jueves, marzo 28, 2024
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Juego de tronos: Detrás de la crisis de Ucrania

Lo que se debate en torno a Ucrania son los términos de un equilibrio estratégico, que atañe al mundo entero y que implica una serie de fuerzas e intereses que emergen en el concierto internacional. Son posiciones antagónicas, pero susceptibles de conciliarse para evitar una hecatombe global

Alberto Acevedo

La última semana en el mundo se caracterizó por una inusitada tensión en torno a la crisis de Ucrania. Pero como acertadamente lo señalaron la cancillería rusa y los principales medios de comunicación de ese país, la inminente posibilidad de una guerra en ese teatro de operaciones, obedeció más a una campaña mediática de occidente, muy bien coordinada, que a una coyuntura militar real.

Importantes rotativos de occidente, que se supone ostentan un mínimo de seriedad y responsabilidad informativa, dieron por sentado que esta semana se produciría la invasión de Rusia a Ucrania. Inclusive señalaron fechas probables. Que el martes, decían unos, que el miércoles decían los otros, pero en todo caso, antes de que finalicen los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing.

Tan burda resultó la versión de la prensa corporativa que, al cierre de esta edición, Moscú informó que habían terminado los ejercicios militares en la frontera con Ucrania, lo que implicaba el retiro gradual de un buen contingente de tropas. Y en Europa se multiplicaron los contactos bilaterales y multilaterales, unas veces presididos por Rusia, otras por Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, que indicaban que pese a las diferencias y a posiciones a menudo irreconciliables, se abría paso la vía de la diplomacia, antes que la de la confrontación armada.

Equilibrio estratégico

Lo que sí, indudablemente, ha producido la confrontación alrededor del tema de Ucrania, es un realinderamiento de fuerzas en el mundo, un delineamiento de bloques de poder, en el que algunos analistas ven dibujarse un nuevo orden mundial, que resquebraja la idea de un mundo unipolar que tanto ha perseguido la diplomacia norteamericana en las últimas décadas.

Lo que se debate en torno de Ucrania son los términos de un equilibrio estratégico, que atañe al mundo entero y que implica una serie de fuerzas e intereses que emergen en el concierto internacional. Son posiciones antagónicas pero susceptibles de conciliarse, para evitar una hecatombe global.

Pero la puja está como para alquilar balcón, como dice un dicho colombiano. Hace pocos días se produjo una cumbre entre el presidente Biden de los Estados Unidos, y el canciller federal de Alemania (jefe de gobierno), Olaf Scholz. Aunque no lo dijeron expresamente, su propósito era buscar obligar a o controlar lo que ellos quisieran que Putin hiciera en Ucrania, con el fin de justificar sus planes, sobre todo los de expansión de la OTAN al Este.

Asfixiar a Rusia

Washington aspira a que Berlín suspenda el permiso para el tramo alemán del gasoducto Nord Stream 2 y deje sin suministro de gas a los alemanes y a sus vecinos. Washington busca afanosamente apoderarse de ese mercado para suministrar combustibles a Europa en condiciones más onerosas de lo que ofrece el mercado ruso.

Los contactos bilaterales se extienden a Londres, donde el mandatario norteamericano ha conversado con su homólogo británico con el fin de urdir una trama de presiones y chantajes contra Rusia, y de paso contra China, en busca de desalentar al mundo para que comercie con las dos potencias. En un nivel de compromiso diferente, actúa el presidente francés, Emmanuel Macron, quien anda en la cuerda floja de prometerle a Putin abogar por la desescalada del conflicto y al día siguiente le promete a Biden endurecer posiciones y fortalecer el cerco militar en la frontera con Rusia.

En ese escenario, se alinea claramente un bloque de poder liderado por Estados Unidos, Gran Bretaña y Turquía, quienes suministran misiles antitanques, drones armados, buques de guerra navales, otras armas y dinero a Ucrania, para supuestamente fortalecer su sistema de defensa. A esta coalición se unió en las últimas horas España, atendiendo a su condición de miembro de la OTAN.

Dinámicas económicas

En el otro extremo se alinean Rusia, China, Irán., Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua y los países de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, OTSC: Armenia, Bielorrusia, Kazajistán. Kirguistán, Tayikistán.

Pero no hay solo una dinámica de alineamiento de fuerzas militares. También las dinámicas económicas han tenido un doble desplazamiento. Las economías desarrolladas del norte hacia las economías emergentes del sur, especialmente las del sudeste asiático. Y las de Occidente hacia el Oriente.

La analista Monica Bruckmann sostiene que este doble desplazamiento evidencia un momento de transición hegemónica en el sistema internacional. China se posiciona en el orden mundial como una nueva potencia, y actores como India e Indonesia se proyectan como futuras potencias medias, gracias a sus economías emergentes y su protagonismo en el desarrollo tecnológico y la investigación científica.

Nueva cooperación

Con miras a entender estos cambios, hay que poner los ojos en la cumbre de los presidentes de Rusia y China, Vladimir Putin y Xi Jinping, que se realizó con motivo de la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing. Una reunión que no fue comentada a profundidad por los grandes medios. Pero se adoptaron en ella decisiones que pueden ser trascendentales en el actual juego de roles.

Horas antes de comenzar las justas deportivas, los dos líderes suscribieron una declaración conjunta, un documento de diez páginas, que en medio de la tensión con la OTAN habla de las relaciones internacionales y la cooperación entre los dos países.

El texto de la declaración se puede leer como un alegato en favor de un nuevo orden mundial en el que Estados Unidos y sus aliados ya no sean los protagonistas, sino que se construya un mundo multipolar, que respete la soberanía de los países.

Ambas partes se oponen a una ampliación de la OTAN. Piden a la Alianza del Atlántico Norte que abandone su concepción de guerra fría, que respete la soberanía, la seguridad y los intereses de otros países, así como la diversidad de su civilización y de sus antecedentes culturales e históricos; y que adopte una actitud honesta y objetiva hacia el desarrollo pacífico de otros estados.

Hasta hace poco, Estados Unidos tenía el monopolio exclusivo sobre la tecnología, las armas de destrucción masiva, los sistemas monetarios y financieros, el acceso a los recursos naturales. Hoy esa realidad ya no existe. Rusia, China, India, Irán y otras potencias emergentes, disputan ese liderazgo. Es la nueva realidad sobre la cual habrá que poner fija la mirada.

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