En Colombia existen muchas agrupaciones feministas y solistas que se dedican al movimiento del hip hop, tanto en su producción musical como en su componente cultural. VOZ habló con Diana Avella, una de las mujeres con mayor trayectoria en este medio urbano
Anna Margoliner
@marxoliner
La rebeldía que caracteriza al movimiento del Hip Hop nacido en las calles y compuesto por cuatro elementos esenciales el Rap (canto), el Breaking (baile), el Grafitti (componente visual) y el Turntablism o DJing (componente musical), llegó a Colombia en la década de los ochenta y desde entonces ha resistido y crecido como movimiento urbano y cultural.
Los primeros escenarios de este estilo de vida que abarca toda una serie de reivindicaciones de las clases populares alrededor del mundo se encuentran en el famoso Bronx, barrio neoyorkino habitado principalmente por la comunidad afro y latinoamericana quienes encontraron en este movimiento una plataforma para mostrar a través del arte la convulsa cotidianidad de las calles.
Movimiento Hip Hop en Colombia
Fue Sylvia Robinson, conocida productora y promotora del rap quien promovió en la radio los primeros dos sencillos con los que la expresión musical del Hip Hop se daría a conocer en el mundo: Rapper’s Delight de The Sugarhill Gang y The Message de Grandmaster Flash and The Furious Five. El primero musicalizó la estética (breaking y graffiti) que venían conociendo los jóvenes de Bogotá, Medellín y Cali a través de las películas de la época, tales como Beat Street, Electric Boogaloo y Flashdance.
Desde allí se ha venido consolidando la escena que promueve el Hip Hop como movimiento en el país. Su auge en los ochentas permitió que a través de sus letras se evidenciara la cotidianidad del narcotráfico, narrada por los jóvenes desde las mismas calles donde vivían el impacto de este fenómeno. En Medellín surge Rap Colombia o Alianza Hip Hop en los noventa y en Bogotá agrupaciones como La Etnnia, del barrio Las Cruces, se convierten en referentes.
La industria musical actual ha permitido que el rap salga de la esfera urbana underground, gracias, principalmente, a la irrupción en la radio de artistas como The Notorius B.I.G., Wu Tang Clan, 2pac y Eminem. En Colombia a través de la intervención de Patricia Ariza, directora en 1995 de la Corporación Nacional de Teatro, se creó la primera ópera rap y en la emisora Radiónica se emitía un programa todos los viernes que luego fue replicado en otros espacios a nivel nacional.
Mujeres y Hip Hop
Las luchas por la reivindicación feminista han permitido que cada día más mujeres participen en la escena del rap a nivel mundial. En Latinoamérica existen grandes exponentes de este género desde una perspectiva política que expone a las mujeres y su lucha como protagonistas de sus letras. En Argentina una de las más reconocidas en el medio es Sara Hebe, quien se nombra como feminista y sus canciones así lo demuestran, tal como la acogida que ha tenido en diversos eventos a nivel regional.
En Colombia existen muchas agrupaciones feministas y solistas que se dedican al movimiento del Hip Hop. VOZ habló con Diana Avella, una de las mujeres con mayor trayectoria en este medio. A lo largo de su carrera se ha destacado por tocar con la Orquesta Sinfónica de Bogotá y ser la primera mujer, también, escogida como jueza en Colombia de la Red Bull Batalla de Gallos. Además, es licenciada en Lengua Castellana y Magister en Educación y Tecnología de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Inició en la música hace aproximadamente 22 años: “Llegué al rap por un primo hermano, Johan, quien en la casa empezó a escuchar rap. Empecé a escuchar con él, después de eso a escribir y más o menos a los 16 años empecé a grabar con un productor que se llama Matemático, quien en ese entonces llegaba de Venezuela y estaba empezando a producir rap. Ahora, él es uno de los más importantes productores del continente”.
Una reivindicación
Diana cuenta sobre sus primeros años y la primera batalla de Freestyle que ganó: “No tenía cómo inscribirme y una amiga me prestó cinco mil pesos, participé y gané. En ese momento estábamos en una situación económicamente complicada. Llevé el dinero a mi casa y se lo entregué a mi mamá, ella me dijo que no le entregara ese dinero, sino que me tatuará ‘rap’ en la espalda y así utilizar esa memoria que había ganado mi primera plata haciendo rap. Un recuerdo para toda la vida. Mi mamá falleció hace tres años, entonces es uno de los capítulos más bonitos que tengo de mis inicios”.
Ella afirma que tuvo todos los obstáculos por ser mujer en un movimiento que mayoritariamente es de hombres: “el Rap estaba pensado por su expresión, por su corporalidad, por su contenido más para hombres y, además, haber sido una de las primeras mujeres cuando no había redes sociales, ni acompañamiento de otras mujeres para hacer rap. Llevar 22 años de manera constante haciendo música ha sido superar todos los obstáculos. Ser mamá también y llevar a mi hijo a la escena, como una acción reivindicativa del lugar de la mujer y de la decisión de las maternidades esperadas y deseadas”.
Afirma que uno de los principales prejuicios no solamente en la música, sino en el arte y en todo es la falta de capacidad: “se considera que no contamos con la capacidad técnica, académica, con la capacidad inclusive física para cumplir una labor, cuando en la mayoría de los casos estamos sobrecalificadas. Es, también, importante mencionar que al ser madre se cumple también con un requisito más para ser estigmatizada y muchas veces segregada de los espacios.”
Una relación con lo político
Desde su experiencia la solución ha sido ser muy buena artista: “Desde el profesionalismo, la calidad excelente en las letras, en los beats muy bien hechos, en una producción siempre de calidad. Poder convertir la reivindicación no en un panfleto sino en una acción escénica que convoque a lo ético y lo estético”.
Llegó al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación cuando lo fundaron en el 2012: “Me la he pasado desde aquel tiempo. Por decisión política y por la oportunidad que se me dio, hago parte del equipo de trabajo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación desde hace tres años. Esta ha sido una relación que partió desde mi ser político, ético y artístico y que hoy en día es una relación laboral. Cuando ya no trabaje acá, seguirá siendo una relación desde lo ético y desde lo político.
“Ahora mismo hago parte del equipo de dinamización. Trabajo con organizaciones de víctimas del conflicto armado, organizaciones de base de Bogotá, culturales, sociales y políticas haciendo acompañamiento. Además de eso, hemos desarrollado diferentes estrategias de fomento para las organizaciones culturales de Bogotá, para la apropiación social de la memoria de la paz y la reconciliación”, agrega Avella sobre su experiencia.
Nos invita el próximo 19 de marzo a visitar Soacha y participar de un espacio con las familias, jóvenes y niños de este lugar de la sabana. “La sede es el Compensar. Estaremos con Tribu Newen, que es el único colectivo de mujeres bailarinas de breakdance de Bogotá, con Carolina Portela una de las mejores guitarristas de la ciudad y con mi hijo, por supuesto, que es mi DJ. Mi mensaje para todas las mujeres en este 8M y todas aquellas que se movilizan: hasta la victoria siempre, compañeras”.