martes, abril 23, 2024
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Sistemas integrales de cuidado, herramienta para la igualdad

La propuesta es que la sociedad pueda transitar del cuidado, entendido como una labor de las mujeres, a un modelo que construya políticas colectivas encaminadas a cuidar, asistir y apoyar a las personas que lo requieran

Libertad Cano Márquez

El quiebre entre feminismo y marxismo emerge cuando el primero pone en evidencia la visión patriarcal de la economía en la teoría marxista. La centralidad dada a la categoría de producción entendida de manera exclusiva a la creación de objetos materiales, ocultó el trabajo socialmente asignado a las mujeres, como parir, criar, cuidar enfermos, personas con discapacidad, limpiar, cocinar, etc., fundamentales para la vida humana y la organización social, actividades que hoy enmarcan la categoría economía del cuidado.

Las teóricas marxistas, al problematizar la categoría de producción, visibilizaron el trabajo doméstico y de cuidados en las relaciones económicas y mercantiles, otorgándole a estas actividades la categoría de trabajo. Si bien, el punto de partida fue la omisión simbólica y social de este dentro de la economía, no surgió de una visión limitada.

Al incorporar el análisis de género en las relaciones de producción en la economía capitalista, las feministas demostraron que estas actividades ocultas, necesarias para el sostenimiento de la vida, han sido útiles a la acumulación capitalista y, a las mujeres (clase explotada) como las principales responsables del funcionamiento del sistema social y económico.

Distribución de tareas

La dimensión de género en la economía del cuidado develó la existencia de relaciones de poder al interior de las familias y en relaciones de pareja; además, hizo evidente las condiciones de subordinación y desigualdad en las que se encontraban las mujeres. Dada la carga dispar en la asignación de tareas y responsabilidades del cuidado, las mujeres tienen menos posibilidad de acceder a recursos; sus oportunidades son limitadas y esto dificulta el acceso a ofertas de carácter académico, o laboral e incluso no cuentan con la posibilidad de destinar su tiempo a actividades de carácter social, u otras actividades orientadas al autocuidado y bienestar emocional.

Es así, como en el marco de las discusiones de sociedades igualitarias, en cumplimiento de los compromisos internacionales para el cierre de brechas y con el propósito de garantizar a las mujeres el ejercicio pleno de sus derechos, en el abordaje de la economía del cuidado se pueden identificar dos momentos a nivel de los gobiernos. El primero, orientado a construir desde un lugar teórico y conceptual las variables de reconocimiento (quienes realizan las tareas del cuidado), redistribución (distribuir tareas entre hombres y mujeres) y reducir (disminuir los tiempos).

Y en un segundo momento, los gobiernos están trabajando en torno a la organización social del cuidado, la manera como se establece la interrelación entre familias, comunidad, mercado y Estado para suministrar servicios de cuidado, que, de ser un modelo integral debería impactar positivamente en la distribución de las tareas y cumplir con las variables de redistribución y reducción del tiempo.

En Colombia la discusión inicia con la promulgación de la ley 1413 de 2010, en la que se solicita incluir la economía del cuidado en el sistema de cuentas nacionales para medir la contribución de las mujeres a la economía del país. Con el fin de avanzar en lineamientos técnicos y operativos para la implementación de la Política Nacional de Cuidado, se promulgó el Decreto 1228 de 2022, por el cual se crea la Comisión Intersectorial de la Política Nacional de Cuidado (Art.4).

Transformación cultural

Si bien, el país no ha avanzado en temas de remuneración, ideas entorno a la asignación de medio salario mínimo para personas cuidadoras podrían contribuir de cierta manera a cerrar brechas de pobreza, pero no transforman el imaginario social, ni las relaciones de género, en torno al cuidado asignado en su mayoría a las mujeres.

Podría decirse que el país está en el segundo momento, relativo a la organización social del cuidado. Bogotá cuenta con el Sistema Distrital del Cuidado, modelo bajo el liderazgo de la Secretaría Distrital de la Mujer, en el que a partir de la información disponible se identifica un esquema de articulación interinstitucional que busca garantizar a las mujeres y personas cuidadoras acceso oportuno a los servicios del cuidado (manzanas del cuidado).

El modelo contempla un componente de transformación cultural, a través de la propuesta pedagógica a cuidar se aprende, un proceso de formación en tareas del cuidado, autocuidado y reconocimiento como persona cuidadora dirigido tanto a hombres como a mujeres.

Para el caso de los hombres, la escuela busca que estos “aprendan” algunas tereas de mantenimiento del hogar y aseo, cuidado de las personas, cuidado emocional y cuidado medioambiental. Este enfoque limita el abordaje en relación con la responsabilidad compartida de hombres y mujeres frente a las tareas del hogar y la crianza de hijos e hijas, tampoco hay espacio para cuestionar el modelo de masculinidad hegemónica que privilegia y legitima las paternidades irresponsables.

Esta no es una acción transformadora, los hombres pueden “aprender” este tipo de tareas en casa. Lo perjudicial de estos abordajes es que afianzan en el imaginario social, la idea de que los hombres no pueden asumir tareas de cuidado, crianza y el hogar porque no saben como hacerlo, “nadie les ha enseñado”, y lo que realmente se está generando a partir de estas visiones institucionales es desviar la discusión de la estructura patriarcal que los constituye.

El rol de cuidadoras 

En esta visión institucional del cuidado existen otros elementos que generan preocupación frente al modelo. Uno de estos es el abordaje de las mujeres como población principal de sus acciones, por supuesto, no se pretende ignorar el carácter social e histórico del cuidado y lo que su ocultamiento significó para la vida de las mujeres.

Si bien, el feminismo marxista hizo evidente la existencia de un trabajo no remunerado, útil a la teoría económica, también permitió ver la estructura de los cuidados en su integralidad, es decir, en el marco de las relaciones de género de las personas que confluyen en este entramado. Por supuesto, las necesidades de las mujeres en la dimensión del cuidado deben ser atendidas, cuidando de no encerrarlas en su rol de cuidadoras; un sistema de cuidados debe además permitirles explorar otras oportunidades y campos de la vida social.

En relación con lo mencionado, aparece otro elemento de preocupación, y es que la institucionalización y puesta en marcha del sistema de cuidados en Bogotá ha sido capacitista. En la provisión de los servicios institucionales las personas con discapacidad siguen siendo vistas como la carga de la familia, de la mujer, de la sociedad.

Reestructuración del sistema

El Gobierno del cambio creará el Sistema Nacional del Cuidado. En su configuración es importante que el modelo no sea de carácter asistencialista, es decir, que en su diseño estructural y operativo permita a la sociedad transitar del cuidado entendido como una labor de las mujeres, al cuidado como el conjunto de políticas encaminadas a cuidar, asistir y apoyar a las personas que lo requieren. El sistema deberá estructurarse a partir de los enfoques feminista, de género, antirracista, anticapacitista, interseccional, curso de vida y territorial.

Si bien, la prestación de los servicios (no limitados a temas médicos) son el eje central en el sistema de cuidado, la dinámica del modelo está determinado por personas cuidadoras, personas que requieren cuidados o apoyos y personas que prestan servicios de cuidado. Frente a este último grupo, el modelo debe garantizar condiciones laborales dignas y justas, avanzar en el reconocimiento del trabajo no asalariado y garantizar su remuneración.
* 15libertad.1970@gmail.com

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