Patricia Ariza no solo es reconocida por ser dramaturga, sino también por su trayectoria en la poesía. VOZ habló con ella sobre los retos que enfrenta la cultura, la poesía y la sociedad en este momento de cambio
Anna Margoliner
@marxoliner
El Día Mundial de la Poesía se celebra cada año el 21 de marzo. La UNESCO lo instauró en su 30ª Conferencia General en París en 1999, con el objetivo de apoyar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y fomentar la visibilización de aquellas lenguas que se encuentran en peligro.
La poesía, practicada a lo largo de la historia en todas las culturas y en todos los continentes, habla de nuestra humanidad común y de nuestros valores compartidos. Transforma el poema más simple en un poderoso catalizador del diálogo y la paz.
A propósito del tema, VOZ conversó en la Bolcheradio AM con la maestra Patricia Ariza, quien es dramaturga, actriz, directora de teatro y poeta, además, exministra de las Culturas, los Artes y los Saberes. Ella se reconoce como feminista y activista por la paz.
Maestra, sabemos que ha tenido una larga trayectoria en el medio de la poesía, ¿cómo empezó en el mundo de las letras?
Hace mucho tiempo yo fui nadaísta. Este fue un movimiento de poetas fundamentalmente, muy bien, todo muy transgresor. Precisamente, hace tres días murió Eduardo Escobar, un poeta con el que yo compartí una parte muy grande de mi adolescencia. Me dolió mucho su muerte, éramos muy amigos, a pesar de que teníamos opiniones políticas opuestas.
De ahí, yo creo que me nació como la pasión por la poesía, y la practico, es una parte de mi vida, además, porque todo el tiempo estoy en grupo. Soy casi que fundadora de la creación colectiva, el teatro del grupo, entonces la poesía es como un encuentro muy personal conmigo misma y la posibilidad de estar sola. Eso me compensa. Todo el tiempo estoy en las multitudes, en las manifestaciones, entonces, estar sola es interesante.
¿Cómo hacer que estas nuevas generaciones también escriban poesía y también se interesen por este maravilloso mundo?
El movimiento nadaísta fue tan transgresor porque nace precisamente de un Congreso de escritores católicos, como si ser católico fuera un privilegio para ser poeta. No tengo nada contra los católicos, pero no se puede reducir la poesía a la religión. Yo estuve ahí desde muy jovencita; era interesante porque creo que fui feminista antes de entender qué era el feminismo, porque las nadaístas éramos muy perseguidas y, al mismo tiempo, muy admiradas, por la manera en que vestíamos.
Entonces siempre andábamos en grupo sobre todo en Medellín, una ciudad muy aldeana, muy atrasada, muy peligrosa. Muy machista. Pero al mismo tiempo tenía resistencia, entonces entramos a los cafés de hombres a tomar cerveza. Nos acusaban de brujas y de sacrílegas. Había también una admiración secreta enorme porque las jovencitas todas querían ser nadaístas, por supuesto.
También había personas de la izquierda que hacían parte del nadaísmo. Yo me acuerdo de un hombre que se llamaba Sócrates, era el nombre de pila de él, estaba siempre en la cárcel porque hacía discursos en los balcones hacia afuera. Era un revolucionario muy interesante y, en ese momento, yo no era revolucionaria todavía. Empecé a serlo ahí en esa práctica del nadaísmo y claro, eso me salvó la vida. No había cumplido los dieciséis años.
En Colombia, hubo un movimiento de canción social y política, un movimiento de la canción protesta. Este movimiento no tuvo futuro aquí a pesar de que había unos cantantes y unas cantantes extraordinarias. Ana y Jaime, por ejemplo, estuvieron ahí. En ese momento, ella fue la presidenta del Centro Nacional de la canción protesta, pero aquí en este país esas canciones nunca se escucharon en la radio. Nunca hubo un reconocimiento social importante, entonces ese movimiento terminó muriéndose. Entonces es muy necesaria la poesía de la canción social y política. Hay que recuperarla en este país.
Bueno, si hubieran sonado en la radio, por ejemplo, en Chile hubo un momento de la canción y en otros países, no hubo unos cambios radicales tan profundos como con la unidad popular. Hubo mucho más espacio para la canción social que aquí en Colombia, en Chile tiene una historia muy dura. Eso ha funcionado en la radio y la televisión, también esas canciones no tienen el espacio que necesitaban tener porque eran bellísimas.
Aquí hay una dominación cultural de alguna forma muy elitista, muy burguesa. Es común que la gente asocie cultura con alta cultura y, a pesar de la diversidad cultural, todavía sigue existiendo ese pensamiento. ¿Por qué cree que esto ocurre?
Sí, claro, ese pensamiento todavía es de las cosas que hay que transformar en este momento, porque no estamos en una época de cambio, sino en un cambio de época; entonces, entender eso es algo muy importante. O sea, cuál es la respuesta que estamos dando desde los sectores populares, desde la izquierda, a este cambio de época.
Es muy difícil y en la cultura es más difícil todavía porque aun seguimos con esa tradición de la noción de que cultura es solamente la música sinfónica, los museos, es lo que está consagrado como cultura que, por supuesto, sí, la música sinfónica es muy importante, los museos e incluso también han cambiado, se tienen que volver valores de uso.
Cuando yo estaba en el Ministerio, por ejemplo, uno de los primeros actos fue hacer una exposición sobre el rap en Colombia. Entonces, era cambiar la cara a los museos y que la gente de los barrios populares sienta que el museo es un lugar que le pertenece, además, porque eso lo financiamos todos y todas. Entonces, la cultura tiene que ver con los modos de ser, de pensar, de decidir de la sociedad y de las personas. No es una cosa del pasado, pero sí es histórica, o sea, en cada época, en cada sociedad prevalecen unos valores culturales.
Cambiar eso nos corresponde a nosotros. Hemos dicho que el cambio social es un cambio cultural porque debemos transformar el imaginario de los colombianos y las colombianas, que está lesionado por tantos años de guerra y violencia y de imposición de valores de la élite. Sacarlos de la cabeza de la gente es muy difícil. La gente no entiende que el rap es cultura, por ejemplo.