El futuro llegó tal vez un poco más rápido de lo que esperábamos. No hay trenes de alta velocidad ni autos que vuelen por los cielos para evitar los trancones. A cambio, tenemos un sistema de buses, controlado por intereses particulares, que vulnera a los usuarios, casi por venganza a lo que nunca pudo ser
Tránsito Rojas
Muchas personas en la década de los ochenta imaginaban que para el año 2020 habría vehículos voladores de uso común, similares a lo que se veía en películas de ciencia ficción. Se pensaba que los autos voladores serían una solución a los problemas de congestión del tráfico en las ciudades. La automatización del transporte era otra idea popular.
Se imaginaba que los vehículos serían completamente automatizados, capaces de conducirse por sí mismos sin necesidad de intervención humana. Este concepto estaba relacionado con la idea de hacer el transporte más eficiente y seguro. Se esperaba que los vehículos del futuro estuvieran equipados con tecnología avanzada, como sistemas de navegación computarizados, comunicación inalámbrica y características de seguridad mejoradas.
Esperaban que el transporte público se volviera más eficiente y rápido, con trenes de alta velocidad y sistemas de transporte masivo que conectarían las ciudades de manera más efectiva. Con el aumento de la conciencia ambiental, también se esperaba que el transporte en el futuro fuera más sostenible, con la adopción generalizada de vehículos eléctricos y otras formas de transporte más amigables con el medio ambiente.
El futuro en Bogotá
Sin embargo, nadie se habría imaginado que en pleno 2024 en Bogotá, la ciudad más grande de Colombia, ni siquiera hay un sistema de metro. Los ciudadanos atraviesan la ciudad en buses, cuyas estaciones se han convertido en pequeñas cárceles. Nada de volar por los cielos para evitar los trancones. Los buses rojos y amarillos, remedo de la bandera de la capital, andan reventados en horas pico porque no dan abasto con la cantidad de gente que habita y se moviliza en la cotidianidad capitalina.
Tampoco pudieron imaginarse hace 40 años que el sistema se iba a convertir en el interés económico de privados, quienes hacen hasta lo imposible por capturar cada centavo, lo cual implicó que, en el Portal Américas de este sistema de buses, llamado Transmilenio, una perrita quedara atrapada en una puerta ‘anticolados’ mientras su dueña pasaba los torniquetes. El animal sufrió heridas y quedó atrapado durante más de una hora.
A pesar de la angustia, el personal de Transmilenio se negó a ayudar, exigiendo la intervención de bomberos. Finalmente, el esposo de la dueña rescató a la perrita con una segueta antes de que llegaran los bomberos. La reacción lenta del personal de los buses generó críticas en redes sociales. ¡Cómo no podría serlo! el transporte del futuro no garantiza la integridad a los seres vivos que deben tomarlo.
Para acabar de completar, la Policía alertó al esposo sobre posibles cargos por «daño a bien ajeno», y Transmilenio solicitó $900,000 para reparaciones. Mientras todo esto ocurría, la perrita no recibió atención médica a pesar de presentar señales de daño interno. Pero ¿cómo es posible?, si en el 2024 íbamos a transportarnos en trenes de alta velocidad que iban a garantizar llegar seguros a nuestros destinos.
Transmilenio, intentando defender lo indefendible, argumentó que el sistema de torniquetes está diseñado exclusivamente para personas y que las puertas de vidrio son para animales de compañía. La responsabilidad sobre las mascotas recae en los propietarios, según el comunicado, quienes deben conocer las normas y prevenir accidentes durante su desplazamiento.
Coincidencialmente, después de este y otros inconvenientes que presentaron los usuarios con las puertas, el transporte del futuro dijo que no iba a continuar con la instalación de dichos accesos al sistema. Ahora, ¿cómo podrán hacer para defenderse del terrible presente, de los desconsiderados usuarios y de los colados, que representan un grave problema para el funcionamiento del mejor sistema de transporte del país?
