domingo, octubre 6, 2024
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Petro en Estados Unidos, de igual a igual

La reunión entre el presidente Petro y Joe Biden es una oportunidad para comenzar a construir una nueva relación bilateral basada en el respeto y la reciprocidad

Federico García Naranjo
@garcianaranjo

Las visitas de los presidentes de Colombia a sus homólogos estadounidenses siempre han tenido cierto tufillo –cuando no una halitosis descarada– a sumisión y obsecuencia de nuestros mandatarios con la potencia del norte. Son tristemente recordadas las actitudes serviles y zalameras de presidentes como Andrés Pastrana o Álvaro Uribe cuando visitaron la Casa Blanca, quienes más parecían colegiales recibiendo un premio por su buen rendimiento escolar que jefes de Estado representando un país soberano.

En esta ocasión, la visita del presidente Gustavo Petro a Washington se presenta como algo inédito, pues es la primera vez que un mandatario colombiano busca construir una relación bilateral basada en el respeto y la independencia y no en la sumisión y la obediencia. Si para Petro será un reto convencer al gobierno de Estados Unidos, para la potencia del norte será un reto aún mayor no perder la relación preferencial que tiene con su principal aliado en la región. ¿Cuáles son las implicaciones de esta reunión?

Puesta en escena

Lo primero que debe advertirse es que una reunión como esta es, ante todo, una puesta en escena. El encuentro, como todo acto diplomático, se desarrolla en dos escenarios. Uno es público, se escenifica ante los medios de comunicación y consiste en el encuentro de los dos mandatarios, su estrechón de manos, las fotos y las sonrisas para luego ofrecer una rueda de prensa posterior a la reunión. Otro, es el escenario privado que ocurre a puerta cerrada, lejos de los micrófonos, las cámaras y las miradas indiscretas, es allí donde de verdad se discuten los asuntos de Estado y se toman las decisiones importantes.

Si bien las declaraciones públicas y los posados para la foto suelen ser amistosos –se trata casi de una coreografía– en esta puesta en escena pueden advertirse detalles que revelan lo que está ocurriendo en realidad, es decir, el verdadero tono de la conversación en el ámbito privado.

Las miradas, la forma de darse la mano, las palabras utilizadas, las sonrisas, la química entre las dos personas, los golpecitos en la espalda, quién se sienta y quién se queda de pie, en fin; todos son gestos que revelan mucho más que las palabras. La puesta en escena del encuentro entre los presidentes de Estados Unidos y Colombia suele ser tan irritante justamente porque siempre se pone en evidencia quién en realidad manda en la relación bilateral.

Pragmatismo exterior

El gobierno de Gustavo Petro se ha caracterizado en estos ocho meses por ser un actor pragmático en el concierto internacional. Si bien, se ha pronunciado contra la fallida política antinarcóticos, ha señalado al capitalismo como la causa de la crisis climática o se ha negado a apoyar la guerra en Ucrania –posturas que le han valido ser considerado una de las vedettes de la actual política internacional– lo cierto es que sus acciones han procurado no pisar callos, no afectar demasiado los intereses hegemónicos y no tomar decisiones demasiado comprometedoras.

Por eso –y porque las potencias hegemónicas pierden influencia todos los días– sus pronunciamientos son recibidos como aire fresco en todo el mundo por sectores progresistas e incluso conservadores democráticos. Su discurso en la Asamblea General de la ONU en septiembre pasado será recordado como un manifiesto de los pueblos de la periferia contra la globalización neoliberal. Su intervención en la pasada Cumbre Iberoamericana en República Dominicana –que pasó desapercibida para los medios colombianos– fue noticia internacional durante dos días en todos los medios más importantes del mundo.

Petro ha logrado combinar así un discurso transgresor y cautivador con unas decisiones pragmáticas y prudentes, lo que le ha valido la imagen de líder serio y prometedor. Eso le ha dado cierto margen de maniobra ante el gobierno estadounidense, acostumbrado a que sus sugerencias sean recibidas con consentimiento por el gobierno colombiano, y que ahora tiene ante sí a un nuevo líder con una política exterior diferente, independiente y autónoma.

De qué hablarán

Petro planteará a Biden la necesidad de cambiar el enfoque de la relación bilateral. Hasta ahora, la prohibición de las drogas impuesta por Washington ha determinado el papel de Colombia en la política exterior estadounidense. Ello nos ha convertido en un país señalado y estigmatizado, sujeto a chantajes e imposiciones de todo tipo por nuestro siempre “insuficiente compromiso” en la lucha contra el narcotráfico.

La propuesta de Petro es, de ahora en adelante, que se ponga el énfasis de la relación bilateral en la construcción de la paz en Colombia y en América Latina. La paz en Colombia, la Paz Total, no se consigue solo con la desarticulación de las organizaciones ilegales, sino con una transformación estructural de la sociedad colombiana que evite la repetición de las violencias. Para ello se quiere promover la industrialización y la promoción de la economía rural y popular como motor de un desarrollo más igualitario y democrático.

Por eso no basta con hablar de extradición, cooperación judicial o de inteligencia, sino que urge hablar también de mejores términos de intercambio y mejores condiciones de crédito para Colombia. En ese sentido, Petro planteará la necesidad de abandonar la persecución al campesino cocalero y enfocarse en perseguir a los verdaderos dueños del negocio, así como transitar urgentemente hacia otro modelo de desarrollo y de relación con la naturaleza, que permita a la humanidad superar su dependencia de los combustibles fósiles y se encamine hacia una economía descarbonizada.

La paz en América Latina pasa necesariamente por el levantamiento de todas las sanciones económicas y diplomáticas que en este momento castigan a los países desobedientes de la región. En particular, Petro se referirá al caso venezolano, pues como se sabe, en los próximos días Bogotá será sede de los diálogos entre el gobierno bolivariano y la oposición que, se espera, conduzcan a la normalización de la situación en el país hermano. Parte fundamental de esa normalización es que se levanten las sanciones y el país pueda comerciar con libertad y recuperar el control de los activos que tiene confiscados por Estados Unidos y el Reino Unido.

Finalmente, Petro solicitará a Biden la cooperación en la protección de los ciudadanos colombianos residentes en Estados Unidos, así como el reconocimiento de sus derechos laborales, una asignatura pendiente durante años y que revela el poco interés que históricamente los gobiernos han tenido en proteger y acompañar a los colombianos residentes en el exterior.

Visita ambiciosa

Sin duda, la agenda de Petro en Washington presenta una propuesta diferente y desafiante para la tradicional política de Estados Unidos hacia Colombia. De unos mandatarios acostumbrados a poner el sombrero y recibir sugerencias, pasamos a un Gobierno que se muestra amistoso pero firme y conciliador, aunque transformador y aliado, mas no incondicional.

Mientras tanto, Estados Unidos se enfrenta al mayor desafío de toda su historia cuando su guerra proxy en Ucrania está estancada y países como China, India o Brasil han comenzado a hacer sus transacciones comerciales entre ellos en monedas locales, sin pasar por el dólar, lo que parece configurar un golpe definitivo a la hegemonía de la moneda estadounidense y, por ende, del poder global de Occidente.

Por ello, la situación para Washington no está para bravuconadas. En este momento, el principal interés de Estados Unidos es no deteriorar aún más sus relaciones con los países con quienes todavía mantiene un diálogo fluido, como Colombia. Viéndolo bien, parece que por primera vez el gringo la tiene más difícil que el criollo.

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