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Reseña: Sombras sobre Isla Negra

Álvaro Castillo Granada

“El 5 de diciembre de 2011 (…) el abogado del Partido Comunista Eduardo Contreras solicitó por escrito al ministro Mario Carroza que, “atendiendo el estado del proceso judicial y las legítimas dudas respecto de la intervención de terceros en la muerte de Pablo Neruda”, decretara la exhumación de sus restos en Isla Negra y su traslado al Servicio Médico Legal, con el fin de que se le practicaran las pruebas científicas que permitieran conocer las “verdaderas causas de la muerte del ilustre ciudadano”.

Sombras sobre Isla Negra

Esta frase casi al final del libro Sombras sobre Isla Negra. La misteriosa muerte de Pablo Neruda, de Mario Amorós, podría ser el comienzo de una novela negra/policiaca: ¿Hubo una mano criminal detrás de la muerte del poeta chileno doce días después del golpe militar? ¿Su repentina muerte, aparentemente por causas naturales, a quién le convenía?

Sobre estas dos interrogantes es posible lanzar múltiples líneas de especulación que pueden resultar en una narración fascinante. A pesar de esta posibilidad el autor prefiere escribir/armar una investigación periodística y documental valiéndose de las herramientas de la ficción (suspenso, aplazamientos, flashbacks…).

Así el lector, los lectores, asistimos a la reconstrucción del último año de vida del poeta: desde su regreso a Chile (el 21 de noviembre de 1972) hasta su muerte (el 23 de septiembre de 1973), su funeral (el 25 de septiembre) y los hechos posteriores que permiten pensar que manos criminales pudieron estar detrás de esa inyección que le fue aplicada en la Clínica Santa María para, supuestamente, calmar su dolor.

No se trata de lanzar acusaciones al vacío. Se trata, mejor, de buscar todas las declaraciones, entrevistas y testimonios que, a lo largo de treinta y ocho años, han quedado desperdigados por ahí, como fichas abandonadas de un rompecabezas, una a una, encontrarles el derecho y el revés, el lugar que les corresponde, para ir armando el retrato de una época y encontrar el rostro de un poeta.

No se contenta (y ésta es una gran virtud) con la pista que lanza una línea o un rumbo de investigación. Indaga si existe otra que la contradiga o desmienta. Como un investigador por cuenta propia va desenrollando la madeja de las historias y los cuentos. Y con las agujas de la ficción va tejiendo el tapiz por el que pueden deslizarse las especulaciones.

Esperemos que algún día se puedan realizar las pruebas científicas que se necesitan para comprobar si hubo (o no) manos criminales en la muerte de Neruda. La historia, de ser así, cambiará: su crimen no quedará impune. Y, si no, esa leyenda dejará de circular. Sea cual sea el resultado, la verdad, sólo hay una cosa cierta: Pablo Neruda murió de dolor, de dolor de Chile traicionado y destrozado.

(Sombras sobre Isla Negra. La misteriosa muerte de Pablo Neruda, Mario Amorós, Ediciones B, Santiago de Chile, 2012)

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