Cuando el país creía que la burguesía había decidido actuar con honestidad en los procesos electorales el presidente Iván Duque y el registrador Alexander Vega aceptan con humillante mansedumbre las exigencias que el uribismo le ha impuesto recientemente al Consejo Nacional Electoral (CNE): el recuento general del escrutinio de la votación al Senado de la República, realizada el 13 de marzo.
El objetivo es mofarse de la decisión legitima del pueblo colombiano en las elecciones pasadas. Esta imposición constituye una maniobra delictuosa, ya que viola la autonomía del poder electoral con la finalidad de evitar la estruendosa derrota del uribismo propinada por el pueblo.
¡Es un verdadero golpe de Estado! Un intento de macrofraude que debe ser rechazado por la MOE, por los observadores de la OEA, por los partidos políticos y por los jueces que verían mancillada su honradez si se aceptara esa propuesta deshonesta y violatoria de la ley. Esto constituye un raponazo a los resultados electorales con esta maniobra.
En Colombia los partidos tradicionales han acudido a cualquier medio para consolidar un monopolio excluyente sobre el Estado, el fraude ha sido una práctica reiterada. Esto empeoró conforme el derecho al voto se fue ampliando y surgían proyectos políticos populares que amenazaban el usufructo monopolizado del poder político bipartidista.
El escrutinio general sin garantías representa un fraude. No existe transparencia, ni garantías en un reconteo cuando ya la cadena de custodia de los votos fue superada al culminar el escrutinio. El recuento tampoco garantiza la participación activa en el escrutinio del Pacto Histórico, por lo tanto, no tendríamos garantías humanas y financieras para cubrir todas las mesas y el proceso, que sí contaría con una mayoría del Partido Conservador y el Centro Democrático.
No es de extrañar lo ocurrido, el proceso arrancó con las dudas que suscitaba el Registrador y el software electoral, junto con suspensión de la ley de garantías. En primer lugar, cabe señalar que, a pesar de las trampas el Pacto se impuso en las mesas de votación. Y, en segundo lugar, y aún más importante, es el hecho de que la coalición de izquierdas logró poner en evidencia el fraude recuperando muchos de los votos que nos habían arrebatado.
El uribismo, para encarar su ocaso, ha decidido acudir a la estrategia ya probada en otros países de la región: ante la derrota electoral desconocer el resultado. Para ello, e ignorando el hecho de que son ellos quienes controlan la Registraduría y el Consejo Nacional Electoral, culpan a Petro del fraude, preguntándose de dónde aparecieron tantos votos para el Pacto. Bueno, la respuesta es sencilla, desde la izquierda pudimos recuperar los votos arrebatados en el escrutinio gracias a que la organización popular se puso en función del monitoreo del proceso electoral.
Ahora bien, estos hechos no solo deben ser considerados por las fuerzas de izquierda, democráticas y populares como un aliciente para encarar las presidenciales, sino que nos demuestran que la clave para conseguir una transformación real de nuestra sociedad se halla en la unidad organizativa.
El Pacto Histórico debe trascender su rol de coalición electoral para comenzar a constituirse en un frente unido, que logre llevar a cabo los puntos programáticos que se han propuesto para superar la crítica situación social a la que nos ha conducido una burguesía sometida a los intereses de los capitales trasnacionales.
La victoria electoral en los comicios para el poder legislativo, la cual se redondeó con los éxitos arrancados al fraude, son una muestra de la potencia que representa el Pacto Histórico. Una buena parte de la población ha cifrado sus esperanzas de cambio en la coalición, lo que debe corresponderse con avances palpables en la legislación que fundamente la acción democratizadora del presidente Petro. Además, el ejecutivo debe contar con el apoyo sólidamente unitario de los sectores que le apuestan a una sociedad diferente.
No obstante, aún hay una campaña por encarar. La disputa por el poder ejecutivo no será fácil tal como quedó demostrado el 13 de marzo. Las fuerzas reaccionarias no solo cuentan con un candidato. El centro es paraguas bajo el que se cubren una variopinta gama de conservadores moderados que siguen buscando mantener vivo el modelo neoliberal, que tienen apoyo en el narcotráfico y el paramilitarismo.
Por eso la tarea que ahora debe ocuparnos es llegar a las personas, a barrios y a casas, para que la gente del común entienda que el único candidato que defiende e impondrá todo lo que pueblo necesita es Gustavo Petro.
La propaganda sucia y las noticias falsas que rodearán el debate presidencial solo podrán ser enfrentadas con un contacto directo con las personas que aún no han decidido por quién votar. Además, con esta acción para elevar el nivel de concientización construiremos una solidad base de apoyo social que deberá sustentar el gobierno popular que instaurará la democracia que por fin se impondrá en el país.
En esa forma podemos derrotar la embestida de la alta burguesía que tratará por todos los medios de reconquistar el poder perdido. Sigamos adelante, que es la hora de imponer ¡el poder del pueblo!