El campesino es un sujeto intercultural involucrado vitalmente en el trabajo directo con la tierra y la naturaleza, inmerso en formas de organización social basadas en el trabajo familiar y comunitario no remunerado o en la venta de su fuerza de trabajo
Carlos Fernández
Larga ha sido la lucha de los campesinos porque se les reconozca una identidad específica en el concierto de los sectores sociales del país como sujetos de derechos específicos.
Mientras grupos étnicos como las negritudes y los indígenas, mediante luchas enconadas, han logrado una normatividad generadora de discriminación positiva hacia ellos, los campesinos como sector social no logran todavía una normatividad similar.
En los últimos años, gracias a la intervención del poder judicial, mediante la sentencia STP 2028 de la Corte Suprema de Justicia, se ha desencadenado un proceso de caracterización de la población campesina que apunta a lograr normas legales y medidas de política pública, que tengan en cuenta la precariedad de su situación y apunten a un mejoramiento de sus condiciones de existencia.
Los avances
Un antecedente reciente de esta lucha se presenta cuando una serie de organizaciones de productores campesinos, de carácter nacional y regional, ante la resistencia gubernamental, presentan una acción de tutela para que se incluyeran en el censo de población y vivienda, de 2018, preguntas conducentes a distinguir el campesinado dentro del conjunto de la población colombiana.
La tutela llevó a la Corte a expedir la sentencia mencionada, en la cual hace un llamado a distintas entidades del gobierno para que incluyeran la categoría de campesino en los instrumentos censales del país.
Lo primero que se hizo fue conformar una comisión de expertos en la materia, bajo el auspicio del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH. Esta comisión produjo, en julio de 2018, un documento básico en el que se define al campesino como “sujeto intercultural, que se identifica como tal, involucrado vitalmente en el trabajo directo con la tierra y la naturaleza, inmerso en formas de organización social basadas en el trabajo familiar y comunitario no remunerado o en la venta de su fuerza de trabajo”.
Posteriormente, el DANE, que no incluyó preguntas específicas sobre el campesinado en el censo de 2018, ha construido e incorporado en diversos instrumentos censales (Encuesta Nacional Agropecuaria, Gran Encuesta Integrada de Hogares, Encuesta Nacional de Calidad de Vida, Encuesta de Cultura Política y otros) preguntas específicas relacionadas con el ser campesino, tal como lo definió la comisión.
De ahí que ya se tenga una serie de resultados para diseñar políticas dirigidas expresamente a buscar el bienestar de esta parte de la población colombiana, que ha jugado un papel primordial en la configuración de la nación y que es la que más ha sufrido la violencia caracterizadora del proceso de despojo de la tierra.
Actualidad
Recientemente, el Comité Asesor del Sistema Estadístico Nacional, Casen, publicó un documento denominado Caracterización sociodemográfica del campesinado colombiano, en el que intenta divulgar lo logrado por el DANE en materia de información sobre la población campesina, a partir de los diferentes instrumentos censales mencionados más arriba. Es un intento de síntesis que, precisamente, por basarse en instrumentos distintos, no logra una unidad conceptual que facilite la caracterización. No era esa, tampoco, su pretensión.
El documento aspira a “construir una aproximación cuantitativa, descriptiva y exploratoria de las condiciones de vida de la población campesina”. El esfuerzo es importante. Hay que destacar, en particular, lo relacionado con la descripción que se hace en el documento del elemento subjetivo de la identidad campesina, cuando se les pregunta a los encuestados si se reconocen como campesinos y el resultado muestra una imbricación de identidades, pues parte de la población indígena y negra se ve a sí misma como campesina.
Esto es importante porque si bien la identificación identitaria (por raza, por etnia, por sexo, por orientación sexual, etc.) ha permitido reivindicar falencias importantes a nivel de cada uno de estos grupos de la población y proponer medidas para su superación, la identificación de la población de acuerdo a su posición respecto a los medios de producción, es decir, la identificación como pertenecientes a una determinada clase social sigue siendo la base para entender el tema del poder en la sociedad y de la lucha que deben adelantar las clases que viven del trabajo para quitarse esa coyunda de encima.
Como clase social
La simplificación teórica surgida de una lectura nada cuidadosa de Marx y de Lenin, que veía en el campesinado una clase en transición hacia la proletarización definitiva, estuvo en la base de grandes discusiones respecto al futuro de este sector de la población en los procesos revolucionarios.
Hoy en día, el campesino no se ve sólo como ocupando un lugar en el régimen productivo, sino como un sector de la población con características culturales y sociales que lo diferencian de la población no campesina. Pero sigue siendo un componente de la fuerza de trabajo que se liga al proceso productivo de diferente manera.
Ya el DANE viene diferenciando en la Gran Encuesta Integrada de Hogares, Geih, a la población campesina de la no campesina. Para el trimestre junio-agosto de 2023, se contabilizó una fuerza de trabajo total del país (esto es, la población en edad de trabajar que estaba empleada o que estaba buscando trabajo) del orden de las 25 millones 531 mil personas. De ellas, el 29,2 por ciento (7 millones 456 mil personas) se considera fuerza de trabajo campesina. A su vez, de la fuerza de trabajo campesina, 6 millones 872 mil personas estaban ocupadas.
Ahora bien, lo importante es cómo se ligan al proceso productivo esas casi siete millones de personas identificadas como campesinas. Los datos son los siguientes:
Del total de campesinos ocupados, el 54,5 por ciento correspondía a trabajadores por cuenta propia; el 24,8 por ciento, a obrero o empleado particular; el 8,8 por ciento, a jornalero o peón, y el resto, a diversas categorías como trabajador sin remuneración, empleado doméstico, trabajador del gobierno o empleador.
En el campo, el trabajador por cuenta propia corresponde, en su gran mayoría, al propietario o arrendatario que explota directamente su finca, sin perjuicio de que, eventual y esporádicamente, contrate fuerza de trabajo externa o se contrate como jornalero o como trabajador en las fincas de otros propietarios o en los centros poblados. También corresponden a esta categoría campesinos por cuenta propia que se ocupan de tiendas de su propiedad o arrendadas o transportistas que manejan su propio vehículo o vehículo alquilado.
Cabe señalar que el estudio del Casen identificó una proporción importante de estos campesinos que trabajan bajo el sistema de aparcería o terrazguería.
La política
Las elecciones territoriales del pasado 29 de octubre mostraron que una buena parte de la población del campo sigue ligada a la política tradicional. No se logra aún, plenamente, el salto que implique acabar con el gamonalismo local o regional.
Los avances logrados con el paro campesino, el Acuerdo de Paz, la elección de un gobierno progresista en 2022 y otros logros no se consolidan todavía suficientemente en el terreno político. Ligar las luchas campesinas con las urbanas, incluyendo a los distintos sectores sociales, con sus respectivas identidades, sigue siendo una tarea por cumplir.