Nuestras luchas son para proteger a la vida en los territorios, son por el derecho a nuestras memorias para alcanzar la autonomía como pueblos, a la soberanía, a un desarrollo respetuoso con la madre tierra y a convivir en comunidad
Beatriz Hernández
Al describir las corrientes feministas que toman fuerza en Latinoamérica encontramos que las luchas territoriales nos han llevado a reinventarnos a partir de la interpretación de la defensa de la vida, donde el territorio es todo. Desde el lugar habitado, los usos frente al lugar, como nos relacionamos con el espacio. El primer territorio es nuestro cuerpo, como lo reafirman las mujeres indígenas del Caribe con Aty la concejala indígena arhuaca.
Yayo Herrero antropóloga, ingeniera, profesora y activista ecofeminista española, describe que los ecofeminismos enfrentan hoy la llamada cuarta revolución industrial, donde la búsqueda de materias primas para seguir moviendo la economía y el cambio climático y tratados como los TLC, imponen la importación de alimentos, maquinaria, tecnología y hasta mano de obra, incluso para alcanzar proyectos alternativos ecológicos también se necesitan insumos minero energéticos, es decir, materiales que son la materia prima y que crearán máquinas, que serán utilizados para diseñar “desarrollo sostenible”. Todo esto en tiempos donde ya no hay reservas minero energéticas, como el llamado “pico del petróleo”
Romper el equilibrio
El trabajo en el desarrollo capitalista solo llama trabajo al que produce ingreso económico, por eso se desconoce la fuerza de trabajo de todas las personas que sobreviven del rebusque, pues no genera derechos posteriores como la pensión.
El capital enfrenta el problema del cambio climático -y este no es solo el frio subiendo o el calor aumentando- es la alteración en el orden de la biodiversidad, cambios extremos de la conducta de la naturaleza que rompe con el equilibrio y se cambia también la biodiversidad, donde no todas se pueden adaptar rápidamente y por eso desaparecen.
Hay una correlación entre la diversidad cultural y la biodiversidad biológica, que muestra precisamente como las especies nos adaptamos y nos transformamos en relación también con la biodiversidad y sus cambios. Yayo Herrero nos recuerda que se nos olvida que también somos otra especie que corre el riesgo de desaparecer, que todo lo que nos acompaña en esta aventura planetaria también nos afecta, y que lo que hacemos es romper ese equilibrio para alcanzar la satisfacción de necesidades creadas en dependencia al mercado.
Tensiones
Hay una crisis de las economías del cuidado. En el norte global las mujeres han protagonizado y conquistado unos logros en derechos, como la reivindicación del empleo remunerado para acceder a derechos plenos y a la autonomía financiera, configurando tensiones con el gran capital.
Sin embargo, las mujeres para ganar sueldos que permitan su sostenibilidad, deben aumentar sus horas de trabajo y por tanto se les ha sobrecargado las tareas del cuidado, es decir, hay un alto nivel de gente envejeciendo y que requiere del cuidado. Además, cada vez más tenemos menos hijes. Y eso afecta estrechamente la potencialidad de la fuerza de trabajo para seguir moviendo la economía.
En ese desarrollo, creímos el cuento de la ciudad y nos obligaron a dejar el campo. La lógica androcéntrica de la ciudad supone la seguridad del trabajo y el hogar al mismo tiempo. No obstante, la ciudad no puede suplir todas las necesidades humanas, alejando a la ciudadanía de la soberanía alimentaria. No somos dueños de las semillas, entramos en la absoluta dependencia del mercado, dejamos de ser propietarios del cultivo.
La vida es la consigna
Para Colombia la guerra fue un factor determinante en las nuevas formas de acumulación de la tierra, prácticas de despojo aprendidas de nuestros colonizadores. Por eso también esta reflexión me recuerda a Adriana Guzmán y el feminismo decolonial, indígena, latinoamericano y popular, más allá de la academia, que nace en el reconocimiento desde los territorios de las mujeres, sus luchas y de las comunidades en la búsqueda de la desnaturalización del patriarcado, que se refleja en la relación de hombres y mujeres, en la construcción del poder, de la gobernanza, de los valores sociales, de la fuerza cultural, de vivir y habitar el territorio.
Adriana afirma que el feminismo latinoamericano no es el feminismo europeo, ni occidental, pues a pesar de que hay escuelas feministas que han llegado con el viento de la academia, la fuerza de nuestro feminismo nace de desenmarañar los efectos de la colonialidad, de despojo, en la reconexión con nuestras civilizaciones, con nuestras ancestralidades, en la defensa de la vida, para la humanidad y para toda la biodiversidad.
Nuestros feminismos desde Abya Yala nacen de la tierra sin acceso, no solo es la carencia en la participación del poder, en votar o elegir. Nuestras luchas son para proteger a la vida en territorios, son por el derecho a nuestras memorias, a alcanzar la autonomía como pueblos, a la soberanía, a un desarrollo respetuoso con la madre tierra, a convivir en comunidad.
Hoy la vida es la consigna, la posibilidad de vivir, de habitar, de alcanzar la plenitud y equilibrio entre la vida material y nuestra propia sostenibilidad en el tiempo sin romper el equilibrio con la biodiversidad.
En el caso colombiano vemos una terrible depreciación de la vida, que permite que se construyan memorias de una violencia basadas en estrategias de acumulación, sin hablar de los mercados ilegales: drogas, deforestación, licencias fraudulentas, coimas para explotar reservas naturales de vital importancia para la humanidad como el páramo de Santurbán, la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá, la Amazonia y hasta el Sumapaz.
Otro ejemplo es el caso del desvío del río Ranchería y todas sus nefastas consecuencias. Para el año 2008 el Instituto Latinoamericano para una Sociedad y un Derecho Alternativo, ILSA, había previsto a través de una tutela el riesgo que sufría la reserva ambiental del Caribe, en ese entonces la defensa de biodiversidad se daba en estrecha relación con la defensa y protección de los valores culturales.
Por eso la biodiversidad es en sí misma considerada un sujeto especial de protección. Es necesario desarrollar una fuerza argumentativa para defender la vida sobre el modelo de desarrollo impuesto.
Una respuesta
Es necesario deconstruir el engranaje del patriarcado, tal y como lo expresa la obra Calibán y la Bruja, de Silvia Federici, que señala elementos de esa deconstrucción. Por ejemplo, describe detalles de esa violencia contra las mujeres científicas en la edad media, donde los científicos hombres apoyaron las quemas de mujeres que habían adquirido conocimientos para controlar la reproducción, la anticoncepción o el aborto en momentos en que las pestes diezmaban la especie misma.
El aborto era la primera opción, esto no le servía al capitalismo, pues el desarrollo necesitaba por el contrario mucha mano de obra, volviéndose un tema médico el parto y se sustituyó a las comadronas por los hombres médicos y así se empieza a controlar la capacidad reproductiva de las mujeres, ahí vemos como la tecnociencia influye en esa estrecha relación con la biodiversidad y se pone al servicio del llamado desarrollo del capital.
Por eso es necesario desentrañar la dueñidad, es decir el patriarcado y la acumulación que nos describe Rita Segato en muchas de sus publicaciones, para romper los mitos creados por el capital y su desarrollo.
Respuesta a esta crisis social: 1. La movilización de los pueblos 2. La economía alternativa de las comunidades utópicas. 3. La huerta comunitaria, el cooperativismo, despensas solidarias, iniciativas pequeñas que dan valor para afrontar el problema estructural del modelo de desarrollo que nos deja sin vida, derechos y sin paz.
Es necesario tejer el valor de la colectividad. Un pacto por la vida y por la paz.