A poco más de un mes de la posesión del nuevo Gobierno encabezado por el Pacto Histórico, las diversas declaraciones de Gustavo Petro y Francia Márquez, siembran en el país el ambiente del cambio. Y esto no solo por sus promesas, sino por las acciones que ya empiezan a marcar un derrotero diametralmente distinto al que el país ha experimentado en los últimos años, y especialmente durante la administración saliente de Iván Duque.
La siembra de incertidumbre e inseguridad que generó el desaire a la paz y a la Comisión de la Verdad, la ausencia de Duque en la entrega final del Informe de esa Comisión, fue generosamente compensada por la presencia de Gustavo Petro y Francia Márquez.
Lo ocurrido en el teatro Jorge Eliécer Gaitán la semana pasada es un mensaje de optimismo ya que señala el sendero de las necesarias transformaciones que el país reclama con urgencia y que el presidente electo ejecutará prontamente. Este aserto está validado por la prontitud y tino con que ha elegido parte de su gabinete: Álvaro Leyva para la Cancillería, José Antonio Ocampo en el Ministerio de Hacienda, Patricia Ariza en el Ministerio de Cultura, Susana Muhammad en Ambiente, Carolina Corcho, en Salud y Cecilia López Montaño, en Agricultura.
La decisión de poner al frente del Ministerio de Cultura a Patricia Ariza es una noticia de una gran trascendencia para el país. Patricia no solo es una de las más destacadas artistas de la segunda mitad del siglo XX colombiano, sino que es creadora del Teatro La Candelaria y de la Corporación Colombiana de Teatro, desde donde se ha contribuido al desarrollo del nuevo teatro.
Su dramaturgia expresa estéticamente y con gran realismo la problemática que afecta a Colombia, la lucha de las mujeres por ser visibilizadas y por obtener los derechos paritarios con los hombres y eliminar el patriarcado que ha impedido el cabal desarrollo de la cultura y obstaculizado el encumbramiento de la mujer. Sin embargo, los aportes de Patricia Ariza y otras mujeres como ella, han conquistado la visibilización y algunos derechos que se multiplicarán y consolidarán por la efectiva acción de Patricia al frente de este Ministerio.
De esta forma, su designación es signo muy potente de cambio, pues la trayectoria de Ariza contradice la concepción neoliberal de la cultura, atravesada por la mercantilización. Esta visión ha sido la imperante en las políticas públicas durante los últimos años, y más aún, desde las administraciones de Uribe, que quedó relegada en el gasto público, se puso en función de la guerra y el control social.
La cultura no debe limitarse casi que exclusivamente al arte. Ya que hace parte de las acciones cotidianas de los pueblos y las personas, es una manifestación de la vida, es una expresión de la acción estética del pueblo y de su forma de aportar a todas las manifestaciones estéticas: la música, el teatro, la literatura. La cultura en síntesis es común a todos los habitantes del país sin distinción de clases sociales porque constituye la forma de los seres humanos de reafirmarse como entes creadores de la belleza en sus distintas manifestaciones.
Por eso mismo, la cultura es fundamento de la nación, tal y como lo reconoce la Constitución de 1991, y por ello, los cambios sociales que el pueblo colombiano viene demandando en las calles y las urnas, deben incluir necesariamente las expresiones culturales. Por esa razón la superación de las desigualdades y conflictos que azotan al país, solo se conseguirá luchando contra todas las formas de exclusión y estigmatización: el racismo, el machismo, la homofobia y los odios políticos que han alimentado el genocidio y la violencia contra el pueblo.
Por esas razones el Ministerio de Cultura debe reorientar su quehacer para contribuir a la construcción de un ambiente de convivencia que fundamente una cultura de paz que reconstruya el relato de la nación y la reconciliación. Esta reorientación debe incluir el reconocimiento y protección de las diversas etnias que habitan a Colombia porque en esa forma se pueden enriquecer todas culturas incluyendo especialmente a las comunidades afrodescendientes e indígenas.
El nombramiento de Patricia Ariza, mujer sinónimo de quehacer estético, priorizará en su trabajo la democratización de la cultura para potenciarla y lograr ponerla en función de las transformaciones sociales, con lo cual se harán significativos aportes a una atmósfera que propicie la paz.
Los avances en este sendero se convertirán en el apoyo necesario para que fructifiquen las históricas luchas sociales que propenden por un nuevo país. Patricia Ariza en su condición de ministra de Cultura, con su gestión marcará un hito en la historia cultural del país. En buena hora llega a este ministerio una figura paradigmática del quehacer cultural nacional.