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El mundo implacable y desgarrado de Carlos Arturo Truque

Los cuentos del escritor chocoano describen, en el lenguaje más sencillo y del modo más directo, las pasiones humanas que envolvieron en climas de violencia fratricida a los colombianos en los años cuarenta y cincuenta

José Luis Díaz-Granados

El itinerario vital y literario de Carlos Arturo Truque no fue, ciertamente, extenso. Tan solo cuarenta y tres años fue la edad de su residencia en la tierra. Sin embargo, nos legó una obra narrativa de tan profunda significación social y de tan deslumbrante belleza, que ahora, al editarse en forma definitiva con el título Vivan los compañeros, podemos disfrutarla, estudiarla y admirarla en su justa medida.

Truque nació en la población chocoana de Condoto el 28 de octubre de 1927. Muy joven contrajo matrimonio con doña Nelly Vélez Benítez y fue padre de tres hijas: Sonia, Yvonne y Colombia. Las tres se dedican con ejemplar rigor al oficio de escribir. Desde niño, Carlos Arturo Truque residió en Buenaventura, Valle, donde inició sus estudios primarios. Más adelante, en Cali, cursó los secundarios en el Colegio de Santa Librada, los cuales terminó en el Liceo de la Universidad del Cauca. En este centro docente realizó un año de Ingeniería Civil.

Pero fue precisamente en Popayán, al comienzo de su juventud, cuando sintió la necesidad de expresarse a través de la palabra escrita. Inicialmente fue colaborador de varias revistas estudiantiles, con poemas que publicaba bajo el seudónimo de “Charles Blaine”. Posteriormente publicó artículos literarios en diversos periódicos del país y a finales de 1951 fue galardonado con un premio especial en el Festival Medellín-RDA por su drama titulado Hay que vivir en paz.

Meritoria hoja de vida

En 1953 ganó el Premio “Espiral” con su libro Granizada y otros cuentos. Al año siguiente se le otorgó el Tercer Premio en el concurso organizado por la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia, con su cuento Vivan los compañeros. En esa oportunidad, el Primer Premio lo obtuvo Gabriel García Márquez con Un día después del sábado, su primer relato ambientado en Macondo.

En 1958 recibió Truque un galardón en el concurso folklórico en Manizales; ganó el Primer Premio de Cuento auspiciado por el diario El Tiempo con su obra Sonatina para dos tambores y en 1965 obtuvo Mención de Honor en el V Festival Nacional de Arte con su obra El día que terminó el verano.

A su breve, pero fecunda y meritoria hoja de vida podríamos agregar los datos de su trabajo civil: laboró por algún tiempo en la Flota Mercante Grancolombiana; fue secretario del Instituto de Estudios Históricos del Ministerio de Educación Nacional; subdirector de Extensión Cultural del Departamento de Cundinamarca y agregado de Prensa de la Embajada de Haití en Colombia. Además, fue libretista de la Radiodifusora Nacional y de la televisión, así como también, se desempeñó como traductor de textos en inglés y francés de varias revistas como el Boletín de la Radio Nacional y Contemporánea.

Breve y maravillosa

La obra de Truque, breve y maravillosa, es una de las pocas de la narrativa colombiana que ha captado la realidad con poderosa fuerza descriptiva y asombrosa fidelidad en la exaltación de las pasiones humanas dentro de un mundo implacable y desgarrado.

De ahí que a pesar del parco reconocimiento que la sociedad colombiana demuestra a sus auténticos valores culturales, los cuentos de este notable narrador chocoano se abren paso contra viento y marea, echando puertas abajo, derribando insondables muros críticos y cruzando fronteras y océanos hasta lograr enraizarse en la conciencia de innumerables lectores tanto en español como en otras lenguas.

Textos y relatos suyos se han compilado en: Antología del cuento colombiano (1959), Cuentos colombianos (tomo III, 1973) y Cuentos colombianos (tomo II, 1980) (con estudio analítico e histórico), obras del crítico samario Eduardo Pachón Padilla; en Tres cuentos colombianos, publicación del Ministerio de Educación Nacional (1954); 26 cuentos colombianos, editados por El Tiempo (1959); Colombia literaria, entrevistas de J. M. Álvarez D’Orsonville (vol. III, 1960); Los mejores cuentos colombianos, selección de Daniel Arango (tomo II, 1960); Nuevos narradores colombianos, de Fernando Arbeláez (1968); Cuento negrista suramericano, selección de Cyrus Stanley (1973), y Crónica imaginaria de la violencia colombiana, selección de Roberto Ruiz Rojas y César Valencia Solanilla (1977).

Lo más difundido

Facsímil de una obra de Truque

A otros idiomas han sido vertidos: Vivan los compañeros (ruso): Laly (Moscú, URSS, 1963); (francés): Europe (París 1964); (alemán): en Das Duell und Andere Kolumbianische Erzahlungen, por Peter Schultze-Kratf (1969), y al inglés, en una antología preparada por Cyrus Stanley, auspiciada por la Universidad de Howard, USA.

Las ediciones originales de la obra de Truque son: Granizada y otros cuentos, Bogotá, Editorial Iqueima, 1953 y El día que terminó el verano y otros relatos, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, (Colección Popular, 99), 1973.

Sus cuentos más difundidos son: Vivan los compañeros, Granizada, Sonatina para dos tambores y La noche de San Silvestre, los que a juicio del crítico Pachón Padilla “son los más acertados (porque) puede advertirse sobre todo gran habilidad para dilucidar sus temas, sin provocar censuras, como escritor político o de tesis, apareciendo únicamente como un imparcial exégeta de las clases desvalidas”.

Truque –quien falleció prematuramente en el puerto de Buenaventura el 8 de enero de 1970– fue un escritor que asumió su destino con absoluta devoción, consciente de que sólo anteponiendo la dedicación al oficio literario a las demás actividades, aun en las más difíciles circunstancias vitales, es posible lograr una aproximación a la obra de arte.

Su sentido del rigor, la honestidad autocrítica, la búsqueda constante de renovadas técnicas que enriquecieran el relato y la exploración permanente por las junglas prodigiosas del lenguaje forjaron una obra que, ahora, después de varias décadas de producida, irradia un auténtico espíritu americanista porque retrata certeramente, recreando las profundas grietas que sumergen a nuestras sociedades en la más alarmante caverna de descomposición moral.

Los cuentos de Carlos Arturo Truque describen, en el lenguaje más sencillo y del modo más directo, las pasiones humanas que envolvieron en climas de violencia fratricida a los colombianos en los años cuarenta y cincuenta. Sus temas predilectos para la narración son los de la crítica social, aquellos donde se ve y se sufre la mala distribución de la riqueza en una nación como Colombia donde abundan el analfabetismo, la miseria, el hambre, el vicio y, lógicamente, la violencia en todas sus categorías.

Cimientos del relato

Pero esto no quiere decir que Truque incurra en el pecado de lesa literatura –que cometieron muchos de sus contemporáneos–, de pretender convertir en cuentos algunos sumarios y expedientes de los juzgados o de enumerar las quejumbres de las víctimas o de describir vanamente las sequías, los inviernos y demás fenómenos de la naturaleza. Al contrario: cuentista conocedor de los profundos e invisibles cimientos que sostienen el relato, Truque enriquece sus historias con toda suerte de tempestades espirituales y vitales.

Y como en Hemingway, a quien seguramente leyó y estudió con ahínco en los años de su formación, sus personajes están anegados de alcohol y desesperanza, de amores descarnados y venganzas ocultas, de seres a veces infortunados que se juegan la vida o se la apuestan al más incierto de los destinos en la mismísima piel del infierno, –hosca ciudad o campo desolado–, que a menudo se toca con la de la ternura, que es la piel del paraíso.

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