“Alma de la Calle” será homenajeada por toda una vida de poesía urbana. El evento tendrá lugar el 29 de noviembre en el Instituto Cultural León Tolstoi
Valentina Bolaño Senior
@Vale_BoSe
Amparo Amaya es escritora y poetisa, una mujer importante para la literatura colombiana. Lustraba zapatos en las calles de Bogotá, “la mayoría de sus versos tienen olor a betún”, dice Magaly Santos, su hija.
“Tenía dos maneras de trabajar, cuando lustraba ofrecía que fuera junto con la poesía, eso tenía un valor agregado. Las personas que les gustaba el arte decían que sí, otras no, y ella hacía su lustrado normal”.
Amaya tuvo un derrame cerebral, “cuando trató de recuperarse, buscamos los espacios literarios que ella frecuentaba, sin embargo, ya muchos están cerrados”, asegura Magaly.
María Mercedes Carranza
La Casa de Poesía Silva ha sido un espacio para que poetas se reunieran y compartieran su arte. Amparo Amaya tiene muchos recuerdos que compartió con María Mercedes Carranza, poetisa y periodista colombiana, “María Mercedes Carranza invitaba a los y las artistas de bajos recursos económicos a pasar navidad en su casa. Ella abría esos espacios que normalmente estaban cerrados para estos artistas”, comenta Santos.
Carranza tiene una historia de trabajo en la lucha contra las desigualdades sociales y culturales; abrió las puertas a poetas que encontraba en las calles y les daba oportunidad para que pudieran publicar sus escritos.
En el libro 111 poemas para no morirse y tres escritos para María Mercedes Carranza, Alma de la Calle hace un homenaje a la poetisa y periodista.
Sin embargo, cuando fallece Carranza y se cierra la Casa de Poesía Silva, Amparo entró en depresión porque no encontró más ese espacio donde su voz siempre estuvo presente, desafortunadamente, eso la llevó a estar en lugares psiquiátricos. “No es fácil tener salud y de un día para otro estar sin poder caminar y sin saber hacer muchas cosas.
»A pesar de todo, el neurólogo ha comentado que su mente es muy activa a raíz de su pensamiento literario. Ha escrito muchísimas cosas inéditas y grandes experiencias que tuvo en las calles”, expresa Santos.
Desde niña era poeta
Amparo Amaya empezó a gustar la poesía con un villancico que le enseñó una monja cuando tenía seis años. Amaya relató: “Empecé a escribir la poesía subiéndome a los tejados para que las monjas no me maltrataran. Me decían fea, ranchuda, medio metro”.
»La calle siempre fue mi inspiración para la poesía, porque yo observaba a la gente durmiendo en las calles, y recogiendo basura”.
Una de sus obras escritas, y favorita, es Observando al Universo porque trata de analizar y ver a Colombia. Tenía una estrecha relación de compañerismo con María Mercedes Carranza, a quien lustraba los zapatos mientras recitaba sus poemas.
Alma de la Calle
Alma de la Calle se inició por un periodista que le dijo que se pusiera un seudónimo; ella recordó cuando le crearon una canción que decía que sin un centavo se había ganado el corazón de un pueblo.
“Yo soy Alma de la Calle, mi refugio son mis versos. Soy Alma de la Calle, soy la voz que se escapó”, lee por un momento Amparo Santos.
El 29 de noviembre será el homenaje en vida a la lustrabotas, escritora y poeta colombiana Alma de la Calle, en el Instituto Cultual León Tolstoi, por lo que “extendemos la invitación a que compren los libros de Alma de la Calle, en especial Escribiendo como Loca”, agrega Magaly.
“La importancia de este evento es que queremos visibilizar a mi mamá, que la gente conozca que, a pesar de sus dificultades, Alma de la Calle todavía tiene una mente activa, tiene muchos sueños por cumplir. Somos amantes de la cultura”, finaliza Magaly Santos.
La Ciudad
Contando almacenes,
totalmente rodeada de gente fugaz, atroz, buena,
veía gente negra, blanca, amarilla.
Yo era chica, linda, nena,
me atreví a dormir en ella,
en las calles de la ciudad.
Mojaba los labios con rocío,
visitaba un poco de cigarrillos.
Veía los amigos de otros, que hablaban y reían,
Pero nunca me atrevía a decir silencio.
Acariciaba las calles, decía qué suerte me condena,
donde veo ni ruinas pasajeras era la carne,
la carne de la ciudad.
Alguien destruyó la fantasía de la ciudad.
Unos despiertan asustados, otros despiertan apuñalados.
Ya se ha ido el sueño, el sueño de la ciudad.
Yo creo que no vale la pena ver gente en la ciudad mojando los labios
con rocío viendo invierno.
El cielo con aviones, el cuerpo con pantalón,
los pies con zapatillas, oyendo aquella voz,
No, no, no regreso a la ciudad.
Alma de la Calle