El maestro de las letras escribe ante todo por hobby, explica, por cuanto el estímulo a los cultores por parte del Estado es realmente mínimo por no decir que nulo. Hay presupuesto para la guerra pero no para la cultura. Es la constante en Colombia.
Nelson Lombana Silva
El escritor tolimense José Ramiro García Valbuena, ganador del premio Colombia Emprende del Ministerio de Cultura, pudo publicar su obra Abuela Raquelina, una investigación de la comunidad indígena pijao. Durante 14 años de investigación el maestro José Ramiro, también poeta, pudo concretar y publicar este trabajo intelectual de suma importancia en la defensa de la identidad aborigen.
El maestro de las letras escribe ante todo por hobby, explica, por cuanto el estímulo a los cultores por parte del Estado es realmente mínimo por no decir que nulo. Hay presupuesto para la guerra pero no para la cultura. Es la constante en Colombia. Para el escritor la llegada del español a América constituyó una invasión. En relación con el proceso de paz con las FARC-EP, el escritor se declara optimista y esperanzado. Destaca la importancia de poner fin a 60 años de cruda violencia por obra y gracia de un régimen antidemocrático.
El reportaje realizado por la página web www.pacocol.org con el maestro José Ramiro García Valbuena es el siguiente:
—¿Cuánto tiempo en el mundo de la literatura, maestro?
—Desde hace mucho tiempo. Desde que estaba en el colegio comencé a participar en eventos nacionales en poesía, como fue el que se realiza en Chiquinquirá (Boyacá). De ahí para acá he seguido participando. En el 2002 y en el 2003, gané algunos premios nacionales, en el Festival Andino Colombiano; me gané dos premios en cuento, dos en poesía, uno en novela y reconocimiento en teatro.
Últimamente, en este año, logré ganarme el premio Colombia Emprende del Ministerio de Cultura, donde hubo seis mil convocados. Hacía dos años lo estaba intentando y al fin se dieron las cosas.
El premio era la edición o la materia prima para el negocio que fuera, pues había cuatro modalidades: artesanía, gastronomía, literatura y gestores culturales.
—¿Qué lo ha animado a escribir en un Estado que no apoya la literatura y la cultura?
—Ha sido muy difícil, pero esto lo hago como un hobby. He visto que mi trabajo con los pueblos indígenas desde el año de 1996 no está escrito. Las vivencias, la cultura, todo lo que tiene que ver con la cultura nuestra, no está escrito, entonces yo he intentado ir dejando eso plasmado en varios libros. El premio nacional se llama Colombia Emprende, porque era basado en la cultura de cada pueblo, y logré ganar este premio. Por eso ahora más que nunca estoy dedicado a esto.
—Una de sus más recientes publicaciones es la Abuela Raquelina. ¿Cuál es el argumento de esta obra?
—Es una investigación de más de catorce años, basada en la cultura del pueblo pijao. Es la abuela contándole al nieto todos los saberes que ella tiene a sus 98 años de edad. Ella quiere dejar ese legado y comienza a contarle al nieto toda la experiencia, la historia de Colombia, la historia de la conquista, cómo sufrieron, cómo vivieron, lo mismo que la forma de vida, cómo vivían los abuelos, cómo construían las casas, cómo era la medicina tradicional, los usos, las costumbres, los agüeros, la cosmovisión y también una parte del vocabulario pijao.
Allí, por ejemplo, encontramos de donde proviene la palabra “Tolima”. En lengua Pijao Tol, quiere decir frío, montaña de nieve, montaña blanca. Todo lo que tiene que ver con el nevado. Ima es tierra caliente, por eso Coyaima, Natagaima, Tocaima, tienen esa terminación. Ima es calor. Entonces si unimos los dos vocablos Tol e Ima, nos queda un territorio de tierra fría y de tierra caliente. Así una cantidad de cosas. En el caso de los mitos y leyendas, está visto desde las comunidades nativas hacia afuera, no lo que nos han contado.
Entonces, ahí desciframos por qué el Mohán –por ejemplo– para los indígenas y los nativos era el máximo jefe. No era el espíritu malo que decimos, que la Madre Monte esconde los perros, bueno, infinidad de cosas de espíritus malos. No, ella es la que cuida el bosque, es la que proporciona la madera, la palma, los animales para el alimento, pero si alguien comete un error pues lógico que la mamá responde por sus hijos, los defiende.
Lo mismo la Madre de Agua, es la que proporciona a los peces las aguas, cuida los nacimientos de agua y si nosotros los destruimos, pues ella se va a poner brava y se producen las avalanchas y cantidad de cosas, porque ella está defendiendo su río, las quebradas, los peces y todo. Es decir, todos los saberes que ella tiene se los trasmite a su nieto.
—¿En dónde y cuánto tiempo le llevó escribir esta obra?
—El escenario es el municipio de Rovira (Tolima), en el río Chilí y el río Tuamo. Pero desde ahí contamos toda la historia del pueblo nativo. Duré en esa investigación catorce años y ocho años esperando la oportunidad de publicarla, lo cual se dio al ganarme este premio.
Salió muy bien presentada. Algunos critican el lenguaje que es muy de origen porque es una indígena tratando de contarle al pueblo qué fue lo que se vivió y se vive. Entonces no puedo colocar a un personaje a hablar con un idioma muy sofisticado, porque estaría mal, no convencería.
—Maestro, usted que lleva 20 años con los indígenas, ¿cómo analiza el “encuentro” entre el español y el indígena en el caso particular del Tolima?
—Aquí se puede mirar que eso fue una invasión, no fue un descubrimiento sino invasión, un genocidio lo que se causó con los pueblos nativos, porque ellos eran de acá y el territorio era de ellos. Los extraños son otros.
Actualmente, se ve que los indígenas vienen siendo relegados a las partes más inhóspitas como para que vayan desapareciendo, cuando ellos son los verdaderos de todo este territorio.
Al ver el calentamiento global, cómo la Madre Naturaleza viene siendo destruida, la función de los indígenas es vivir en paz con la naturaleza, cuidar los bosques, cuidar las fuentes hídricas; vemos el trabajo grandioso que ellos sí están pensando en la vida nuestra. Ellos no están por riquezas, por el oro, no están por nada de esto, ellos lo que quieren es vivir en paz y que los dejemos en paz.
—Los españoles regaron la versión de que los pijaos era violentos e incluso antropófagos. ¿Qué ha indagado usted sobre el particular?
—De acuerdo a las investigaciones, el pueblo pijao es descendiente de los caribes, se habla últimamente sobre el particular diciéndose que eran caribes, pero no los que venían por el mar Caribe, sino más que todo de un pueblo de Brasil, que llamaban: “Carey, Carey”. Ellos estaban enseñados en lengua caribe a decir: “Carey, Carey”, ellos recortaban las palabras.
En el Tolima, hay caribes, los motilones también son descendientes de los caribes. Hay varios pueblos que son descendientes de los caribes.
Ya de la parte violenta, hay algunas anécdotas de los caribes del Brasil que ellos desfiguraban el cráneo. A los niños les ponían una tablilla en la frente para desfigurarles el cráneo para verse más violentos. Ellos querían tener como una raza diferente a las demás. Pero, en realidad era una forma de defenderse de sus enemigos. De alguna manera sembrarles terror.
En cuanto a que si eran caníbales, se han encontrado algunas versiones, que todo lo hacían para infundirle temor al enemigo, no era que ellos fueran antropófagos, sino que por infundirle terror al enemigo, se comían algunas partes de los cuerpos y las calaveras las colocaban alrededor de las casas para que el enemigo le diera miedo.
Hay una historia que cuentan de aquí de Carmen de Bulira, que dice que el cacique que vivía en esa parte mató a algunos españoles y los dejó trancando las puertas. De ahí, el cuento de que en el Tolima las puertas se trancan con los muertos.
¿Cuál era la finalidad? Pues, para que cuando llegara el enemigo, abriera la puerta, lo primero fuera que el muerto se le fuera encima, con fin de infundir terror.
—El cacique Calarcá fue consecuente con su clase, Baltazar fue un traidor. ¿Qué lectura hace usted de estos dos caciques indígenas?
—El cacique Baltazar vivía en los llanos de Ibagué, prácticamente en el Combeima. Él no era guerrero. Más que todo vivía cultivando sus tierras. Cuando llegaron los españoles, exactamente Andrés López de Galarza, y se enfrentó contra los indígenas en Anaime, él tuvo muchos heridos y salió corriendo y llegó a Ibagué y entonces el cacique Baltazar o también cacique Ibagué, lo recogió prácticamente y lo ayudó y le curó los soldados y lo apoyó, a tal punto que a eso se debe que se haya nombrado la ciudad de Ibagué en honor a este cacique porque él lo apoyó.
—¿Y en el caso del cacique Calarcá?
—El cacique Calarcá era de los lados de Rovira, exactamente entre Rovira y San Antonio. No era del Quindío. La zona donde se han venido encontrando vestigios de algunas comunidades y todo, son entre Hervidero, los lados del río Chilí, el río Tuamo. Esta era la zona donde él vivía. Allí fue donde él apareció, aunque fue una presencia muy efímera pero muy voraz. Se desconoce el origen de la familia de él, pero se cree que él no murió como lo cuenta la historia, sino que murió de viejo en sus tierras, entre los municipios de Rovira y San Antonio.
—Dice la frase: El que no conoce la historia, está condenado a repetirla. Usted está interesado en la memoria, pensando en las nuevas generaciones para que conozcan el pasado. ¿Cómo califica el esfuerzo que viene haciendo, maestro?
—Tengo una experiencia dura. Hice una investigación, el proyecto se llama: “Recorriendo los andares y saberes de los abuelos pijaos en cocina tradicional y artesanías”. Me gané una convocatoria con el Ministerio de Cultura en el 2014. Hice esta investigación, está elaborada en un pequeño machote, pero no se ha podido publicar porque costaba como $16 millones el año pasado, les he pedido apoyo a varios alcaldes y me han dicho que eso es mucha plata para publicar un libro de esos, cuando es la memoria de nuestros ancestros.
Hay algunas cosas que nosotros desconocemos –por ejemplo– en los casos de la rueca, del uso, de la taraba, del pilón. Todo lo que se trabaja en ese tiempo. La mano de piedra, el plato de palo, el trapiche mata gente, la escoba de baba incluso, la fórmula del jabón de la tierra, que eso todavía lo utilizamos todos. Se quiere dejar un legado a nuestros hijos para que al menos tengan la noción de eso existió y lo utilizaron los abuelos. Pero no ha sido posible.
¿Por qué se da esto? Principiando porque el Gobierno y la parte de Cultura no les interesa esto. Es muy duro para uno trabajar en la investigación en Colombia. Ahora, en la parte de la novela, pues también ha sido duro porque ocho años para lograr publicarla. El caso no es solamente mío. Hay conmigo muchos compañeros y compañeras que vienen trabajando por la literatura, la cultura antigua, la investigación con la esperanza de clarificar nuestro origen y dejar un legado pero es casi imposible. Es difícil.
De pronto yo he rodado con un poco de suerte porque mantengo metido en todas partes y he logrado la publicación de esta obra por haberme ganado este premio, de lo contrario, estaríamos perdidos.
—Finalmente, ¿qué sigue para usted en un proceso de paz firmado entre las FARC-EP y el Gobierno nacional en Colombia? ¿Cuáles son sus expectativas?
—Bueno, todos estamos esperanzados en que esta paz que se firmó nos lleve a un buen final, que no se vaya a truncar. Mi deseo es que se apoye –por ejemplo– todo lo relacionado con la literatura, la investigación, la cultura de todos, porque de ahí dependen muchas cosas. Nosotros podemos dar mucha información, ayudar mucho a la paz, porque nosotros en los estudios que se han hecho, hemos visto que la gente ha perdido su norte, nos han invadido otras culturas. El celular nos acabó. Ya la gente no piensa. La internet también nos acabó, porque ya la gente no coge un libro a leer. Para que una persona nos compre un libro hay que rogarle con ser que es la historia de sus abuelos. Ahora para que lo lea es otra batalla singular.
Es muy difícil, pero estamos interesados en eso y queremos apoyar el proceso de paz porque… pues imagínese más de 60 años viviendo en guerra y eso que la humanidad siempre ha vivido en guerra que nos la trajeron los españoles, porque a pesar de que los indios tenían sus pequeñas luchas, no eran tan sangrientas como ahora, que son genocidios enteros, originando la destrucción de la propia humanidad. Tenemos que apoyar este proceso, que el Gobierno también nos apoye. Nosotros podemos dictar conferencias, talleres, llevar a los niños a que conozcan la historia infundiéndoles valores. Que haya respeto hacia los demás y hacia sí mismo.
Los padres perdimos la autoridad ante los hijos, los profesores también. La juventud está descarriada. La juventud mete vicio por donde sea. Hay un caos total. Los grandes padres de la patria tienen la culpa en todo esto, porque han creado leyes permisivas, caso de la dosis personal, por ejemplo. Todo mundo puede fumar marihuana, cocaína, en cualquier sitio sin respetar al otro, perjudicando de esta manera su integridad física, la integridad de los demás y de la naturaleza. Es realmente complicada la situación.