La relación planteada debe afrontar diversos retos. El más inmediato es la regulación del paso por la extensa frontera de 2.200 kilómetros y teatro de operaciones de distingos grupos armados y delincuenciales. El otro es la normalización del comercio y la situación de la población migrante
Alberto Acevedo
Después de años de espera para la normalización de las relaciones entre dos pueblos hermanos y dos gobiernos que mantuvieron una larga tradición de amistad, bajo las banderas del Pacto Histórico, ahora liderando una nueva política internacional, los gobiernos de Colombia y Venezuela confirmaron la reanudación de relaciones diplomáticas, que se concretaron con la designación de embajadores a ambos lados de la frontera.
Las relaciones entre las dos naciones hermanas “nunca debieron interrumpirse”, dijo en Caracas, al presentar sus cartas credenciales como nuevo embajador, el diplomático colombiano Armando Benedetti. Por su parte el gobierno bolivariano de Venezuela anunció la designación del experimentado diplomático Félix Plasencia, para ocupar el cargo de embajador en Bogotá.
Diversas valoraciones se han hecho en los círculos políticos, sociales y periodísticos en torno a este anuncio, que no faltó quien lo calificara de ‘precipitado’, pues, sobre todo desde la derecha, pretendían primero un juicio a la política del presidente Maduro, es decir, volver a las prácticas injerencistas.
Triunfo de la razón
Dentro de esos juicios vale la pena mencionar el del periodista Luis Alfonso Mena, conocido por su sensibilidad frente a los temas de integración latinoamericana, quien afirma: “El restablecimiento de relaciones entre la República de Colombia y la República Bolivariana de Venezuela es el triunfo de la razón y la hermandad sobre el odio y la bestialidad.
“Sólo un gobierno signado por el humanismo como el del presidente Gustavo Petro podía asumir la decisión desde el primer momento, sin ambages ni cálculos. El régimen de Iván Duque dinamitó los caminos históricos entre los dos pueblos, obnubilado por su sesgo de ultraderecha y desaforado por arrodillarse ante los intereses imperiales.”
El ambiente que reina en el espíritu de los dos gobiernos es inmejorable. Pero la relación planteada debe afrontar diversos retos. Uno de ellos, el más inmediato, es el de la regulación del paso por la extensa frontera de 2.200 kilómetros y teatro de operaciones de distingos grupos armados y delincuenciales. El otro es la normalización del comercio, la situación de la población migrante. Finalmente, el tema de la conectividad, aérea y terrestre.
Frontera y migración
Un componente adicional, que habrá que desarrollar en el futuro, es la idea que plantean algunos analistas latinoamericanos, que insinúan que las nuevas relaciones entre Colombia y Venezuela van más allá de una propuesta de negocios y colaboración mutua entre dos pueblos y naciones, e irradian un clima de cooperación válido para América Latina, en sus esfuerzos por diseñar una nueva integración regional, independiente, autónoma y soberana.
A través de diversos trinos en sus respectivas cuentas de Twitter, los presidentes Petro y Maduro, coincidieron en señalar que el primer tema del que se ocuparán será la regulación de los asuntos de la frontera, cerrada al paso vehicular desde 2015. Benedetti dijo que le propuso a Maduro que la gente pase de un lado a otro, solo presentando su cédula. Maduro le sugirió “ir más despacio” y le expresó su preocupación por el narcotráfico, que se mueve duro en esa zona.
El tema del comercio bilateral, por el contrario, despierta mayor optimismo entre los sectores económicos de ambos países. En torno a las perspectivas de este frente de colaboración, se ha pronunciado recientemente Tiziana Polesel, presidenta de Consecomercio, la cámara del ramo en Venezuela.
Activar el comercio
La funcionaria habla de las expectativas del sector privado en su país. Según ella, se trata de “el sector de alimentos, confección, concretamente en calzado. Tenemos varios sectores. Hay también un acercamiento importante en auto partes y quizá uno de los más importantes es el turismo”.
Para Polesel, esta agenda de regularización pasa primero por la apertura de consulados y la conectividad aérea y terrestre, como requisitos para comenzar la tarea.
En 2006, el intercambio comercial entre Colombia y Venezuela ascendía a dos mil millones de dólares. En 2008 llegó a cinco mil millones. Hoy no supera los 300 millones. Armando Benedetti dice que la meta es llegar a diez mil millones de dólares en los próximos meses.
Rol de los empresarios
Entre el tintero está la idea de que los presidentes de las dos naciones sostengan una conversación personal. Desde luego, no hay fecha para la cita, que podría ser en Bogotá. El presidente Nicolás Maduro ha dicho que, en un escenario semejante, de darse, propondrá al presidente Petro la conformación de una amplia zona comercial en la frontera común, inicialmente entre el departamento de Norte de Santander y el Estado de Táchira.
Un experimento, dijo Maduro, que luego podría extenderse a Zulia, Apure, Amazonas, a “una economía que produzca bienes y servicios y satisfaga las necesidades y la demanda interna. Una economía que produzca la riqueza física y monetaria necesaria para las inversiones que el país necesita recuperar”.
En ese sentido, dijo, “es una prioridad monetizar las reservas y acabar con la persecución petrolera contra Venezuela. Esta es un área -añadió- en la que los empresarios pueden hacer mucho con sus relaciones en EE.UU., haciendo lobby ante el Congreso estadounidense, el Departamento de Estado y la Oficina de Control de Activos Extranjeros. ¡Ya basta, dejen a Venezuela en paz! No se ha podido ponerla de rodillas, ni se podrá jamás”, concluyó Maduro.