Toma fuerza la idea de que el Reino Unido regrese a la época del ‘thatcherismo’, expresión de un neoliberalismo radical, con el que sectores ultraconservadores sueñan, para darle nuevas alas a las leyes del mercado
Alberto Acevedo
Hasta hace poco tiempo, no cabía en la cabeza de ningún político sensato la idea de que el primer ministro de la Gran Bretaña, Boris Johnson, fuera a ser removido de su cargo de jefe de Estado y expulsado de su oficina del número 10 de Downing Street.
Hoy las cosas son diferentes. El primer ministro se encuentra en el ojo del huracán y cada día crece el número de parlamentarios que alimentan esta idea. No solo la bancada de la oposición, sino los conservadores -el partido de gobierno-, que piensan que ya no es posible seguir defendiendo a Johnson y que, si lo hacen, no solo perderán el poder, sino que van a ser ellos quienes pongan en riesgo sus curules en las próximas elecciones. De hecho, una encuesta reciente indica que nueve de cada diez ciudadanos británicos opinan que Boris Johnson debería abandonar el cargo.
La crisis actual gira en torno a las versiones que dio el primer ministro Johnson y sus más cercanos colaboradores en torno a una serie de ‘reuniones de trabajo’, con abundante licor a bordo, convocadas en momentos en que la ciudadanía británica estaba sujeta a las más duras medidas de confinamiento por la pandemia del covid-19.
Mintió al país
Dos aspectos principales se destacan en esta crisis: el primero, haberle mentido al parlamento al asegurar que se trataba de ‘reuniones de trabajo’, cuando informes policiales indican que no se trató de tales. La gente en la calle no podía reunirse con más de una persona cada vez, salvo los integrantes de la familia. Pero el jefe de gobierno sí se reunía con sus más cercanos amigos para celebrar con gran boato. En este caso al primer ministro se le acusa de mentirle al parlamento y mentirle a la nación.
El primer ministro le dijo también al parlamento que para tales reuniones se siguieron las normas sanitarias, cuando tampoco fue así. Se pudo acudir a reuniones en formato virtual y la administración Johnson no lo hizo. Conductas como esta, señaladas en el Código Ministerial, dieron lugar en el pasado a destitución de ministros a muy alto nivel y a expulsión de diputados en el parlamento.
El caso Profumo, en 1963, es ejemplo de ello, cuando Jhon Profumo, ministro de Guerra, mintió sobre una relación extraconyugal, y debió abandonar el cargo y el parlamento.
Se queda solo
La segunda cuestión tiene que ver con la fiesta en sí misma. Dijo que era un ‘evento de trabajo’, pero la investigación policial indicó que no. Las pesquisas indican que, a la luz de las normas británicas, el mandatario y sus colaboradores cometieron un delito al infringir las normas del confinamiento. Por cierto, no ha sido una sola celebración, han sido varias, en las que Johnson ha actuado como anfitrión.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña ha tenido 15 primeros ministros. Los que han renunciado han sido porque perdieron las elecciones, o como en el caso de David Cameron, porque perdió en 2016 el referendo sobre pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea. El de Boris Johnson, si prospera un voto de confianza en su contra, sería un caso singular de dimisión por mentiras y bohemia.
El líder del partido laborista, Keir Starmer, ha pedido que Johnson dimita, mientras ese mismo sentimiento crece entre el ciudadano común y hace dudar a la bancada conservadora sobre su apoyo al líder natural de su partido. La cuestión es que, ante el descrédito creciente del gobierno, los conservadores tendrían que sacrificar a Johnson, si quieren recuperar su prestigio y el liderazgo de la nación.
¿Regreso al thatcherismo?
Si se toman en cuenta los recientes escándalos alrededor de la familia de la corona británica, muestra de alguna manera que este tipo de situaciones hacen parte de la idiosincrasia y la flema de la aristocracia de ese país. En el caso del actual primer ministro, detrás de las reclamaciones por su exceso de copas hay otros intereses que se mueven.
En primer lugar, el malestar de algunos sectores por lo que llaman el exceso de medidas sanitarias por la pandemia. Hay quienes hablan de que el mandatario ha instaurado un ‘Estado covid’. Pero también hay malestar contra “los impuestos altos, los gastos altos y la inflación alta”.
En este ambiente, crecen los ataques furibundos de no pocos columnistas de grandes medios de comunicación, contra la actual administración conservadora. Y en medio de todo, grupos de presión que se fortalecen en la medida en que se deteriora la imagen del mandatario, comienza a plantear, con fuerza, la idea de que el Reino Unido regrese a la época del ‘thatcherismo’, expresión de un neoliberalismo duro, con el que sectores ultraconservadores sueñan, para darle nuevas alas a la economía de mercado, y golpear las conquistas sociales de los trabajadores británicos.