viernes, julio 26, 2024
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Sin miedo al éxito

María Galeano

El Paro Nacional revolucionó a Colombia. La juventud, principalmente de los sectores populares, se levantó en cada región del país e hicieron de su rebeldía un carnaval de demandas que instaba a subvertir el orden de la política nacional. Un despertar social, que inició en contra de la reforma tributaria de Iván Duque, se convirtió en un mar de gente imparable a la que el gobierno respondió con la más fuerte demostración de violencia, racismo y aporofobia.

En Bogotá, en los barrios populares, la juventud organizó su rebeldía, pintó su discurso con el color de la diversidad, exigían derechos, trato digno por las autoridades, pero también trascendieron sus exigencias y le dieron una connotación anti sistémica. La juventud perdió el miedo, actuaban sabiendo que mientras las calles fueran sus trincheras para las reclamaciones, la fuerza pública sería, por orden del Gobierno nacional y de Claudia López, el escuadrón de violencia para diezmar su fuerza.

Y, mientras los medios de comunicación privados estigmatizaban su justeza, decenas de jóvenes fueron detenidos, torturados y un centenar más eran víctimas de trauma ocular a manos del Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD. Esta práctica, la de dispararle a los ojos a la juventud, fue una estrategia reiterativa aplicada de manera intencional, por medio de impactos de municiones de armas que usan energía cinética, como las balas de goma y los gases lacrimógenos. El registro del 28 de abril al 20 de julio del 2021 fue de 103 víctimas. Según un informe de Amnistía Internacional, el 36% de estos casos era de jóvenes entre los 18 y 27 años, ocho eran menores de edad.

Mocao es el movimiento en resistencia contra las agresiones oculares del ESMAD; surgió como una extensión de la rebeldía de esa juventud agredida en las calles del país. Mocao, de la mano de la maestra Patricia Ariza, lanzó, a finales de octubre en la Corporación Colombiana de Teatro, una creación colectiva denominada Resistencia. La obra tuvo un lanzamiento con una masiva participación popular.

Tras apagarse las luces, relatos audiovisuales irrumpieron en la sala. Minutos después, una puesta en escena en donde las y los actores, víctimas de trauma ocular, con un ejercicio de conciencia corporal, recrearon la violencia con la que fueron agredidos por el Estado. La estudiante, el papá, el chef, entre otros, fueron la primera línea teatral, la memoria historia de una barbarie contra la juventud que, al ritmo del hip hop, cuenta “Muy mal me llevaron, con mucho enojo, a un hospital hecho un despojo donde un médico me dijo ‘no verás con ese ojo’. ¡Sentí tristeza y enojo!

Esta creación colectiva es una revolución artística de quienes ¡sin miedo al éxito!, como lo expresaban en las barricadas de los barrios populares, persisten en sus razones, desafiando sus propios retos. Al final de la obra, Checho, uno de los actores, explicó que este ha sido un proceso en el que tuvieron que descubrirse a sí mismos; “descubrirse sobre las tablas, aprender a moverse en la profundidad de una sala sabiendo que el otro compañero tampoco puede ver bien”.

Con el cuerpo y el arte hacen memoria, exigen justicia e insisten en un discurso antipatriarcal, antisistémico, anti-ESMAD. “Aquí estamos parados los jóvenes del triste barrio (…), puse mi ojo por ti, pueblo, soñando el cambio”. Sobre las tablas y al son del rap, seguirán expresándole al país “¿qué hago aquí? soy un símbolo de resistencia. Ahora veo con más claridad”.

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