La OTAN es una alianza para impulsar el gasto militar en el mundo, que sin dudas ayuda a la economía de las potencias occidentales. El presidente de la comisión de relaciones exteriores del Senado de Estados Unidos Robert Menéndez propone darle un estatus especial a Colombia, dentro de este organismo internacional
Alberto Acevedo
El 16 de febrero pasado, el senador demócrata Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, presentó un proyecto de ley con respaldo bipartidista, denominado Acto para la Alianza Estratégica EE.UU.-Colombia 2022, que confiere al país suramericano el estatus de Aliado Principal No Miembro de la OTAN (MNNA, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con la argumentación del autor de la iniciativa, se trata de una de una designación muy relevante para la seguridad y la defensa de Estados Unidos, categoría que poseen solo 17 países en el mundo. Tal posicionamiento irrigaría igualmente para Colombia una situación de privilegio en materia de seguridad nacional.
Pero ni la seguridad nacional de los Estados Unidos ni la de Colombina se benefician de alguna manera relevante con la iniciativa del senador demócrata, pues en la práctica nadie está amenazando a estos países con algún conflicto que se pueda vislumbrar en el horizonte.
Expansión de la OTAN
La intención no es otra que afianzar el papel de Colombia como cabeza de playa de la OTAN en América Latina, para favorecer los planes de expansión de la Alianza Atlántica, que no solo aspira a penetrar a los países de la antigua Europa Oriental y cercar a Rusia y China, sino extender su teatro de operaciones a América Latina, pensando a corto plazo en países como Cuba, Venezuela y Nicaragua.
De hecho, el senador Menéndez, pertenece a la comunidad cubano americana en Estados Unidos y es conocido por encabezar campañas contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, abogando por endurecer las sanciones financieras y el cerco económico a esos países y alentando planes intervencionistas y desestabilizadores contra sus gobiernos.
El proyecto presentado al congreso de los Estados Unidos implica que Colombia tendría una serie de ventajas militares y financieras adicionales a las que ya disfruta. Incluye permiso para utilizar créditos del sistema financiero de Estados Unidos para compra o alquiler de equipos de defensa. Y más aún, permite que Colombia, seguramente sin el consentimiento del Senado de la República, almacene elementos militares de Estados Unidos que son parte de sus reservas de guerra.
Desconoce acuerdos de la Celac
Dicho en términos más claros, no solo empuja a Colombia a una mayor carrera armamentista, representando eso sí un peligro para la paz de la región, sino en bodega de arsenales armamentísticos, con el peligro de que, detrás se trasladen también residuos nucleares o tóxicos peligrosos, como ya lo ha intentado Washington con otros países.
Por cierto, tanto el ingreso de Colombia a la OTAN como la iniciativa que ahora se discute en el senado norteamericano, vulneran en forma flagrante los acuerdos de la Celac suscritos por Colombia en el sentido de que América Latina sería territorio de paz.
Colombia ingresó a las OTAN en 2018, en la categoría de “socio global”. Eso marca un matiz de diferencia. Pero al adherirse a la Alianza Atlántica, el gobierno de Colombia ha allanado el camino para cualquier maniobra de la OTAN, tanto desde sus costas en los océanos Atlántico y Pacífico, como desde las fronteras con Venezuela, Brasil, Ecuador y Panamá.
Reacciones de Venezuela
Ya desde mediados de enero pasado, el ministro de la Defensa de Venezuela, general Vladimir Padrino había dicho que en su opinión la OTAN “se proyecta a Latinoamérica con Colombia como Peón” y pretende adueñarse del mundo extendiéndose más al este de Europa.
“La OTAN pretende adueñarse del mundo extendiéndose más al este de Europa. Al mismo tiempo la organización trasatlántica se proyecta a Latinoamérica con Colombia como peón y la presencia cada vez más resuelta de medios militares y navales en nuestra área de influencia ¿Y entonces?», dijo Padrino, según recoge el equipo de prensa de las Fuerzas Armadas. Al respecto, afirmó que hay «imágenes donde expresa claramente» que «Brasil y Colombia se colocan a disposición del imperio norteamericano».
La OTAN se fundó con 12 países hace treinta años. Ahora tiene 30 países afiliados. Creada en tiempos de la Guerra Fría para contener el poder militar del Pacto de Varsovia, nació como una organización anticomunista, dice el periodista alemán Jorg Kronauer. Pero tras la caída de la URSS y de los países del bloque socialista de Europa oriental, la OTAN debió haberse disuelto en los años 90. Para no pocos analistas, esta alianza militar es un anacronismo. Pero se prolonga en el espacio, sobre todo por decisión de Estados Unidos y es utilizada por las potencias occidentales para hacer el trabajo sucio: matar, arrojar bombas.
Negocio redondo
La OTAN es un mecanismo para impulsar el gasto militar en el mundo, que sin dudas impulsa la economía de las potencias occidentales. Cuando Estados Unidos y la OTAN invadieron a Bosnia, Afganistán, Irak y Libia, se disparó el presupuesto armamentístico. Las ventas combinadas de armas de las 100 empresas de servicios militares y productoras más grandes del mundo fueron de 531 mil millones de dólares en 2020, en comparación con los 300 mil millones en 2001.
Hoy la OTAN representa más de la mitad del gasto militar mundial, y esa proporción subirá en los próximos años. El gasto militar de Rusia es del 6 por ciento de lo que gasta la OTAN, solo un poco más alto que el de Alemania o el Reino Unido. En estas condiciones, las políticas de confrontación en torno a Ucrania hacen que el presupuesto militar de la OTAN aumente aún más, para gozo y satisfacción del complejo militar industrial norteamericano y de Alemania, Francia, Reino Unido y otras potencias.
En la Cumbre de Gales de la OTAN en 2014, se acordó que los estados miembros del organismo deberían gastar el dos por ciento del PIB en su aparato militar. El 20 por ciento de su gasto militar deberá destinarse en adelante a la compra de material bélico. Una decisión que finalmente no fue del agrado de muchos países. Y que, por cierto, esa es la perspectiva a la que nos quiere empujar el gobierno de Iván Duque con sus escarceos con la Alianza Atlántica.
Desde entonces, el presupuesto militar de la OTAN ha pasado de 89.600 millones de dólares a 1.049.000 millones a mediados del año pasado, un incremento del 15 por ciento, lo que significa que la industria de guerra de la OTAN también domina el mercado mundial. De hecho, solo tres estados miembros, Alemania, Francia y Estados Unidos aumentaron su cuota en el mercado de armas en más del 50 por ciento. Y esa es la dinámica que proponen el presidente Duque y el senador Bob Menéndez.