La película fue filmada en Cuba. La intención de Guillermo Camargo, director, es hacer una incursión preceptual al interior de Cuba y estimular una reflexión sobre el mundo actual
Alberto Acevedo
El pasado 15 de septiembre, un día después de que la prensa nacional e internacional anunciara con gran despliegue el fallecimiento del gran director de cine francés Jean-Luc Godard, en el auditorio Sonia Fajardo Forero de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, se proyectó la película “Apertura, ¿para qué? O el destino del planeta”, del director colombiano Guillermo Camargo Fonseca, y la coproducción de María Patricia Montañez.
El símil entre los dos autores no es una idea traída de los cabellos. De acuerdo a la opinión de críticos autorizados, Godard se acercó al cine mediante un ensayo de André Malraux titulado Esquema de una psicología del cine y tanto este como otros autores de su época, sumados al impacto de la Segunda Guerra Mundial, marcaron el estilo de Godard, de quien Emmanuel Macron dijo, “tenía la visión de un genio”.
Camargo Fonseca por su parte se adentra en un tópico irreverente, desafiante, que saca al espectador de la temática acostumbrada de películas de espías y balazos y lo obliga a reflexionar sobre otros aspectos de la vida cotidiana, con una argumentación que trasversaliza la mayor parte de su obra: la defensa del medio ambiente, del agua, de la naturaleza, del derecho al ser humano a vivir en un ambiente sano.
Importante palmarés
El autor de Apertura es un director joven, pero no un novato en su producción fílmica. Tiene a su haber al menos 13 producciones, entre largos, medios y cortometrajes. Con al menos 38 años de formación profesional y una especialización en dirección artística para cine y televisión. Es además pintor y diseñador de producción.
Isabel, Ir más allá, Ciudad Bolívar un ejemplo de cambio, La figura humana masculina, El intruso, Los cambios y La mala hora, son algunos títulos destacados de su no pequeña filmografía.
Apertura es considerada una película experimental. El espectador entra a la sala de cine seguramente con la idea de ver algo de ‘acción’, al menos una narración de algo, tal vez una denuncia o una investigación sobre un tema ecológico, dada la tendencia del director a meter las manos (en este caso a ponerle el ojo) a esa temática.
Industria hermosa y contaminante
La película fue filmada en Cuba. La intención de Guillermo Camargo como director es hacer una incursión preceptual al interior de Cuba, provocando una reflexión sobre el mundo actual. Las primeras imágenes muestran las cálidas aguas antillanas que bañan las playas cubanas. No son las hermosas y cristalinas aguas de Varadero. Ni delante de la cámara desfilan los visitantes extranjeros ni los guías turísticos, tampoco la pujante hotelería o el turismo, que nutre la economía de la isla y al mismo tiempo contamina las aguas y deteriora el medio ambiente. Como toda la industria turística en el planeta.
La cámara se detiene con parsimonia en el batir de las aguas sobre la arena. La escena es recurrente y se repite varias veces, hasta el final de la historia que quiere recrear. En las imágenes se nota alguna suciedad en las aguas. Seguramente llevando el mensaje que hay una cuota de descuido en varias de las playas de la isla. Que requieren de la mano del hombre para su cuidado y conservación.
Esas aguas de las playas cubanas tienen una historia que se entronca con el paisaje. Cómo olvidar que en una playa semejante a la que muestra la cámara, desembarcaron los muchachos del yate Granma, cuando provenientes de México desembargaron rumbo a la Sierra Maestra para emprender, liderados por Fidel, su epopeya libertaria.
Muchos atardeceres
Por esas playas transcurrió la monumental acción de defensa nacional, cuando el país se puso en pie para derrotar a las tropas mercenarias norteamericanas en Playa Girón, que a sangre y fuego querían destruir el sueño socialista de Cuba y sus barbudos.
Y claro, poniéndose en la mirada crítica del director, habría que pensar que tal vez por esas mismas aguas, seis décadas después salieron, en las noches de luna llena habaneras, las pequeñas lanchas con aspirantes a refugiados, que, tentados por la propaganda gringa, piensan ahora en alcanzar el sueño americano en las playas de Miami.
Muchos atardecerse y amaneceres trascurren a lo largo de la historia visual de Apertura. Después de extasiarse en unos primerísimos primeros planos sobre las aguas caribeñas, comienza un largo recorrido por calles, parques, edificios, playas, árboles, y desde luego, la gente cubana.
Felices, a pesar de las limitaciones
Quienes aparecen en la cámara son personajes del pueblo, en planos medios, que disfrutan su vida en la isla y a pesar de las limitaciones, el sufrimiento por las carencias a causa del bloqueo imperial, se sienten orgullosos de su patria. Aparecen algunas voces fuera de foco, que hablan de su felicidad, de la tranquilidad y la seguridad que les brinda el sistema, sin ocultar las carencias. Y claro está, de las críticas ante la falta de una más audaz iniciativa de las autoridades para producir y alcanzar los productos que aún faltan en su mesa.
Las mismas carencias que seguramente se insinúan en la falta de presupuesto para emprender las obras de refaccionamiento de calles, edificios, monumentos, algunos de ellos corroídos por la sal y el viento marinos. Algunos de ellos verdaderos monumentos nacionales que urge salvar y proteger y no llega en muchos casos a tiempo la mano protectora.
A lo largo de ese paneo surge de pronto, la voz de trueno, inconfundible y amada de Fidel, el líder de la Revolución, hablando de la batalla de ideas, que parte del necesario reconocimiento de los errores de los dirigentes, de los poderes imperiales que quieren ahogar la revolución.
En la mesa hay carencias…
También aparecen en off las voces de campesinos, de trabajadores, de pescadores. No hay sombra de amargura en sus narraciones, pero sí la heroicidad de sus luchas y de su pasado.
La cámara vuelve una y otra vez al mar, a las calles nocturnas, a las imágenes de luna llena habaneras. La gente dice que se siente satisfecha, que come, que en la mesa de su casa hay carencias, pero se come, y más importante aún, tienen libertad.
La cinta de Guillermo Camargo llega en momentos de florecimiento del cine nacional. Cuando un grupo de jóvenes realizadores anuncian la octava edición del Festival Villa del Cine, que termina el 2 de octubre en Villa de Leyva; que cuenta con exhibiciones de la Comisión de la Verdad y se sumerge en la temática del conflicto armado. Cuando Los reyes del mundo, de Laura Mora gana un importante galardón en el Festival de San Sebastián. En fin, cuando cintas como La jauría, ANHELL69 y otras, obtienen reconocimientos internacionales importantes. Este es también el momento de Guillermo Camargo.