Destrucción del aparato productivo, desempleo, pobreza e inflación son algunas de las consecuencias de la imposición de este Tratado de Libre Comercio, que no ha traído ninguno de los beneficios prometidos. Un gobierno democrático estará obligado a renegociarlo
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino
Un balance sobre los 10 años del Tratado de Libre Comercio, TLC, con Estados Unidos, realizado por la Escuela Nacional Sindical, Cedetrabajo y el Comando Nacional Unitario, organización compuesta por las tres centrales obreras; fue presentado al país el pasado 18 de mayo.
En este, concluyen que poco es el aporte que deja este tratado en términos de generación de empleo, protección de derechos ambientales o transferencia tecnológica. Y que, Estados Unidos ha sido el más beneficiado al comprar productos tradicionales más baratos.
“A lo largo de los 10 años la balanza comercial colombiana presenta déficit, en especial en la industria. Las exportaciones aumentaron ligeramente para algunos productos primarios, mientras que los demás ven cada vez más lejos la posibilidad de cumplir con el sueño americano que alguna vez plantearon al firmar este acuerdo y, por el contrario, el mercado nacional está lleno de productos estadounidenses”, expresa el informe.
En su intervención en rueda de prensa, el presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia, CTC, Miguel Morantes expresó que el alto costo de vida que sufren los colombianos se debe a la falta de controles a los precios por parte del Gobierno y por el alto costo del dólar, si se tiene en cuenta que varios de los productos son importados, además, por el abandono de la producción nacional: “Todo viene de allí y se abandonó la producción en el campo y en la industria. Por lo tanto, pedimos al Gobierno un alza general de salarios que compense la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores”.
Sobre el particular, el informe dice que la política de promoción de las importaciones dejó al país expuesto al vaivén de los precios internacionales de los alimentos, combustibles e insumos. Durante los primeros cuatro meses de 2022 los precios han aumentado 5,66%, lo cual erosiona el supuesto gran aumento del salario mínimo de 10%.
“Mientras no se tomen decisiones serias para fortalecer el aparato productivo, los colombianos seguirán desprotegidos ante los vaivenes de la economía mundial. La medida del Banco de la República de subir las tasas de interés no solucionará el problema de la inflación, pero sí puede agravarse, generando estancamiento”.
Empresarios golpeados
A su vez, el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, Francisco Maltés manifestó que los tratados de libre comercio han sido para el país tan onerosos que varios candidatos presidenciales están planteando modificarlos, y no han entregado los resultados prometidos por quienes los impulsaban.
Sobre el TLC con el país norteamericano, el presidente de la CUT señaló: “Las exportaciones hacia Estados Unidos no han crecido como se esperaba, se han mantenido y sigue siendo el petróleo y el carbón los bienes que más se exportan. Los bienes que tienen algún grado de elaboración, como los manufacturados, su participación es mínima en las exportaciones. Mientras las importaciones han aumentado de una manera sustancial, se han doblado. Y esas importaciones masivas de bienes manufacturados y de bienes del sector agrícola han contribuido a la quiebra de la industria y del agro nacional, cuyas consecuencias en la carestía estamos pagando hoy”.
Ejemplificó que hasta el precio de los blue jeans se ha duplicado porque la materia prima se ha importado, mientras una empresa como Fabricato está en quiebra. Agregó que el desastre del campo hace que se importe arroz, maíz amarillo y trigo con un dólar a 4.100 pesos, lo que presentó como una de las causas de la inflación.
En consecuencia, este TLC ha significado la destrucción de una parte del agro, la pérdida de puestos de trabajo y la inflación, “y no trajo ninguna de las cosas buenas que se dijo que iba a traer”.
Pero no es solo a los consumidores y a los trabajadores a quienes el tratado ha afectado. La directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas, Acopi Bogotá-Cundinamarca, María Alejandra Osorio, dijo: “A los empresarios colombianos les vendieron la idea de que el TLC era una necesidad para tener relaciones comerciales con EE.UU., y las cifras muestran que ni era necesario, ni que los resultados prometidos eran ciertos”.
Desnivel en la balanza
En su intervención, Percy Oyola, presidente de la Confederación General del Trabajo, GCT, señaló que este TLC presenta un desnivel en la balanza comercial con una fuerte incidencia en el debilitamiento de la producción y en el empresariado nacional.
“Coltejer le pide al Ministerio de Trabajo el despido de 350 trabajadores que le restan y vemos cómo la Cámara de la Confección viene denunciando contrabando y lo que significa la entrada de productos que contribuyen a la pérdida de empleos en Colombia”, ejemplificó Oyola.
En su exposición, Enrique Daza, director ejecutivo de Cedetrabajo, explicó que el TLC no es un acuerdo meramente comercial, sino que incluye temas de propiedad intelectual, sobre la forma como el Estado puede prestar los servicios y su margen de acción en el campo industrial y agrario.
“El TLC determina qué papel tiene el Estado, las empresas, el campo. Es una visión integral del desarrollo. Es un tratado que favorece las privatizaciones, limita la acción del Estado y dificulta el papel del Estado en la promoción de políticas públicas productivas y sociales”, recalca Enrique Daza.
Por su parte, Miguel Ángel Rodríguez, investigador de Cedetrabajo, anota que la balanza comercial con Estados Unidos pasó de ser superavitaria a adquisitoria, es decir, que se compra más de lo que se le vende.
“La economía continúa la tendencia de reprimarización. Seguimos concentrados en vender petróleo que representa entre un 40 a un 60% de lo que exportamos a Estados Unidos. Aparte exportamos café, flores y banano. Estos cuatro productos concentran la mayor parte de las ventas que hacemos. Y, las importaciones han crecido de manera exagerada y nos volvimos muy dependientes de productos sensibles para el mercado interno”, complementa Rodríguez.
Acerca de la generación de empleo, el informe detalla que en productos como petróleo y carbón: “Entre el 2011 y el 2019, en la rama de explotación de minas y canteras se perdieron 45 mil empleos, al pasar de tener vinculados a 253 mil personas en 2011 a 207 mil en 2019. Pese a que la explotación petrolera y de carbón es muy importante en los agregados económicos del país, emplea apenas al 1% de las personas ocupadas, y también usa las variadas formas de la tercerización laboral para abaratar costos”.
En el área energética, el país reforzó su dependencia al traer combustibles -adiciona Rodríguez-, aunque en términos de tecnología se ha ido sustituyendo por la china.
En palabras de los investigadores, en estos años de balance hubo 12 reformas tributarias y se abandonó la política industrial, lo que produjo un crecimiento económico y un mercado laboral con condiciones complejas para los trabajadores.
El empleo
Rodríguez agrega que en términos mineros se exporta petróleo para importar petróleo procesado y, en términos de alimentos, se pasó de importar 800 mil o un millón de toneladas a siete millones. Y, aunque desde el Gobierno se hable de exportaciones de productos como la tilapia, el aguacate, la uchuva y el limón Tahití, entre otros, son exportaciones marginales que pesan menos del 5% de la balanza comercial con ese país. En resumidas cuentas, todo lo anterior deja como gran ganador al país del norte.
“Nos concentramos en exportación de productos primarios, de bajo valor agregado, seguimos concentrados en la compra de insumos. Y en este punto, nos volvimos dependientes de insumos clave como los cereales: el maíz, el sorgo, la soya, el trigo y el arroz que se va a empezar a importar con mayor fuerza de Estados Unidos, que son claves para la producción de alimentos de consumo humano y para la producción de alimento animal, es decir, para la industria alimenticia. Eso es lo que hace que la inflación de alimentos esté bordeando el 30%”, argumenta Miguel Ángel Rodríguez.
Los resultados de la investigación de Cedetrabajo apuntan a que en caña de azúcar y con base en datos del Ministerio de Agricultura, en su informe del segundo trimestre del 2020 sobre la cadena productiva de este producto, que el sector generaba a la fecha más de 279 mil empleos entre directos e indirectos, distribuidos así: en el sector agrícola, 7.400 directos y 42 mil indirectos (aproximadamente 5,6 empleos indirectos por cada empleo directo); en el sector industrial, 30 mil directos y 200 mil indirectos (aproximadamente siete empleos indirectos por cada empleo directo).
Por su parte, en palma de aceite: “el crecimiento de la mano de obra se hizo con base en la flexibilización laboral y sus diversas modalidades como el contrato por obra o labor, la tercerización por empresas de servicios temporales y/o SAS, contratos a término fijo. En este sector, una de las modalidades comunes de los Acuerdos de Formalización Laboral (AFL) es la vinculación por obra o labor, modalidad de contratación que, si bien formaliza, no garantiza el pleno acceso de los trabajadores a los derechos laborales”, comenta el informe de Cedetrabajo al hablar de las relaciones laborales.
Por otra parte, en cuanto a la producción de flores, el documento expresa que el Ministerio de Agricultura estima que para el 2018, el sector de las flores generó 104.917 empleos directos y 88.848 indirectos en la ruralidad. La estimación de quienes trabajan en este sector es que más o menos el 60% de quienes se encuentran vinculados a esta labor lo están mediante la modalidad de trabajo temporal por empresas de servicios temporales, u otras figuras empresariales como las SAS.
Modelo antilaboral
En este último ítem, Carlos Julio Díaz, de la Escuela Nacional Sindical, acota que el actual modelo de desarrollo tiene un sesgo antilaboral ya que no genera empleo, “porque los sectores dinámicos de la economía: el extractivista, el agroexportador primario y el financiero en conjunto, de cada diez ocupados generan dos. Si se ven los datos del DANE en el año 2011 había 20 millones 20 mil ocupados; once años después tenemos 20 millones 392 mil. La población ha crecido más de cinco millones, pero los ocupados continúan casi iguales”.
En contraste, asegura que la población desocupada eran dos millones 426 mil, antes de la pandemia eran dos millones 600 mil, y actualmente son tres millones 263 mil. “El indicador de desempleo venía en deterioro desde el Gobierno de Santos”.
Carlos Julio señala otros aspectos a tener en cuenta como la población ocupada vinculada al régimen contributivo en salud, en el que solo el 40% está afiliado y en pensiones el 41. Más de la mitad de los ocupados sigue por fuera del régimen contributivo de seguridad social.
Es necesario recordar que, en el curso de las negociaciones de este TLC, sindicatos nacionales y del país del norte se pusieron de acuerdo para exigir que se incluyeran unas cláusulas laborales y sindicales que permitieran la defensa de los derechos laborales y ambientales.
“La introducción de esta cláusula y las luchas de los sindicatos detuvieron durante seis años la ratificación del TLC. Entonces, supuestamente debería reducirse la persecución del sindicalismo y la destrucción del medio ambiente cosa que no se realizó”, indicó Enrique Daza.
Urge renegociación
Por todo lo anterior, el Comando Nacional Unitario exige un alza de salarios basado en los precios de los alimentos que se han incrementado en 30% y de los servicios públicos domiciliarios en 15, pues las mesadas han perdido poder adquisitivo y deben ajustarse de acuerdo con las circunstancias económicas que se viven.
Los investigadores, el Comando Nacional Unitario y la Escuela Nacional Sindical rematan diciendo que si bien la apertura económica de Colombia al mercado estadounidense ha aumentado en las exportaciones y las importaciones, no ha significado mayor impulso del PIB, ni ha traído la solvencia económica esperada, mucho menos ha generado un aumento significativo en las plazas de empleo: a excepción del trabajo en la palma de aceite, los cinco sectores priorizados no mostraron una mejora notoria en el acceso al empleo ni en las condiciones laborales.
Asimismo, que las demandas productivas derivadas de la apertura económica a través de los TLC han desmejorado las condiciones laborales, sobre todo aquellas asociadas con las altas demandas productivas y las enfermedades y accidentes laborales.
Finalmente, María Alejandra Osorio, de Acopi Bogotá-Cundinamarca, reiteró: “Hoy este tratado de libre comercio debe ser renegociado, solicitud que Acopi ha elevado a los gobiernos nacionales y hoy nuevamente se lo hacemos a los candidatos presidenciales para que se comprometan a renegociarlo porque no ha favorecido el desarrollo nacional, y para que se busque un acuerdo gana–gana que permita ser ganador al país en el comercio y en el progreso”.