Editorial VOZ 3201
Se cumplen siete años de la firma del Acuerdo de Paz entre las Farc-Ep y el Estado colombiano (2016 – 2023). Y se celebran porque a pesar de su lenta y saboteada implementación, es el hecho más importante de la década pasada porque determina el presente y futuro de los cambios en Colombia y se constituye en un cúmulo de lecciones para asumir la Paz Total.
La Organización de las Naciones Unidas, ONU; la Unión Europea; la Organización de Estados Americanos, OEA y el Vaticano proclamaron este Acuerdo como un acontecimiento de gran importancia para la convivencia internacional y ejemplo para otros procesos similares en países del continente, afectados por situaciones bélicas similares.
Celebremos porque, aunque pocos lo reconozcan, este proceso de paz fue la culminación de la iniciativa emprendida por el Partido Comunista Colombiano, PCC, y propuesta al pueblo desde los inicios de los años 80, en los debates y conclusiones de su Congreso XIII; contrario a lo que promovían y aplicaban la burguesía, los terratenientes y el gobierno sobre la guerra. El PCC entendió que la acción política prioritaria de las fuerzas revolucionarias, del movimiento sindical, las movilizaciones populares de hombres y mujeres debían tener como objetivo prioritario el logro de la paz. Por esa convicción, el PCC convocó ese congreso con la consigna: “Lucha por la paz y la solución política negociada del conflicto”.
La firma del Acuerdo de Paz de La Habana, en el emblemático Teatro Colón de Bogotá, fue una victoria del pueblo colombiano. 36 años de movilización y pensamiento creativo, del movimiento popular y nacional por la paz, de sectores progresistas, de la academia y al final de la comprensión y aceptación de un sector de la burguesía más consecuente, abrieron la posibilidad de hacer realidad los diálogos que culminaron en este Acuerdo.
Este significativo consenso nacional contrasta con los sistemáticos intentos de saboteo y obstrucción de los diferentes sectores de la extrema derecha, especialmente del Centro Democrático, algunas sectas de cristianos no católicos que tuvieron en el gobierno de Iván Duque el aliado para intentar “hacer trizas” los acuerdos y eliminar o debilitar organismos tan fundamentales como la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, que como se ve hoy, están aportando a las víctimas y a la sociedad gran parte de la verdad histórica y judicial, a partir de las investigaciones y el juzgamiento de militares, paramilitares, funcionarios públicos, civiles, políticos, empresarios y guerrilleros que cometieron delitos de lesa humanidad, que promovieron y fueron cómplices de asesinatos masivos de civiles, secuestros y grandes desplazamientos de campesinos para despojarlos de sus propiedades.
Las fuerzas regresivas y guerreristas que viven del negocio de la violencia persisten hoy en mantener a Colombia en un estado de guerra permanente; por ello es necesario seguir movilizando a la academia, al arte, a los trabajadores, hombres y mujeres defensoras de los derechos humanos y contar con el apoyo de la ONU, la Unión Europea, los BRICS y la Iglesia Católica.
Es necesario reagrupar al movimiento social por la paz, que lastimosamente sufre una dispersión.
El Gobierno y el Estado colombianos deben resolver y limpiar el camino de las dificultades que tiene la implementación del Acuerdo. Y es necesario, reconociendo que son procesos diferentes, que estamos en otro momento político, social y económico del país, aprender de las lecciones de La Habana.
La Paz Total es, por así decirlo, una larga segunda fase de un esfuerzo nacional por avanzar en la paz de Colombia. Esta nueva fase está marcada por la participación directa y organizada de la sociedad civil en las mesas de negociación, por la preocupación de parar la afectación humanitaria de comunidades, por la mirada en el enfoque territorial y en las necesarias trasformaciones sociales y económicas mientras se dialoga y avanzan las mesas. Es lo nuevo y fundamental en esta etapa de construcción de Paz Total.
Adenda 1. Ha concluido su misión el doctor Danilo Rueda como Alto Comisionado de Paz del Gobierno. Se debe reconocer su gran aporte, esfuerzo y sacrificio por orientar la construcción de la Paz Total, en medio de tan profundas complejidades y dificultades. Gracias.
Adenda 2. Asume como nuevo Alto Comisionado de Paz Otty Patiño, quien había venido asumiendo el rol de jefe de la Delegación negociadora con el ELN. Se amplían los horizontes de su tarea. Cuente con VOZ para la construcción de la Paz Total.
Hay certeza que la Paz Total, aún con los obstáculos y dificultades que enfrenta, le dará a Colombia una nueva celebración de justicia social y democracia real, sin guerra.