Cristo es negro porque se solidariza con las víctimas crucificadas por el racismo institucional que infringe dolor, sufrimientos, humilla, denigra la dignidad humana
Alberto Acevedo
La imagen de Jesús, Dios hecho hombre, ha sido objeto de culto, a veces exagerado. La iconografía presenta a un joven apuesto, milagroso, hermoso, de cabellos plateados, de ojos azules (en algunas películas), supremamente bondadoso y bueno.
Por eso, hablar de un Cristo negro puede llamar la atención a más de uno, que se quedaría anonadado; algunos calificarían la figura como una herejía. Pero en el mundo hay imágenes de un Cristo negro que son objeto de veneración. También las hay de vírgenes negras. Y desee luego, de angelitos negros.
En el cancionero colombiano tuvo amplia acogida la canción Angelitos negros, interpretada por Antonio Machín, en realidad la musicalización de un poema del mismo nombre del vate venezolano Andrés Eloy Blanco.
“Pintor de santos de alcoba,/ pintor sin tierra en el pecho/ que cuando pintas tus santos/ no te acuerdas de tu pueblo,/ que cuando pintas tus Vírgenes/ pintas angelitos bellos,/ pero nunca te acordaste/ de pintar un ángel negro.
» Pintor nacido en mi tierra,/ con el pincel extranjero,/ pintor que sigues el rumbo/ de tantos pintores viejos/ aunque la Virgen sea blanca,/ píntame angelitos negros”.
Contra la discriminación racial
Quienes han seguido la obra de Andrés Eloy Blanco insinúan que con este poema el autor venezolano se quejaba de la discriminación racial. En sus versos insinúa que los negros también van al cielo, a pesar de su condición humilde.
En este sentido ─y sería un buen ejercicio para estos días de Semana Santa─ valdría la pena remitirse al origen humilde de Cristo. El profeta del siglo I nació en un hogar humilde, por momentos soportó la extrema pobreza de sus congéneres. Jesús era judío, artesano, pobre, que vivió y fue asesinado en Palestina, colonia del imperio romano.
El emperador reservaba para sí el control de la tierra de los campesinos y estos debían pagar altos impuestos, que no eran pocos. Si se veían ahogados por la carga tributaria, los administradores religiosos les incautaban la tierra. Este despojo a su vez los empujaba a más hambre, sed, miseria, enfermedades físicas y mentales, más endeudamiento.
Historial de sometimiento
El imperio y los líderes religiosos explotaban política y religiosamente a la población y el Ejército romano intimidaba y reprimía al pueblo, que en varias ocasiones protagonizó levantamientos, en uso legítimo del derecho de rebelión.
En ese contexto, Jesús optó por los pobres, los excluidos, los que eran satanizados como “impuros” y pecadores. En los evangelios se muestra a Jesús generoso con los excluidos y duro con los ricos y poderosos.
Y claro, en este contexto, decir que hay un Cristo negro desconcierta a más de uno. Pero el asunto aquí no es exactamente el color de la piel, sino entender en qué medida Cristo podría ser negro. En qué medida la negritud se reivindica en Cristo.
En pleno siglo XXI, los satanizados como ‘impuros’ podrían ser los negros haitianos que se alzan contra un régimen de injusticias y claman por el derecho a la vida, al trabajo, a la educación. O podrían ser los africanos migrantes indocumentados que llegan en frágiles embarcaciones ─si es que llegan─ a las costas europeas en pos de un sueño dorado, después de haber padecido el hambre y las guerras.
No es cosa del pasado
Podrían serlo también las comunidades negras del Chocó y del resto de la costa pacífica colombiana, maltratadas a lo largo de siglos, víctimas de la esclavitud en los albores de la República, y cinco siglos después todavía maltratadas y discriminadas. O los negros de la opulenta Cartagena, que igualmente los humilla y discrimina. No en vano dos ministras del actual gobierno progresista, la de Educación y la de la Igualdad, han reconocido que alguna vez en su vida fueron víctimas de discriminación racial.
Las lágrimas, que en esta misma semana santa derramó ante las cámaras de televisión el excelente jugador Vinicius Junior, delantero brasileño del Real Madrid, víctima de insultos racistas en plena cancha, son testimonio vivo de que el racismo no es cosa del pasado, sino una verdadera tragedia social que sigue manifestándose en forma aberrante.
Hay sectores sociales que, con razones fundadas, para sus creencias, creen que la negritud se funde con el pensamiento cristiano. Y por eso, entonces, hay un Cristo negro.
Otras figuras veneradas
En Guatemala, cada 15 de enero se venera la imagen del Cristo negro de Esquipulas, que recibe a fieles de México, Centroamérica y de otros países latinoamericanos. El origen de esta figura es humilde, derivada del anhelo de los habitantes de Santiago de Esquipulas de contar con un Dios generoso, del que les habían hablado los misioneros franciscanos en los albores de la nación.
Culto especial se le brinda a la imagen del Cristo Negro de Cáceres, en España, protegido por una cofradía de esa localidad, fundada en 1490. Está el Cristo Negro de Portobelo, en Panamá y, curiosamente en Santa Marta, Colombia, hay un santuario al Cristo Negro, en la parroquia de San Francisco.
En Italia, hay una tradición de adoración a la Virgen de Loreto, que guarda rasgos negros, pero también a la Virgen de Tindari, la de Oropa o la de Viggiano. En conjunto se les denomina las Vírgenes Negras y no pocos pueblos y ciudades son famosos por un santuario a la Virgen Negra. Expresiones artísticas similares se reflejan en la pintura y la escultura de un país con amplia tradición religiosa.
Dice Roberto Torres Collazo en un artículo en Rebelión: “Cristo es negro porque se solidariza con las víctimas crucificadas por el racismo institucional que infringe dolor, sufrimientos, humilla, denigra la dignidad humana, discrimina, margina, hiere la autoestima, arrebata sueños, niega oportunidades, genera graves desigualdades y hasta asesina.
» Recordemos lo que dijo Jesús: “todo lo que hacen a los demás, a mí me lo hacen. Mateo 25, 31-46. ¡Ojalá podamos decir algo parecido a lo que dijo Jesús!, todo lo que le hacen o le dejan de hacer a las negras y negros, a mí me lo hacen. No basta declarar que todos somos iguales a los ojos de Dios, es necesario crear las condiciones para que en la práctica se haga realidad esa gran verdad”.