del PCC, especialmente teniendo en cuenta que somos un partido marxista-leninista. Por tanto, las caricaturas que yo elaboraba debían ser consecuentes con el contenido ideológico del PCC y la VOZ Proletaria.

Los movimientos y el dibujo

¿Tuviste en cuenta en algo el dibujo y el estilo de Espartaco?
-No, la verdad es que Espartaco, dicho con todo respeto, obedecía a una etapa bastante dura del Partido, en la clandestinidad y las matanzas. Entonces él era más bien un dibujante oscuro, de trazo muy fuerte. Un señor que me compraba el periódico en Las Cruces me dijo estas palabras: “No joda ustedes no ganan ni una”. Porque todas las caricaturas que se hacían por parte del compañero eran dramáticas y nosotros en el periódico también apelábamos mucho a los muertos. Yo pensé es cierto que nos joden acá, pero también es cierto que el movimiento obrero crecía y peleaba, el movimiento campesino también, el movimiento estudiantil era poderoso, fuerte. Había que reflejar que en medio de esa persecución y esos golpes también había aspectos positivos de la lucha política y la movilización popular. Que eso después no terminó como pensábamos, es otra cuestión.

El movimiento estudiantil hizo grandes movilizaciones, por ejemplo, las marchas de Bucaramanga de los estudiantes de la UIS hasta Bogotá, fue una movilización impresionante, marcó un hito en las movilizaciones de los años sesenta. También recuerdo que la FUN hizo un desfile como homenaje póstumo a Camilo Torres, la consigna era silencio total, solamente hablaban las pancartas y las banderas blancas que llevaron por cientos
-Fíjate que el movimiento era fuerte e hizo que los gobiernos retrocedieran en algunas decisiones. Por ejemplo, las alzas de transporte por la fuerza oposicionista de las marchas estudiantiles, que obligaba al gobierno a echarlas atrás. Incluso el movimiento obrero tenía una beligerancia impresionante. Se hacia sentir su fuerza en la calle y en el discurso también.

A raíz de toda esa fuerza del movimiento estudiantil en un discurso de Gilberto Vieira dijo, “las consignas del movimiento estudiantil son una especie de Ley”.

¿Cómo se manifestaba la expresión política del movimiento de Provivienda?
-Precisamente la Central Nacional Provivienda organizó una marcha de Tolima a Bogotá, cuando el proceso era fuerte, combativo. Tenía una perspectiva revolucionaria clasista, ahora es otra cosa.

A la mujer indígena

Mujer en la mitología indígena de Colombia. Cuadro de Calarcá

¿En qué momento decides compromiso revolucionario?
-Cuando llegué a Bogotá ya traía cierta inquietud social por una sencilla razón, mi familia era liberal radical, entonces allá se leía en voz alta a Vargas Villa. Por ejemplo, ‘el yanki; he ahí el enemigo’, ‘La caída del cóndor’ y también se leyó, por supuesto, ‘Aura o las violetas’, también se dio lectura a la novela Los Carbonarios que era un movimiento revolucionario anterior a la Revolución francesa. Eran textos que se leían por fascículos y semanalmente, lo que permitía a familias pobres como la nuestra, el acceso a la lectura.

Siempre el capítulo terminaba en un punto interesante que estimulaba al lector a estar pendiente de la continuación de esa novela. Entonces esa novela Los Carbonarios hacía referencia a la situación prerrevolucionaria de Francia. Otra novela que me impresionó fue Huasipungo, de Jorge Icaza. Realmente me sacudió para siempre porque he tenido un afecto especial por las comunidades indígenas, tanto así que mi trabajo actual se lo estoy dedicando a la mujer indígena. Parto de la idea de que nuestra cultura ancestral ha sido pisoteada, negada, subvalorada. Toda su historia se pone debajo del tapete.

Eso me ayudo a clarificar un poco algunos problemas sociales que en verdad eran políticos. Esas lecturas en el ambiente familiar me fueron radicalizando Todas esas inquietudes las consolidé cuando entré a militar en el PCC.

Allá oía charlas, conferencias. Una que me marcó fue la de Alfonso Barberena, liberal valluno que luchó por la vivienda para los sin techos al lado del camarada Julio Rincón.

Claro, del compañero Vanegas, dirigente sindical de la construcción. Después asistí a la primera reunión de célula y la orientaba Álvaro Vásquez. Él era un buen expositor y sus charlas las terminaba declamando algunos poemas de Alberti, de Neruda y se me quedó grabada una frase: “Vientos del pueblo me llevan. Vientos del pueblo me traen”. Es un poema de Miguel Hernández. Emocionado me dije “Este es mi puesto”.

¿En esa época desempeñaste algún cargo?
-Me nombraron secretario de propaganda, después quedé en la dirección del Regional. En mi militancia he tratado de ser consecuente, he tratado. Soy consciente que siempre queda algo por hacer y por contribuir al desarrollo del PCC.

¿Qué diferencia hay entre ese Partido y el de hoy?
-¿Hay una diferencia notoria? Creo que ya no enseñamos Cómo ser un buen comunista. Incluso creo que algunos jóvenes de la dirección ni siquiera han asimilado el contenido del Qué hacer de Lenin. No se está estudiando cómo ser un comunista. Yo sé que están recibiendo educación. Pero creemos que hemos caído en el liberalismo.

Trabajo con la comunidad, con la gente 

¿Para ti qué es ser un buen comunista?
-Es que ser comunista no es únicamente echar discursos, digo yo. Sino que hay que tener trabajo con la comunidad, con la gente, con las masas. Por eso en un Congreso del PCC decidimos que debemos ser un Partido de masas. Qué se construye en la relación del comunista con la gente. Yo no soy buen comunista por estar en VOZ haciendo los matachos. Si no hago labor con mis colegas, para hacer que el PCC avance, incluso con el trabajo aún con los miembros del Pacto Histórico para atraerlos a nuestro Partido, para ganarlos para la revolución.

Dame el nombre de dos comunistas que puedas decir que son excepcionales…
-Teófilo Forero, él siempre tenía tiempo para escuchar a todo camarada que lo necesitaba. Gustavo Osorio también era un comunista activo y trabajaba en función del PCC y de la organización sindical.

Mencióname un ideólogo del PCC ejemplar…
-Álvaro Vásquez, porque cuando hablaba dejaba claro el tema que tratara. Además, era un visionario a él se debe pasar de la resistencia a construir una alternativa. Además, era un hombre sencillo, sin ínfulas doctorales. De los cuadros pensantes del Partido, el mejor. Él fue el único del Partido que tuvo el valor de decir que había que trabajar para forjar la paz. Y por eso se echó de enemigos a los guerrillos. Pero la historia le dio la razón.

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