A propósito del premio Reina Sofía, de 2024, otorgado a la poeta Piedad Bonnett y de la candidatura Juan Manuel Roca al nobel de literatura, una reflexión sobre escribir poesía desde los hombres y las mujeres
Guillermo Linero Montes
En términos de promoción universal de nuestras letras colombianas, hay dos poetas -Roca y Bonnet- que abanderan la representación de nuestro país. Casualmente, no porque en poesía haya espacio para prejuicios de género, son un hombre y una mujer. Es decir, dos maneras de abordar la poesía; pero, no en cuanto a la forma, ni en cuanto al cumplimiento con los cánones de valor histórico y universal que deben seguir todos los poetas; sino, en cuanto al modo estético de mirar el mundo; pues hoy está comprobado que para interpretar la realidad tenemos dos prismas: el femenino y el masculino.
Según estudios tan serios como recientes¹, las mujeres y los hombres escriben distinto. Considerando -o tal vez midiendo- cómo organizan los hombres y las mujeres la sintaxis y sus criterios para la escogencia de un vocabulario, el resultado fue que las mujeres son dadas a mirarse a sí mismas y los hombres dados a contemplar los objetos. En consecuencia, las mujeres son intimistas y de un vocabulario modesto para decir lo cercano; y los hombres prefieren exteriorizar y hacerlo con un generoso surtidor de palabras.
A las mujeres poetas, por abordar temas como el amor y el hombre, y por la escogencia de palabras suaves, inmediatas y ennoblecedoras, históricamente se les ha rotulado a sus creaciones poéticas de frívolas piezas románticas; por atar sus ocurrencias casi siempre a hechos aparentemente sensibleros y no por el uso de recursos típicos del Romanticismo.
La guerra, el poder y la poesía
En efecto, son pocas las poetas que asumen temas como y son contados los hombres que no rehúyen a las confesiones pudorosas. De hecho, la mayor parte de la poesía erótica, o tal vez la más desnuda, está escrita por mujeres, e incluso hasta por poetas monjas como Sor Juana Inés de la Cruz. Y pese a que la poesía se funda en la paz y a que los poetas son pacifistas, la poesía de la guerra está escrita por hombres.
Los hombres y las mujeres en la poesía, desde la misma casa han visto al mundo desde diferentes ventanas. No obstante, la poesía de Piedad Bonet y la de Juan Manuel Roca, como la de todos los autores líricos, cumplen para la sociedad y la especie con el desenvolvimiento de reflexiones excelsas, ligadas al mundo real, y muy ligadas también al mundo ideal: en sus poemas, ambos dan fe del mundo y de las convulsiones existencialistas, y lo hacen a partir de experiencias universales exclusivas de su propio ser.
Mientras que Piedad Bonnett “ha ido conquistando a críticos y lectores -estas son palabras de Malola Romero- con una poesía intimista de corte emocional” como quien se mira al espejo; Juan Manuel Roca ha hecho lo propio desde la otra orilla, donde nadie se refleja en los espejos, y quizás por eso Roca en vez de usar la poesía para decir de sí mismo, la usa “para “Decir tierra -estas son palabras de Gonzalo Rojas- decir tiempo, decir mundo”. Ambas vías son verdaderas, y ambas producen y suscitan reflexiones excelsas, como lo demuestran estos dos poemas suyos:
Oración
Para mis días pido,
Señor de los naufragios,
no agua para la sed, sino la sed,
no sueños
sino ganas de soñar.
Para las noches,
toda la oscuridad que sea necesaria
para ahogar mi propia oscuridad.
(Piedad Bonnett, Amalfi, Antioquia, 1951)
Puertas abiertas
Una puerta
Abierta a la noche
Y se pueblan los ruidos
Las estancias.
Sus rumorosas bisagras
Anuncian
Alguien llegado de la lluvia
O los pasos de un lento animal
Que invade el sueño.
Una puerta, una grieta
Abierta en el asombro.
(Juan Manuel Roca, Medellín 1946)
Estas palabras, tengo que decirlo, han sido motivadas por el premio Reina Sofía, de 2024, otorgado a la poeta Piedad Bonnett, y también porque estamos a la espera de que Juan Manuel Roca reciba el premio nobel de literatura. Ambos, Roca y Bonnett, son dignos de nuestra admiración y merecen todos los premios. El Premio Nobel, que hoy -alineados a la equidad de géneros- se entrega un año a un hombre y otro a una mujer, este año -según esa secuencia ya puesta en práctica por la academia sueca- no lo podría recibir Juan Manuel Roca; pero, si nos brilla la fortuna, podríamos llevarnos la sorpresa de que lo reciba Piedad Bonnett.