Comenzando la década de los setenta, la máxima instancia del Partido Comunista de Colombia, concluyó que se debía aprovechar el auge del movimiento de masas para lograr una apertura democrática ante las políticas absolutistas de la oligarquía bipartidista y la burguesía monopolista
Alejandro Cifuentes
Los cinco años que mediaron entre el X y el XI Congreso del Partido Comunista de Colombia estuvieron marcados por cambios importantes a nivel nacional, pero también por la apertura de una esperanza de cambio en América Latina. A finales de 1970, en Chile el candidato de la Unidad Popular, Salvador Allende, logró imponerse en las urnas, hecho que fue leído como un avance fundamental de las fuerzas populares y las luchas antiimperialistas.
Entre tanto, la situación colombiana evolucionaba hacia un empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora, la profundización de la violencia y el avance de la reacción frente al problema agrario. Aunque el Frente Nacional se había ido descomponiendo, las élites bipartidistas hicieron todo lo posible para ampliar su fecha de caducidad.
Inicialmente liberales y conservadores habían pactado que su acuerdo para monopolizar el Estado iba a durar 12 años, pero este fue extendido a 16. Para reemplazar a Carlos Lleras Restrepo se propuso el nombre del conservador Misael Pastrana. Sin embargo, Pastrana fue desafiado por la resucitada figura de Gustavo Rojas Pinilla.
La situación nacional
El Frente Nacional había sido criticado también al interior de los partidos tradicionales y no solo por fuerzas alternativas como el PCC. En 1959 Alfonso López Michelsen creó el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, para oponerse al excluyente pacto. Los comunistas confluyeron con esta fuerza popular y democrática, y aprovecharon su relación con López para dar la lucha parlamentaria desde esta plataforma, que al ser parte del liberalismo no quedaba excluida del debate político.
Pero en 1964 desde el conservatismo también surgió una respuesta al Frente Nacional, la Alianza Nacional Popular, Anapo. Con los años, esta propuesta fue aglutinando también a algunos liberales y socialistas, y en 1970 presentó como candidato a la presidencia al exdictador Rojas Pinilla.
Las elecciones de aquel año resultaron polémicas. Rojas Pinilla había logrado aunar un amplio apoyo a su candidatura. Al finalizar el 19 de abril, día del escrutinio, todo parecía indicar que el militar retirado sería el nuevo presidente de Colombia. No obstante, varios hechos en el transcurso de la noche, incluido un sospechoso corte de energía, le impidió a la ciudadanía seguir de cerca la evolución del conteo. Al amanecer del día 20 la Registraduría declaró vencedor a Pastrana.
Este personaje representó desde el principio de su gobierno los intereses de los grandes terratenientes que buscaban frenar la reforma agraria iniciada en 1961 y que temían la radicalización del movimiento campesino agrupado en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC.
Además, se venía viviendo una creciente monopolización de la economía, proceso en el cual el capital bancario empezaba a demostrar su primacía y en el que también tenía un rol central el capital extranjero. De hecho, los comunistas durante su XI Congreso insistieron en que la monopolización de la economía se venía configurando con un fuerte apoyo exterior y con grandes presiones de parte del Fondo Monetario Internacional.
Esto profundizaba el carácter dependiente del capitalismo colombiano, liderado por una burguesía que se fortalecía a partir del empeoramiento de la situación de las masas populares y las capas medias de la sociedad, así como conciliando y entrelazándose con el imperialismo.
El desarrollo del IX Congreso
El máximo encuentro de los comunistas colombianos fue convocado nuevamente en julio de 1971. Este fue citado para llevarse a cabo en Bogotá entre el 6 y el 10 de diciembre de ese año. El nuevo Congreso era antes que nada una manifestación contra el desarrollo antidemocrático del régimen. El informe político presentado a este encuentro establecía los diversos mecanismos de los que se valía la oligarquía bipartidista para mantener vigente el Frente Nacional.
Desde el llamado “desmonte gradual”, hasta la extensión del sistema paritario en lo administrativo, fueron herramientas eficaces para proyectar el acuerdo de 1957 hasta el año de 1978 y sirvió, a criterio del PCC, para obstruir el desarrollo de nuevas colectividades políticas del tipo de la Anapo.
Tal realidad venía acompañada de una creciente militarización. Esta la había evidenciado ya el X Congreso, pero en los últimos cinco años había empeorado. So pretexto de litigios internacionales, el militarismo había llevado al país a armarse cada vez más y con ello dilapidó ingentes sumas de dinero. Pero a la vez que se denunciaba tal situación, el Partido mantenía la línea trazada por el X Congreso, al establecer la distinción entre altos mandos militares sometidos incondicionalmente al imperialismo, con la tropa y oficialidad demócrata, que podían ponerse eventualmente del lado del pueblo.
Como salida a todos estos problemas, los comunistas siguieron insistiendo en una posición histórica: la unidad de las fuerzas democráticas y populares. El XI Congreso llamó a la unidad de acción de la clase obrera y a conformar un frente único que le diera cohesión a un gran movimiento popular unitario. Esta política ya había generado sus réditos. El XI Congreso consideró que la descomposición del bipartidismo no era un hecho espontáneo, sino que se debía a las luchas populares por la democracia en las que había confluido el PCC.
La guerra y la situación internacional
Como se señaló previamente, el XI Congreso se llevó a cabo apenas un año después del triunfo de la Unidad Popular en Chile. Este fue un hecho de suma importancia para el PCC, que en su máximo encuentro de 1971 contó con la presencia de Luis Corvalán, secretario general del Partido Comunista de Chile.
Para el PCC, la victoria de Allende abría un nuevo capítulo de las luchas de los pueblos latinoamericanos, con la clase obrera y sus partidos a la cabeza. Estas fuerzas políticas y sociales hicieron un uso revolucionario de las elecciones y comenzaron un avance hacia la completa conquista del poder. A su vez, la victoria popular chilena marcaba un nuevo auge de las luchas sociales, que inicialmente habían sido estimuladas por la Revolución Cubana en 1959.
Por otro lado, el XI Congreso hizo un nuevo balance del movimiento guerrillero para entender su significación. Se señaló que, tras el ataque a Marquetalia en 1964, este movimiento entró en una nueva etapa, marcada por sus acciones de resistencia a la estrategia contrainsurgente del Estado. Además, a las Farc se sumaron nuevas guerrillas como el ELN y el EPL, empero, las diferencias políticas les habían impedido a estas organizaciones crear una acción unitaria.
Ahora bien, siguiendo el pasado Congreso, el PCC insistió durante su XI encuentro que las experiencias guerrilleras demostraban que no se podía hegemonizar una sola forma de lucha, pues las masas organizaban sus métodos de acción según cada situación concreta. De esta forma, el PCC afirmó que la lucha guerrillera no podía forzarse, implantándose artificialmente según la voluntad de cada quien. Si esta no correspondía a una necesidad de las masas oprimidas por el latifundismo, no tenía cabida alguna. Esto lo demostraba la autodefensa.
Esta política que había resultado tan útil en el pasado al movimiento agrario y a los comunistas mismos, entró en declive, sobre todo en las zonas donde no se sentía directamente la amenaza de agresión armada, aunque los auges sociales en el campo y la ciudad exigían una política de autodefensa para encarar la creciente represión social.
El XI Congreso concluyó que había que aprovechar el auge del movimiento de masas en el campo y la ciudad para lograr una apertura democrática ante las aspiraciones absolutistas de la oligarquía bipartidista y la burguesía monopolista.