viernes, febrero 7, 2025

Habitar la calle

Dentro de este móvil de tracción humana o debajo de esta sábana hay una vida, una historia. Hay sueños, también hay desdicha. Personas con proyectos, con visión del mundo, con actitud solidaria, defensa de la naturaleza y de los animales

Zabier Hernández Buelvas

Todas las mañanas, la persona que habita este mini cuarto andante, se despierta y levanta a las once o doce del mediodía. Sí, es tarde para el estándar general de la gente, pero su trabajo se alarga hasta la una, dos o tres de la madrugada, escudriñando y seleccionando en la basura lo que es reciclable para llevar a la bodega donde les pagan por libras el papel, el cartón, el plástico, metales y material que les permite comer y sobrevivir en la calle.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadistica, Dane, el país registra un total de 34.091 personas habitantes de calle. Nueve de cada diez habitantes de calle son hombres y la población de 24 a 34 años es el grupo de edad que más habita la calle en el país. Las frías estadísticas anulan la riqueza y complejidad de la experiencia.

Asumir el debate

Creo que todos y todas alguna vez en la vida hemos habitado la calle. Recuerdo las veladas poéticas y etílicas de una época bohemia e intensa de mi vida. Junto al poeta diletante Tarcisio Agramonte y un grupo de locos poetas. Recorríamos calles y bares en La Candelaria y la séptima toda la noche. Siempre terminábamos amaneciendo en el Parque las Nieves, leyendo poesía, tranzados en largos debate sobre poéticas y autores y tomando el mas barato vino de caja que encontrábamos en la vieja licorera y tienda al lado del Clásico Hotel Las Nieves. Al frente, el histórico Hotel Italia. ¡Vaya época!

Pasado el tiempo, me di cuenta que fuimos habitantes de la calle y del parque. Lo disfrutamos y fortalecimos amistades duraderas. Esta experiencia fue goce. Pero, habitar la calle es una problemática compleja que la humanidad, los gobiernos y los estados debemos asumir.

En general, en esta sociedad cada vez más prejuiciosa, de mirada peyorativa, discriminatoria y xenófoba, se tiende a creer que quien habita la calle, está conectado a la drogadicción. Hay casos. Pero en esta condición hay historias de vidas con otros orígenes. Personas que no desearían estar allí, que buscan solución a su problemática, tienen una opinión y un mundo por recuperar.

El carácter humano

Uno de las caras más complejas y difíciles, es aquella relacionada con niños, niñas y adolescentes que solo les queda esta alternativa para escapar de la realidad.

Un estudio realizado por Valencia B, Sánchez C, & otros (2014), los menores de 18 años que habitan la calle, suelen tener vínculos familiares débiles o inexistentes, convirtiendo la calle en su hábitat principal ya que consideran este como su único hogar. En esto inciden factores “tales como abandono, abuso sexual, maltrato físico, verbal y psicológico, falta de afecto incluso desintegración de los vínculos familiares”.

“Yo creo que caí en la calle por mi papá y eso y si pilla, no podía hacer nada porque era todo pequeño, cuando era chinche, él le pego un machetazo a mi mamá y a mí me hizo los lances y ahí pues que, si pilla, desde ahí, la mala”. Testimonio de Javier (mayo de 2019 Idipron Bogotá).

Eduardo. 10 años en la cárcel: “Cuando salí era todo nuevo, hasta el Transantiago. Mi familia me cerró las puertas y no hallaba dónde estar ni qué hacer y me quedé en la calle con un muchacho que me dijo que me iba a acostumbrar. Al día siguiente, me sentía cochino por haber dormido en la calle y esa sensación me duró una semana, aunque todavía me molesta, porque soy muy higiénico”, le cuenta a la Revista Diálogos de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Antes y más allá de la problemática urbana y social, está el carácter humano del habitar la calle. Aquí si cabe literalmente “ponerse en los zapatos del otro” ¿Estamos preparados?

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