martes, abril 30, 2024
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De las tablas al Gobierno

Patricia Ariza fue designada por el presidente electo Gustavo Petro como nueva ministra de Cultura. En entrevista con VOZ dice que esta institución debe propiciar la paz, la convivencia y la no estigmatización. Además, que debe haber programas para luchar contra el racismo, la homofobia y eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres. “…hay que desengatillar la guerra del imaginario de la gente”

Carolina Tejada
@carolltejada

«Hoy volví a llorar de felicidad cuando vi que la maestra Patricia Ariza había sido nombrada Ministra de Cultura»; «Su nombramiento es garantía de que el cambio político se hará en el contexto de una revolución cultural»; «Patricia Ariza representa la lucha por las libertades creativas y por la cultura de paz en Colombia». Estas fueron algunas de las reacciones en redes sociales luego de que el pasado lunes 4 de julio, el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunciara la designación de Patricia Ariza como la nueva Ministra de Cultura.

¿Quién es Patricia?

Nació en la Colombia rural del año de 1945 en Vélez, Santander. «Era un país aldeano donde la mayoría de la gente vivía en el campo, a partir de ahí, entre 1948 a 1960 la población se transforma, además de la violencia, se funda la guerra, otra guerra de las guerras que nos asisten”, afirma ella.

Se puede decir que, desde su nacimiento hasta el día de hoy, la vida de Patricia estuvo marcada por la huella de la guerra a la cual le respondió, desde su juventud. Estuvo vinculada al movimiento nadaista liderado por Gonzalo Arango, con irreverencia y crítica social, con una visión profundamente humana sobre la necesidad de la paz. Desde el arte le puso las tildes a su compromiso colectivo de transformar esa realidad con lo que mejor aprendió hacer: el teatro.

Cuando comenzó a estudiar en la Universidad Nacional, según la misma Patricia, “entré a Artes, pero yo iba a clases de filosofía, yo era totalmente diletante, ni siquiera sabía que era lo que quería estudiar. Una compañera me dijo, hay un profesor que se llama Santiago García que está montando una obra de teatro que se llama Galileo Galilei y necesitan actores extras. Entonces hablé con Santiago García”. Si bien llegó tarde a la repartición de papeles, Santiago le dio la tarea de tomar nota del montaje. Allí iniciaría una vida ligada al teatro.

Para ella, el maestro Santiago era «una belleza de persona, un hombre increíble, de rupturas. Él todo lo que construía era capaz siempre de sacarlo de la zona de confort. Eso es ser un artista». Además de construir con el maestro varios de los proyectos que pasarían a la historia del arte en Colombia, se convirtió en su compañero sentimental por años. De ese amor surgió su hija.

Uno de esos proyectos fue la construcción del teatro independiente. «En este país no había teatros independientes, entonces hicimos unos bonos para vendérselos a la gente para conseguir plata para alquilar una casa y hacer teatro en esa casa», cuenta en la entrevista Patricia Ariza: una vida polifónica hecha por el colectivo Mujeres Confiar. Sobre el Teatro La Candelaria, la dramaturga recuerda mirando la casa como «esto era un potrero enorme, lleno de maleza y mira en lo que se convirtió».

La artista es Doctora Honoris Causa del Instituto Superior de Arte de Cuba, es cofundadora de la Casa de la Cultura, hoy Teatro La Candelaria ‘Santiago García’, fundadora de la Corporación Colombiana de Teatro y de varios grupos de teatro, entre ellos el grupo Rapsoda Teatro, es autora de varios libros y coautora de las obras de creación colectiva del grupo La Candelaria: Ciudad Dorada (Mención Premio Casa de las Américas); Guadalupe Años Sin Cuenta (Premio Casa de las Américas); Los diez días que estremecieron al mundo (Premio Casa de las Américas); Golpe de Suerte; El Paso, Parábola del Camino; En la raya; De caos & deca caos; Nayra; A título personal; A manteles; Soma Mnemosine y Camilo.

Además de dirigir más de 10 festivales alternativos de teatro, y el Festival Juvenil de Cultura Popular, ser consultora para la ONU e integrante de la Comisión Accidental de Cultura del Senado de la República en 1988, entre múltiples homenajes y premios.

Desde muy joven, Patricia Ariza ha estado activa en los movimientos culturales. Foto archivo

Creación colectiva para el pueblo

«Como que ninguna obra que leíamos nos satisfacía y decidimos hacer una obra nosotros, y ahí descubrimos que se podía crear una obra entre todos, descubrimos la creación colectiva». Esta es una filosofía para comprender la función del arte y de la creación con el otro y la otra.

«Es una metodología interesantísima, verdaderamente revolucionaria porque transforma la jerarquía tradicional del teatro donde hay un director o un productor que es el que manda, es el que decide y es el que de alguna manera determina que los actores no son totalmente sujetos o sujetas de la escena. En cambio, en la creación colectiva es una revolución artística», afirma.

Este paso lo denominó como el florecimiento del teatro colombiano. Una revolución artística que se llevó a varios lugares del país, a los territorios más apartados, a los barrios más olvidados y de la mano con las personas más desamparadas, producto de la exclusión y de la violencia.

En la década de los años ochenta, el movimiento cultural en Colombia, en particular el teatro, se conectó con el país entero: “La Corporación tenía muchísimos grupos afiliados y hacíamos el Festival Nacional del Nuevo Teatro Colombiano. Era un festival donde venían grupos de todos los rincones del país a Bogotá, se preparaba con unas muestras regionales muy importantes. Era un movimiento enorme, no solo cuantitativo sino cualitativo, porque era un movimiento que reflexionaba sobre su práctica. Surgieron obras muy importantes como Guadalupe Años Sin Cuenta, grupos muy importantes como el Teatro Experimental de Cali, que pasó de ser un grupo institucional a grupo independiente”, le contó al periodista Óscar Sotelo en una entrevista nunca publicada.

Por aquella época y a pesar de las dificultades, la gestión cultural en torno al teatro independiente se hizo posible. «La gente empezó a conseguir casas viejas, a hacer teatros, casi todas las salas están en los solares, en la parte de atrás, se le han construido galpones, teatros. No estábamos solos y eso llegó a ser muy poderoso en Colombia, se armó el movimiento del nuevo teatro colombiano, pero como pasa en este país con todo, se agudizó la represión lo cual fue muy duro”.

El teatro es el teatro, dice. Y son los artistas con su actitud, con sus obras frente a la vida, quienes escogen al público. «Nosotras le debemos mucho al público popular, La Candelaria nació allí, nació con el público de Provivienda, en el barrio Policarpa Salavarrieta. También con un convenio con las centrales obreras. Por primera vez en Colombia empezaron a ir obreros, trabajadores al teatro, la gente que no tenía ninguna posibilidad de acceder a la cultura (por los costos). La clave fue ir a los lugares y conectar con el pueblo».

Así como esa construcción colectiva llegó a la gente de a pie, así mismo, en medio del auge artístico y cultural, se materializó una subida enorme de la cultura en la política que fue brutalmente golpeada. «No solo se golpeó al movimiento político Unión Patriótica, sino también al movimiento cultural, y eso no se reconoce, no se dice”.

Entre el arte y la construcción de paz

Desde el arte articuló su trabajo con la población desplazada por la violencia en varias localidades de Bogotá. Militó en la Juventud Comunista junto a Jaime Caycedo Turriago, Francisco Martínez, Lisandro Duque, entre otros exponentes de la juventud en la década de los sesentas.

En los ochenta hizo parte del Comité Central del Partido Comunista Colombiano y fue una de las fundadoras de la Unión Patriótica. En un diálogo con Patricia, junto a Jaime Caycedo, la artista rememora algunas experiencias de su trabajo por la paz. Decía que había pasado por tres procesos de paz, uno de ellos que recuerda con mucha emoción es el de la época del presidente Belisario Betancur con la guerrilla de las Farc iniciado en 1984.

Patricia, junto a otros exponentes del gremio artístico, lideró la propuesta de 100 artistas por la paz. «Recuerdo que fue un momento impresionante. A Belisario le sacamos un avión Hércules y nos fuimos con 100 artistas al Caquetá para realizar una jornada de ‘artistas por la paz’. Fue un momento en el que se movilizó a todo el país, pintando palomas a lo largo y ancho de Colombia y promoviendo los diálogos de paz. Un momento en el que la Unión Patriótica se consolidó como un sector muy representativo de la intelectualidad y de las artes. Grandes artistas de las letras, las artes plásticas y del teatro estuvimos allí». Por eso tomaron la iniciativa de hacer algunas jornadas en los lugares de mayor conflicto social y armado, por ejemplo, el del Caquetá donde se hizo una excepcional movilización.

Después de volver del Caquetá la situación empeoró. Muchas de las personas que participaron de la jornada, la mayoría artistas, terminaron amenazados. «Eso sería lo de menos, si no hubiese estado rodeada por la masacre, por el genocidio. Fue una cosa brutal”.

Patricia, vivió en carne propia el genocidio político contra la Unión Patriótica. «Casi nadie mide el daño afectivo y psicológico que nos quedó a quienes sobrevivimos. Los encuentros casi que siempre eran en los cementerios, cada semana o a veces dos veces por semana, enterrando compañeros o en la casa de alguna víctima. No nos alcanzará la vida para reponernos de eso. Fue un daño profundo en la cultura, en la política. Para el país es una herida que tiene que reparar de alguna manera”.

De allí el texto del poeta uruguayo Eduardo Galeano ‘Crónica de la ciudad de Bogotá’ consignado en El libro de los abrazos. Lo escrito allí hace parte de una anécdota que Patricia no olvida: «Me fui para La Habana como jurado del premio Casa de las Américas en medio de una situación paradójica, pues al momento de partir allanaron mi casa, el Teatro La Candelaria y la Corporación Colombiana de Teatro, entonces en Cuba me pidieron que me quedara. Realmente lo pensé y si me quedé un tiempo. Mientras tanto, Eduardo Galeano fue nombrado por todos los miembros del jurado para que hablara conmigo y me convenciera de que me quedará un par de años, porque la noticia del genocidio era de calado mundial. En esa conversación yo le conté la historia del chaleco, de las chaquiras y de Julio Cañón, nuestro alcalde de la UP en Vistahermosa, Meta, que recientemente había sido asesinado. El quedo muy conmovido.

Tiempo después leería la Crónica de la Ciudad de Bogotá, escrita por Galeano: “Cuando el telón caía, al fin de cada noche, Patricia Ariza, marcada para morir, cerraba los ojos. En silencio agradecía los aplausos del público y también agradecía otro día de vida burlado a la muerte (…) Ella andaba con chaleco antibalas por las calles de Bogotá. No había más remedio; pero el chaleco era triste y feo. Un día, Patricia le cosió unas cuantas lentejuelas, y otro día le bordó unas flores de colores, flores bajando como en lluvia sobre los pechos, y así el chaleco fue por ella alegrado y alindado…”

Al recibir el Premio Nacional de Cultura en 2019, Patricia leyó: “Me enrolé en el teatro y en el activismo político desde donde he logrado con dificultad tratar de seguir entendiendo este país que nos tocó en el mapa. De la política tengo un duelo insondable, soy sobreviviente de la Unión Patriótica y perdí más de 4.000 compañeros, no es un duelo personal, es una herida nacional que solo se comenzará a sanar con la paz (…) mi obsesión ha sido la paz (…) he buscado y busco de manera incesante y a veces infructuosa que la paz se ponga en el corazón de la gente y en el alma de la nación, daría mi vida por esa causa, pero hay muchos palos en las ruedas, muchos enemigos, espero que suceda el milagro y estoy segura que sucederá”.

Patricia Ariza, creadora del Festival de Mujeres en Escena por la Paz

Su nombramiento: Honor a la justicia

Tras el anuncio de Petro, el poeta nacional Fernando Rendón, escribió: “La designación de la dramaturga, actriz y poeta Patricia Ariza como Ministra de Cultura, que acaba de comunicar al país el presidente Gustavo Petro, es una gran noticia para Colombia, que hace justicia a una protagonista del arte, cofundadora del grupo de Teatro La Candelaria, militante histórica del Partido Comunista y de la Unión Patriótica y comprometida representante del movimiento nacional de víctimas, que soportó privaciones, persecución y hostilidad de diversos gobiernos”.

En la primera entrevista para VOZ, Patricia contó: «Recibí la noticia por parte del presidente con mucha emoción porque es un reconocimiento también al trabajo de los y las artistas a través de mi persona. Lo recibo como una responsabilidad enorme. Por supuesto me puse muy nerviosa porque era algo que no esperaba, ni tampoco algo que yo aspiraba». Ella se siente representando al sector de los artistas, de los creadores y también de la cultura popular. «Eso me hace sentir muy orgullosa de mi gremio, del movimiento cultural».

Este reconocimiento a su trabajo, también es un acto de justicia a la memoria de Manuel Cepeda Vargas, su amigo y compañero de la UP, quién fue asesinado en agosto de 1994 cuando ejercía como Senador de la República. «Manuel Cepeda fue quien ideó el Ministerio de Cultura. De alguna manera que yo esté ahí es como una justicia poética. Recuerdo mucho a Manuel, él conversó en varias ocasiones conmigo sobre la creación del ministerio, hay que tener memoria y desde este cargo le rindo homenaje a esta iniciativa que tuvo».

Para la nueva ministra, el ministerio es una institución necesaria e importante para el país. «Es el acumulado de las peticiones de los artistas y de los creadores como la cultura de concertación, el sistema de bibliotecas. Pero también tiene otras cosas que sería interesante revisarlas; es necesario un mayor diálogo con los artistas, con las artistas, con los creadores de todos los lugares del país», comenta.

Sin lugar a dudas, afirma: “Es necesario mejorar el presupuesto para la cultura. En eso estamos. Necesitamos comprender a fondo la estructura del ministerio, cuales son las cosas que se deben cambiar, cuales mejorar, cuales son las nuevas propuestas porque este es el gobierno del cambio. Nos interesa que la cultura llegue a todas partes y reconocer el trabajo de los y las artistas populares en las regiones olvidadas de Colombia».

Desde el ministerio le interesa fortalecer la identidad nacional: «Esos son tesoros verdaderos que tiene Colombia, las mujeres cantadoras, por ejemplo. Por otro lado tenemos que trabajar con la gente que se ha jugado la vida por el arte, que nos han enseñado mucho de este país desde sus saberes y su creatividad. Para mí es muy importante, así como el presidente Petro habla de una sociedad del conocimiento, hay que pensar primero una sociedad del conocimiento sensible desde el arte y la cultura».

Para ella, es prioridad una sociedad de creadores y creadoras: «Tenemos que desarrollar el sentimiento de la creatividad en todo, la creatividad en la política, en el arte, para que seamos capaces de crear también nuestro propio destino. En la cultura hay una mirada muy colonialista, se cree que la cultura es todo lo que viene de Europa o Estados Unidos, por supuesto, hay cosas extraordinarias de las que tenemos que aprender, pero tenemos mucho que aprender de nuestra cultura, comprender las expresiones culturales de las comunidades indígenas, afrodescendientes».

Siendo consecuente con su historia y con la de las y los artistas que le apostaron a la solución política del conflicto, Patricia es enfatica en decir que el Ministerio de Cultura sera para la paz, la convivencia y la no estigmatización del pensamiento diferente. «Queremos desde la cultura luchar contra el racismo y la homofobia, contra todas las formas de violencia sobre las mujeres, porque eso también es un problema cultural. Hay que desengatillar la guerra del imaginario de la gente. Todo lo que se pueda hacer desde el Ministerio de Cultura lo haremos”.

Se puede decir, como diría la misma Patricia Ariza en su poema Costura, que llegó la hora, desde el más alto cargo de la cultura, de “coser y planchar sus banderas”.

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