Mónica Miranda
@Emedemoni_
En el marco del XXXIII Festival de Mujeres en Escena por la Paz, se presenta la obra Cuando suenan los jiwayros, que cuenta la historia de una bailarina contemporánea originaria de Qora Qora, Ayacucho, Perú. La obra relata cómo esta joven, víctima del conflicto interno (1980-2000), queda lesionada durante una protesta en Huamanga.
Tania Castro Gonzáles es la directora del Colectivo Qente; le contó al Semanario VOZ cómo su trabajo artístico no solo revive la memoria histórica de su pueblo, sino que también abre caminos hacia una sanación colectiva necesaria, en un Perú marcado por décadas de conflicto interno y desigualdad estructural.
El teatro como herencia y acto de resistencia
El arte es, entre muchas cosas, una grieta por la que puede fluir la esperanza. Para Tania Castro Gonzáles, directora de la Asociación Cultural Qente, esta es una verdad que ha guiado su vida y obra. La creación que trae Tania al Festival permite observar cómo, a pesar de todo, María Dolores, sostenida en los principios espirituales de los Andes que la vio crecer, logra sanar su alma y trascender las limitaciones para seguir bailando en nombre de su gran familia: las nubes, las plantas, los animales y los muertos.
En una conversación profunda y conmovedora ─un diálogo de colibríes, en sus palabras─, Tania contó al Semanario que la historia de la Asociación Cultural Qente se entrelaza con la del teatro universitario del Cusco, de donde surgieron grupos como Impulso, fundado en los años 60 por José Luis Castro García, padre de Tania. A través de los años, este colectivo evolucionó hasta convertirse en Qente, un nombre inspirado por el colibrí, símbolo de libertad y creatividad.
Sin embargo, el teatro para Tania y su familia ha sido mucho más que una práctica artística: es un vehículo para expresar las voces silenciadas y resistir las imposiciones culturales que intentan borrar las raíces andinas de su gente. “Nuestra tarea es repartir nuestra cultura como quien comparte una comida saludable”, explica Tania. Y lo hacen desde un compromiso ético que impregna su vida cotidiana, su escenario más pequeño y más significativo: su día a día.
Recordar para sanar: el poder del arte andino
Uno de los proyectos más impactantes de Qente es la obra basada en la historia de una bailarina peruana que perdió una pierna durante el conflicto armado interno en los años 90. Este hecho, que podría haberse quedado en el plano de lo trágico, se convirtió en el núcleo de una creación teatral que busca “abrir una grieta para transitar de la desesperación a la esperanza”. Para Tania, el arte no es un espejo pasivo de la realidad, sino un espacio donde se escriben nuevas posibilidades de existencia.
El proceso creativo de esta obra involucró una inmersión en la cultura andina y sus valores sanadores, donde elementos como la música, el alimento y las ceremonias tradicionales funcionan como herramientas para curar no solo al individuo, sino también al colectivo. Tania destaca la importancia de trabajar junto a asociaciones como ANFASED, que reúne a familiares de desaparecidos y torturados durante el conflicto. Este enfoque no solo da voz a las víctimas, sino que también revela la profundidad y la riqueza de las culturas originarias como fuente de sanación social.
Arte y política, binomio inseparable
Para Qente, el teatro es inseparable de la crítica social. “Hacer teatro que no dice nada es un pobre destino”, expresa Tania con vehemencia. Esta postura crítica los ha colocado muchas veces en una posición incómoda frente a las instituciones que, en palabras de Tania, “se brotan” ante artistas protestatarios.
El arte para Qente no es un lujo ni un entretenimiento; es una herramienta de transformación social. Y es aquí donde el compromiso ético del colectivo resalta: desde la reivindicación de los valores andinos hasta la denuncia de la precariedad que enfrentan los artistas en un sistema hegemónico que mercantiliza la creatividad.
Entre lo personal y lo colectivo
La vida de Tania refleja una fusión inquebrantable entre su ser personal y su trabajo artístico. Creció en una familia donde el arte y la lucha por la equidad fueron siempre parte de la conversación diaria. “No puedo separar las Tania que me conforman”, afirma, subrayando cómo sus valores y principios guían tanto su vida personal como su trabajo en el escenario.
Además, el colectivo ha explorado formatos innovadores como el “teatro del susurro”, una experiencia íntima que, con un público reducido, busca recuperar las formas andinas de narrar la vida. Desde contar cuentos en hospitales hasta funciones en comunidades rurales, Qente demuestra que el teatro puede ser un espacio de conexión profunda y sanación mutua.
Los desafíos del presente y las promesas del futuro
En un mundo cada vez más mercantilizado y desigual, Qente se enfrenta al desafío de mantener vivo su arte y su mensaje. Entre sus proyectos actuales destacan “Mataché”, obra que revisita los últimos años de Luis Carroll, y una propuesta teatral inspirada en los Túpac Amaru, íconos de la resistencia andina. Estas iniciativas buscan no solo preservar la memoria histórica, sino también inspirar a las nuevas generaciones a imaginar un mundo más justo.
Para Tania, cada encuentro artístico es una oportunidad para construir comunidad y compartir una visión utópica donde la humanidad pueda reconciliarse consigo misma y con la naturaleza. Este espíritu la llevará, junto a Qente, al Festival de Mujeres en Escena por la Paz, en Colombia, donde se reúne con otras creadoras comprometidas en la lucha por un cambio social desde el arte.
El trabajo artístico es una red de saberes en que cada peldaño cuenta. Tania a lo largo de la entrevista nombra a su equipo. “No se puede dejar por fuera del equipo a mis amadas y respetadas actrices: Raisa Saavedra, que a su vez codirige el proyecto educativo teatral Birlibirloque; Nina Chaska Zelada que comparte varios proyectos con creadores escénicos de la región.
»Luz Maribel Sánchez, quien también tiene a su cargo el Festival de Narración Oral Teqse Muyu Willanakuna y en la música el tremendo maestro y ofrendante andino Andrés ‘Chimango’ Lares, primer violín nacional de la famosa DANZA DE TIJERAS del ande peruano, él es patrimonio cultural vivo de nuestra nación y, finalmente, Rubén Soto, joven de raíz profundamente andina que interpreta la guitarra mestiza andina desde la infancia y ha aprendido con maestros de la talla de Raúl García Zárate y Manuelcha Prado, entre otros”.
Sanar desde la memoria
El mensaje de Qente es claro: recordar no es solo un acto de justicia, sino también una herramienta para evitar repetir los errores del pasado. A través del teatro, Tania y su colectivo invitan a soñar, a curarnos colectivamente y a mantener viva la esperanza de una sociedad más equitativa.
En un tiempo donde los desafíos globales nos abruman, el arte de Qente se presenta como un faro que nos recuerda que, a pesar del dolor y las pérdidas, siempre hay una posibilidad de sanar y construir algo nuevo. “Se cura una, se curan todas; se cura uno, se curan todos”, dice Tania. Y en ese simple pero profundo mensaje, encontramos la esencia de su obra y su vida.