Como todo en el capitalismo, Los Juegos Olímpicos también discriminan a los más pobres
José Ramón Llanos H.
No todos los franceses, como suele creerse, disfrutaron de los juegos. Por esta razón, el periódico comunista La Humanidad (L’Humanité) publicó un reportaje titulado “No nos importan los juegos olímpicos, queremos trabajo”.
En efecto, en algunas zonas de la capital francesa, distintos sectores sociales expresaron que los juegos estaban tan cerca para el resto del mundo y tan lejos para ellos: “Entrar a los escenarios deportivos es un objetivo inalcanzable”, pues la mayor parte de los jóvenes solo tienen trabajos temporales.
El precio de las entradas, a los lugares más baratos de los distintos escenarios, representó una suma superior a la que ganarían en una semana de trabajo, precisamente, con ese dinero suelen alimentarse todo el mes.
El azar como contentillo ilusorio
Para paliar las frustraciones de los más pobres, en algunas barriadas se rifaron 130 boletas entre, por lo menos, 8000 habitantes, una jugarreta siniestra, con el agravante de que algunos de los favorecidos nunca recibieron sus boletos de entrada o las vendieron para mal alimentarse algunos días.
Por ejemplo, en Saint-Dennis, barrio obrero cerca del Estadio de Francia, allí la tasa de desempleo juvenil bate todos los récords de los habitantes del país. Esta es la razón por la cual la mayor parte de los moradores de este barrio, según La Humanidad, miraron las olimpiadas “con una mezcla de distanciamiento y rabia” y es que la pasarela que une la localidad de Francs-Moisins con el Estadio de Francia presenta dos mundos separados.
Los días de juego, la policía requisaba a los habitantes de estos barrios en tal forma que parecía querer ahuyentarlos de esos territorios que ellos habitan normalmente. Cruzar el canal de Saint-Dennis y llegar al Estadio de Francia representa apenas 500 metros, pero, en realidad, por la actitud de la policía con sus habitantes parece que los separaban kilómetros.
El problema de los habitantes de la zona roja
A un lado de la pasarela se entra en la parte del barrio, donde sus habitantes son señalados, según el mismo periódico, «esta es la zona más vigilada cercana a los eventos olímpicos. Muchos vecinos prefieren no utilizar la pasarela cuando hay muchos agentes de policía por miedo a ser detenidos. Por eso sus habitantes repiten como un estribillo “Cuando no tienes para comer, cómo concentrarte en los Juegos Olímpicos”. Parece como si los Juegos Olímpicos estuvieran organizados para los turistas, para algunos franceses, menos para los habitantes de estas barriadas».
Es que, efectivamente, quienes habitan en esta zona se sintieron humillados cuando veían que los turistas podían comprar sándwich de jamón y queso a doce euros, cuando para ellos estos alimentos son casi inalcanzables. Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos, INSEE, en estas barriadas el 50 por ciento de los jóvenes está desempleado y más del 40 por ciento de sus habitantes sobrevive por debajo del umbral de pobreza.
Como en todos los barrios populares, los rumores y las críticas al evento olímpico se propagaron a velocidades superiores a la de los mejores velocistas que compitieron en los escenarios repletos de turistas.
No nos importan los Juegos Olímpicos
En otro corrillo de jóvenes, uno con voz fuerte dijo al periódico: «“Cómo es posible que a Celin Dion le pagaran 2 millones de euros para cantar en la ceremonia que dio inicio a las Olimpiadas”. En coro sus amigos le preguntaron “¿Estás seguro?”». Según afirma L´Humanité, se gastaron 1400 millones de euros para limpiar el río Sena.
Efectivamente, estas cifras se toman de los informes oficiales, entonces casi en coro la muchachada gritó “No nos importan los Juegos Olímpicos, queremos trabajo”.
Es claro que los juegos son un evento muy popular, pero el común de los franceses tuvo que verlos por televisión, por eso, el periódico comunista relativizó la importancia de este evento para los habitantes de las barriadas pobres de Francia. Anotó: “cuando no tienes suficiente para comer, ¿cómo puedes concentrarte en Juegos Olímpicos?”.
No hay dudas que este evento puso la imagen de Francia en todo el mundo en primerísimo lugar, pero para el hombre común francés estas repetidas menciones de Francia no representaron ninguna importancia práctica, ni esperanzas de solución a su situación de excluidos.
Como destacó el periódico comunista “todo el brillo del mundo no será suficiente para reconciliar las dos orillas del canal, cuando se cruza el puente se ve una brecha evidente en el nivel de vida, por eso cuando se va a comprar pan cruzando las pasarelas se pasa de calles muy presentables, residencias lujosas, a medida que se acerca a las zonas habitadas se empieza a deambular entre escombros y ratas muertas”.
Entrar a los escenarios deportivos, un objetivo inalcanzable
Para muchos de los habitantes de las barriadas populares de Francia, acceder a los escenarios deportivos fue un objetivo inalcanzable, teniendo en cuenta que la mayor parte de los jóvenes solo tiene trabajos temporales.
El precio de las entradas a los lugares más baratos, de los distintos escenarios, representó una suma superior a lo que ganarían en una semana de trabajo, precisamente, con ese dinero suelen alimentarse todo el mes.
Como ya se mencionó atrás, en algunos casos, se rifaron hasta boletas en algunas barriadas de extrema pobreza, pero qué significa este número de entradas para una zona barrial de más de 8000 habitantes, con el ítem de que algunos de los que salieron favorecidos, finalmente no accedieron a los escenarios deportivos, sino que vendieron esas boletas para tener algo de dinero durante varios días.
Un anciano de esas barriadas ante los periodistas exclamó: “Yo no podré seguir los Juegos Olímpicos por televisión, me cortaron la electricidad porque no pude pagar este mes el recibo de la electricidad. Imagínese que casi le prendo fuego a mi casa porque encendí una vela”.
Esa es la otra realidad de Francia que no vieron los espectadores de los Juegos Olímpicos en ninguna parte del mundo.