viernes, julio 26, 2024
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Plata, plomo y perico

El hallazgo de armas, dinero y drogas en el vehículo de la presidenta del Concejo de Cartagena es una cruda radiografía de la clase política tradicional. La restauración moral de la República es hoy más urgente que nunca

Roberto Amorebieta
@amorebieta7

Es una mañana soleada en la hermosa ciudad de Cartagena, la brisa marina agita las ramas de los árboles y el aroma del mar perfuma toda la bahía. La presidenta del Concejo de la ciudad, la liberal Gloria Estrada, su esposo y un funcionario del cuerpo edilicio se dirigen tranquilamente hacia el exclusivo sector de Manga, donde reside la concejala.

De repente, la lujosa camioneta en que viajan, decorada profusamente con propaganda del senador y candidato Lidio García, es detenida por un retén de la policía. Se hace una requisa y los uniformados encuentran en el vehículo un interesante cargamento: Ocho millones de pesos en efectivo, varias armas de fuego con salvoconducto y un kilo de cocaína.

Momentos después, llegan al lugar numerosos seguidores y familiares de la concejala quienes intentan agredir a los periodistas que ya hacen presencia para cubrir la noticia y arrebatarles celulares y cámaras con las que han grabado las escenas de la detención. Hay forcejeos, gritería y alegatos, pero de nada sirve. Estrada y sus dos acompañantes son detenidos y conducidos a las instalaciones de la Fiscalía.

El suceso pronto se convierte en noticia nacional y los informativos divulgan la información acompañada con imágenes, videos y declaraciones solemnes de los dirigentes liberales quienes, apresuradamente, se desmarcan de la concejala y le retiran su apoyo. Sálvese quien pueda.

Plata y plomo

El episodio no sería extraño en un país como Colombia, permeado por el narcotráfico en todas sus esferas, particularmente en la política, pero aún así no dejan de sorprender estos hallazgos que ponen en evidencia el talante de nuestra clase política. Porque lo descubierto en Cartagena, si bien es algo común en la forma de hacer política de los partidos tradicionales, al convertirse en una noticia de este calado, abre el debate sobre la transparencia de las elecciones y las prácticas que se están llevando a cabo y que sin duda caracterizarán la campaña que está comenzando.

El dinero que llevaba la concejala en su camioneta refleja la forma como se hace política en Colombia. Sería deseable que la competencia electoral se disputase lejos de las influencias del dinero, pero es sabido que una campaña requiere muchos fondos para costear almuerzos, refrigerios, alquiler de equipos, gasolina y un largo etcétera.

Por supuesto, en estos cálculos también hay que sumar los fondos destinados a patrocinar a los intermediarios electorales, llamados capitanes o tenientes, quienes son realmente los que poseen y controlan los votos. Transporte, alimentación, propinas y por supuesto un emolumento para estimular la lealtad del intermediario, son gastos que deben incluirse en cualquier contabilidad electoral, todo ello sin incluir la compra de votos.

Ello por supuesto no debería ser así. Todos deseamos una política limpia, donde primen las ideas y el debate, pero es lo que hay. La financiación de una campaña y en especial el dinero en efectivo que hay que portar durante ella, se vuelven herramientas indispensables para cualquier candidato que pretenda ganar una elección. Por lo anterior, los ocho millones de Estrada evidencian la forma como se hace política en Colombia pero hasta ahí, no hay nada raro.

El porte de armas está protegido por la legislación colombiana. A pesar de los intentos de algunos -y en particular de una senadora de la extrema derecha- de liberalizar el porte, lo cierto es que sigue restringido y solo pueden portarlas quienes justifiquen ante las autoridades que se hallan en peligro. Lo deseable, por supuesto, es que en Colombia nadie tuviese que andar armado y que la política estuviese exenta de violencia, pero lo cierto es que la seguridad sigue siendo un asunto que preocupa a los candidatos. Por ello, que la concejala llevase varias armas con salvoconducto en su camioneta, a pesar de ser algo no deseable, tiene su razón de ser.

Cocaína

Por lo anterior, lo realmente escandaloso de este episodio es el hallazgo de un kilo de cocaína empacada al estilo de los alijos que suelen incautar las autoridades en sus redadas contra el narcotráfico. Por supuesto, la concejala aseguró que la cocaína no era de su propiedad y con seguridad inventó alguna historia para justificar la presencia del alcaloide en su vehículo.

Sin pretender condenar a Estrada -pues aún debe ser vencida en juicio- lo cierto es que sí había un kilo de cocaína en la camioneta y por ello es legítimo preguntarse cuál era el propósito de dicho alcaloide.

Lo primero que puede pensarse tras ver la imagen del decomiso, es que la campaña que adelanta la concejala en apoyo de Lidio García se financia con dineros del narcotráfico y que el kilo estaba allí para ser vendido y contribuir a los enormes gastos en los que seguramente está incurriendo el senador en su aspiración por reelegirse al Congreso.

Ello ya sería escandaloso, si no fuese porque, como sabemos, la política en Colombia es financiada por el narcotráfico desde, al menos, el decenio de 1970. En otras palabras, Lidio García y su concejala amiga tienen pinta de narcos, lo que tristemente es muy frecuente en este país, aunque, de nuevo, aún deben ser vencidos en juicio.

Sin embargo, otra hipótesis se plantea como explicación a la presencia de la cocaína en la camioneta y es que no estaba allí para ser vendida sino para ser consumida. Es decir, así como todo el mundo sabe que el licor es indispensable en el desarrollo de una campaña política tradicional, ahora nos encontramos con la posibilidad de que también la cocaína sea un estimulante que se consume y se reparte en los eventos políticos, algo de lo que no teníamos noticia.

Radiografía

Por supuesto, no se trata aquí de juzgar los hábitos de consumo de nadie, sino de advertir la radiografía de la clase política que supone el hallazgo. Que alguien porte su dosis personal de drogas es algo que incluso la Corte Constitucional protege, por lo que el reclamo no es de tipo moral. Pero una cosa es una dosis personal que alguien porta para su consumo y otra es llevar un kilo en una camioneta que hace campaña política. ¡Un kilo!

¿Para qué se necesita un kilo de cocaína? Si es cierta la hipótesis de que la droga estaba ahí para ser consumida, hay tres opciones: O Estrada y su marido son unos frenéticos consumidores -muy frenéticos, o en el equipo de campaña se consume la cocaína como algo normal, o la droga iba a ser repartida en un evento, al estilo del aguardiente que se reparte en los actos políticos.

En cualquier caso, la imagen y el prestigio de la concejala Estrada, del senador García y de su campaña ha sufrido un enorme revés. Ellos tendrán que afrontar las consecuencias penales que, gracias al ruido noticioso, es posible que no puedan eludir.

No obstante, lo más preocupante no es solo que ha quedado en evidencia que la cocaína es algo normal en nuestra clase política -bien sea como recurso para financiar campañas o bien como elemento de consumo-, por lo que el discurso antinarcóticos no sería más que una bien montada farsa, sino que es perfectamente probable que a pesar del escándalo mediático el senador candidato sea reelegido en marzo próximo.

El clientelismo tiene poco que ver con la moral o con el cumplimiento de la Ley. Eso lo saben bien Estrada y García. Lo sabe la clase política tradicional. Por ello el Pacto Histórico se apresta a cumplir una labor pendiente desde Jorge Eliécer Gaitán: La restauración moral de la República.

¡A la carga!

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