jueves, septiembre 19, 2024
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Heba Abu Nada y la poesía palestina bajo fuego

“Heba era una joven en resistencia. Su palabra ardía de indignación”, dice el portal feminista Ciudad CCS. De acuerdo con una versión de prensa, el día anterior a su muerte, la joven poetisa escribió: “Si muero, sepan que lo hago satisfecha y firme, y digan al mundo, en nuestro nombre, que somos personas justas, del lado de la verdad…”

Alberto Acevedo

En la localidad de Khan Yunis, una pequeña ciudad al suroeste de la Franja de Gaza, la tranquilidad se interrumpió abruptamente el 20 de octubre pasado. La tierra literalmente se abrió y del cielo, enrojecido, brotó una lágrima.

La población, como toda Gaza y Cisjordania, como toda Palestina, fue bombardeada. Un certero disparo cayó en un sector residencial; entre las víctimas cayó mortalmente herida, destrozada, desmembrada, Heba Abu Nada, que en ese momento residía en su modesta habitación. Una hermosa mujer de 32 años, activista por los derechos humanos, escritora, poetisa, feminista, con una vida de creatividad por delante, existencia que fue truncada por el fuego de la metralla sionista.

Las noticias, de la guerra de agresión de Israel contra el pueblo palestino, reportan diariamente centenares de víctimas, muertos y heridos, mujeres, jóvenes y ancianos. Pero no habían reportado hasta ahora un poeta caído en medio de un bombardeo. Si alguien en el mundo no debiera morir, esos son los poetas. Apolo, el dios griego del Sol, es considerado también el dios de la poesía. Y Apolo no ha muerto, su legado sigue vivo en la conciencia de los hombres.

En la cuna de Mahoma

Los poetas debieran ser eternos. No morir jamás. Pero si el destino, caprichoso, les impone un final a su ciclo vital; deberían morirse de viejos y nunca bajo el fuego de la guerra. Así debió haber sucedido con la poetisa palestina fallecida en octubre.

Heba Abu Nada nació en 1991 en La Meca, hogar de dioses, en Arabia Saudita. Allí también nació, siglos antes, el profeta Mahoma. Oriunda de una familia palestina de refugiados durante la Nakba, como se le denomina al desplazamiento de palestinos a causa de la guerra de ocupación israelí en 1948.

Heba estudió biología en la Universidad Islámica de Gaza, donde se graduó como Bioquímica. Ejerció como profesora allí mismo y completó una maestría en nutrición clínica. En 2021, se ofreció como voluntaria en la Enciclopedia Virtual de Wikipedia, como correctora lingüística de artículos, antes de su publicación.

Joven en resistencia

En 2017, la joven escritora obtuvo el segundo lugar en el Premio Sharjah a la creatividad árabe, en la categoría de novela, por su obra El oxígeno no es para los muertos. En ella expresaba la imagen del ser humano en la época de las revoluciones árabes y por el cual todas las revoluciones árabes fueron el resultado de una revolución, y todos los cánticos fueron un canto. Ella dijo: “El pueblo quiere y todos los pueblos en su voluntad son un solo pueblo”.

“Heba era una joven en resistencia. Su palabra ardía de indignación”, dice el portal feminista Ciudad CCS. De acuerdo con una versión de prensa, el día anterior a su muerte, la joven poetisa escribió: “Si muero, sepan que lo hago satisfecha y firme, y digan al mundo, en nuestro nombre, que somos personas justas, del lado de la verdad…”.

Mientras la sangre de Heba permanecía fresca, trascendió que la Feria Internacional del Libro de Frankfurt decidió de forma unilateral suspender la entrega del Premio LiBeraturpreis a la escritora palestina Adania Shibli, debido a la guerra y “en plena solidaridad” con Israel. El filósofo esloveno Slavoj Zizek criticó la “escandalosa” decisión y afirmó       que “estamos ante las paradojas de la cultura de la cancelación”.

El delito de existir

Unos 600 escritores, editores y agentes literarios, entre los que se destacan tres premios Nobel de Literatura, como la francesa Annie Ernaux, el tanzano Abdulrazak Gurnah y la polaca Olga Tokarczuk, la colombiana Pilar Quintana y la canadiense Madeleine Thien, entre otros, firmaron una carta en la que piden se revoque la decisión para que tengan espacio las voces palestinas.

La muerte de Heba no es un caso excepcional. Hace más de setenta años, artistas, cultores y pueblo palestino en general, son criminalizados, hacinados y asesinados de forma sistemática por el gobierno de Israel. Niños, adolescentes y jóvenes como Heba, son diariamente encarcelados y judicializados por transitar, movilizarse, por intentar estudiar, por denunciar las injusticias, por existir. Heba hizo suya esa causa de su pueblo martirizado.

De acuerdo con un medio palestino de prensa, la joven mártir escribió su último poema, el día anterior a su sacrificio. Plasmó así su prosa:

“La noche en la ciudad es oscura, excepto por el brillo de los misiles;
silenciosa, excepto por el sonido del bombardeo;
aterradora, excepto por la promesa tranquilizadora de la oración;
negra, excepto por la luz de los mártires.
Buenas noches”.

Heba fue inmolada un viernes. No sabemos la hora. Quizá a las cinco de la tarde, como en el estremecedor poema Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca. Pero hoy, recordando el sacrifico de la poetisa palestina, evocamos uno de los versos del gran poeta español:

Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.

Buscaba su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.

Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró la sangre abierta.

¡No me digáis que la vea!

No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

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