La diputada indígena Rosalba Ipia Ulcué habló con VOZ sobre su experiencia al interior del cabildo departamental, los liderazgos femeninos en las comunidades ancestrales, el persistente conflicto armado y los caminos de la reconciliación en un territorio golpeado por la violencia
Ana Elsa Rojas
En 2019 la lideresa indígena Rosalba Ipia Ulcué logró un asiento en la asamblea departamental de Cauca. Lo logró gracias a los casi 8.000 votos alcanzados con la coalición entre el Movimiento Alternativo Indígena y Social, MAIS, y el Polo Democrático Alternativo. Desde ese momento se ha convertido en una de las principales voceras de las causas justas del pueblo caucano por paz y justicia social.
Antes de llegar al cabildo departamental, Rosalba fue la coordinadora de la Universidad Autónoma Indígena Intercultural. Además, es licenciada en lingüística y educación, con una especialización en educación indígena. VOZ habló con ella en el marco del pasado 25 de noviembre, Día Internacional contra la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres.
Diputada, preséntese con nuestras lectoras y lectores…
-Yo soy Rosalba Ipia Ulcué, del municipio Toribío y a la vez territorio de Jambaló, pueblo Nasa. Como autoridad tradicional, fui encargada por las autoridades indígenas de dirigir la primera Universidad Indígena Autónoma Intercultural, que es del Consejo Regional Indígena del Cauca. Después de esta experiencia me delegaron la responsabilidad de ser diputada en la Asamblea Departamental del Cauca.
¿Cómo está compuesto su núcleo familiar?
-Tengo dos hijos, uno de 17 y mi niña que tiene 10 años. Mi compañero fue asesinado por las FARC en 2012 por tener la representación y hacer el ejercicio de coordinador de la Guardia Indígena en el territorio ancestral de Jambaló.
Liderazgo femenino
Esta actividad, que es una responsabilidad también política, la crianza del hijo y la hija, ¿le ha acarreado alguna limitación para el ejercicio de su liderazgo?
-Los ejercicios sociales y políticos en nuestra cultura son delegados por nuestras colectividades. Tenemos la posibilidad de mantener las estrategias de coordinación con la comunidad y asumir la responsabilidad familiar. No es fácil pero ahí vamos, siempre con el apoyo de la familia.
¿En la comunidad indígena hay violencia política contra las mujeres?
-Es algo complejo en nuestros territorios porque prima el machismo en los distintos liderazgos. La mujer sigue siendo vista para los quehaceres domésticos y el nivel de formación académica sigue siendo muy débil para nuestras compañeras. Sin embargo, muchas hemos logrado salir adelante, no solo por el apoyo sino también por el ejercicio individual de liderar procesos en la comunidad.
¿Cómo fue la experiencia de establecer una cátedra con perspectiva de género en la Universidad Indígena?
-Lo hicimos gracias a que, en los territorios indígenas, tanto locales y regionales, existen programas y procesos de mujeres. Significa que somos reconocidas a partir de las juntas directivas y asambleas comunitarias donde se deciden las políticas indígenas. No es suficiente, sin embargo, ya en los espacios educativos e instituciones lo que se está haciendo es la vinculación de mayoras espirituales y de las mujeres en la política.
¿Cuál es el sentido de los programas pedagógicos que tienen al interior de la Universidad Indígena?
-La pérdida de nuestras ceremonias y de nuestra espiritualidad ha hecho que tengamos estos grandes vacíos. En muchos territorios ya no practicamos nuestra medicina propia, esto implica que desde antes del embarazo se hace un sinnúmero de prácticas culturales como familia, como colectividad. La pérdida de nuestras prácticas espirituales es herencia del colonialismo que nos ha llevado a aprender otros valores, otras lógicas de pensamiento que no han sido las nuestras.
Por eso en el Cauca, como organización indígena, hoy tenemos una universidad indígena que nos permite recrear, vitalizar y construir los conocimientos y la sabiduría en esa relación con el territorio a través de los mayores y mayoras.
En la vida espiritual
En la Asamblea, ¿ha notado discriminación o violencia en contra suya por el hecho de ser mujer e indígena?
-Soy la única mujer de doce diputados. Tenemos esa herencia política que determina que el hombre es el hombre. Cuando una dice, quiero hacer parte de la mesa directiva, son como que, “sí está bien, eres mujer y está bien”. Siento que, si fuera un poco más pasiva, serían más felices. Pero no lo soy, digo lo que tengo que decir en espacios formales e informales. Somos conscientes que debemos tener cuidado.
Recordemos a varias mujeres indígenas que han sido víctimas de la violencia política y social en el territorio…
–En este momento hay muchas compañeras indígenas que han caído. Cuando digo que han caído es que están en la vida espiritual, no nos gusta decir que están muertas. Dieron su vida compañeras como Cristina del resguardo de Tacueyó, recordada siempre como la gobernadora de la laguna. Hay otras mujeres que la naturaleza nos ha dado oportunidades de estar, como la mayora y senadora indígena Aída Quilcué que ha sido violentada y sigue siendo violentada por el Estado. Son muchos más ejemplos, pero resalto estos dos por su simbolismo al interior de nuestro proceso como mujeres indígenas.
La vida como centro
Como víctima directa del conflicto, ¿hay reconciliación con los victimarios?
-Tuve la oportunidad de conversar con un excomandante de las FARC. De frente le dije sobre todo el daño familiar, colectivo y político que cometieron. Sin embargo, hemos logrado superar esta situación y así seguirle apostando en esa construcción de paz que tanto anhelamos.
¿Es posible la reconciliación?
-Creo que sí. Tenemos que llorar, pero también debemos ser fuertes para seguir hilando nuestros pensamientos y para seguir defendiendo la vida. Es lo que más nos importa, la vida de los seres humanos y los seres que están en la naturaleza. Si no somos equilibrados entre todos y todas, no tendremos comunidad ni Madre Tierra que cuidar.
El Cauca tiene por primera vez un gobernador afrodescendiente. ¿Cuál es la evaluación que haces como diputada indígena?
-Llevamos dos cuatrienios con la política pública de la mujer sin terminar. Hasta el 2023 se proyecta que estará terminada. Destaco la participación de las mujeres afros e indígenas en el proceso como un gran avance. Pero el retraso como una evidencia del problema. Cuando fue el señor Temístocles Ortega el gobernador, luego el doctor Campo y ahora el señor Elías, todos se comprometieron, pero la realidad nos dice que no hay la voluntad política para este frente tan importante. En este momento no deberíamos estar hablando de construcción de la política pública, sino de su implementación.