jueves, septiembre 19, 2024
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“No apoyamos genocidios”

Más allá del agrio intercambio con el embajador israelí, el presidente de Colombia ha puesto en evidencia la hipocresía de Occidente y la caducidad del orden internacional

Federico García Naranjo
@garcianaranjo

En ocasiones, cuando repasamos la historia del siglo XX y nos encontramos con el episodio del Holocausto judío durante el régimen nazi en Alemania, nos preguntamos cómo fue posible que aquello ocurriera sin que nadie dijera nada.

Es cierto que la magnitud de aquel genocidio solo pudo constatarse en 1945 cuando las tropas aliadas liberaron los campos de concentración y de exterminio y descubrieron, sin poder creer lo que veían, hasta dónde es capaz de llegar la crueldad humana.

Pero también es cierto que la deportación y muerte de millones de personas indeseables para los nazis, como judíos, gitanos, comunistas u homosexuales, fue la culminación de un proceso gradual de estigmatización y aislamiento en su contra que pasó frente a los ojos de Europa, se normalizó y se volvió parte del paisaje. Esa normalización de las confiscaciones, la persecución, la censura, la estigmatización, los guetos y finalmente la deportación, fue posible porque efectivamente muy pocos se atrevieron a denunciar lo que pasaba y la mayoría prefirió “ser cauto” y mirar para otro lado.

Sorpresas te da la vida

Hoy el mundo asiste a un nuevo genocidio perpetrado por una potencia ocupante contra un pueblo considerado “indeseable” y, esta vez como farsa y no como tragedia, de nuevo adquieren validez las mismas preguntas: ¿Por qué nadie dice nada? ¿Por qué los voceros del poder no denuncian al genocidio por su nombre, prefieren “ser cautos” y llamar a la “contención”? ¿Por qué los tiempos que vivimos se parecen tanto al decenio de 1930?

Mientras la maquinaria de propaganda sionista opera a todo vapor, no sorprenden las posiciones de Estados Unidos y del Reino Unido, firmes defensores y patrocinadores de Israel, o la de la Unión Europea, que ya nos tiene acostumbrados a repetir las orientaciones de Washington, incluso a riesgo de contradecirse, como cuando acusa a Rusia de bombardear blancos civiles mientras dice que Israel, que sí lo hace a la vista de todo el mundo, se está defendiendo legítimamente.

Tampoco sorprende, hay que decirlo, la neutralidad que han expresado Rusia y China, quienes persiguen sus propios objetivos geopolíticos y prefieren esperar el desenlace de los acontecimientos, así como el firme compromiso con la causa palestina de países como Irán o Venezuela. Lo que sí ha sorprendido es la posición tibia de algunos países latinoamericanos con gobiernos progresistas, como México y Brasil, de quienes se esperaba una reacción más explícita de condena y han preferido “pasar de agache” ante la ocupación y el genocidio en Gaza.

La importancia de tomar partido

En este panorama deben entenderse las publicaciones del presidente Gustavo Petro en la red social X. Durante el fin de semana pasado, el presidente fijó su posición contra el bombardeo indiscriminado de civiles en Gaza y la inminente incursión armada del ejército israelí en la franja. Dichas publicaciones abrieron, como es costumbre, un debate no solo en las redes sociales sino en los medios de comunicación, al que se sumó, tal vez con demasiado entusiasmo, el embajador israelí en Bogotá.

Sin saber con quién se estaba enfrentando, más allá de su condición de jefe de Estado, el locuaz embajador utilizó un tono burlesco e irónico, lo que le valió no solo una aguda respuesta por parte del presidente sino que este le recriminara ácidamente y le exigiera respeto. “Si hay que suspender relaciones con Israel, se suspenden. Al presidente de Colombia no se le insulta”, escribió Petro.

Por supuesto, como en una competencia de machos a ver quién llega más lejos, la Cancillería israelí anunció el congelamiento de la cooperación en materia de seguridad con Colombia e insistió en llamar “antisemitas” las declaraciones del presidente.

El canciller Álvaro Leyva, por su parte, intervino en la discusión y exigió al embajador que se disculpara y se marchara del país. Al escribir estas líneas, la Cancillería colombiana aclaró que no se ha solicitado formalmente la salida del embajador, seguramente intentando bajar la temperatura al desencuentro, pero en cualquier caso es claro que las relaciones entre nuestro país y la entidad sionista están en el peor momento de su historia.

Las cosas por su nombre

La incomodidad de los gobiernos de Israel y de Estados Unidos con las declaraciones del presidente colombiano se explican porque es el único mandatario ajeno al “eje del mal” que se ha posicionado firmemente en favor de la paz y del derecho del pueblo palestino a tener un Estado. Algo que, por cierto, no es nuevo y tampoco debería sorprender.

En su más reciente discurso en la Asamblea General de la ONU, Petro convocó a dos conferencias de paz, sobre Ucrania y sobre Palestina, y a superar la hipocresía de la comunidad internacional que protesta abiertamente por una ocupación pero calla estruendosamente ante la otra.

Por otro lado, la exacerbación del debate también se explica por el relato que Israel ha intentado imponer de que cualquier crítica en su contra es una expresión de antisemitismo. Volvemos a aclararlo aquí, el antisemitismo es racismo y no solo contra los judíos sino contra todos los pueblos semitas, como el árabe. Por ello el principal responsable del antisemitismo es el propio Estado de Israel que se iguala arbitrariamente con el judaísmo y mete todo en el mismo saco para blindarse y acusar a cualquier contradictor de racista.

Por eso mismo, equiparar el Holocausto judío con el genocidio en Palestina, como lo hizo el presidente Petro, no es exagerado. Es, eso sí, un recordatorio a los poderosos del mundo de que pueden convertirse fácilmente en aquello que tanto dicen odiar, porque el fascismo no tiene nada que ver con la etnia ni con la religión sino con el pensamiento y las prácticas.

De este modo, decir que las acciones de Israel son fascistas no solo es preciso, sino una advertencia de que es deshonesto utilizar la condición de víctima para justificar la victimización de otros.

“Un mundo basado en reglas”

El otro motivo por el cual las declaraciones de Petro han causado tanto escozor en la derecha mundial y en las sensibles mentes bienpensantes, es que sus denuncias revelan la verdadera catadura del orden internacional, supuestamente basado en reglas y donde los países poderosos velan desinteresadamente por mantener la convivencia.

La complicidad internacional con los bombardeos israelíes en Gaza es solo la punta del iceberg de una ocupación que ya completa siete decenios y que ha sucedido en contra del derecho internacional a la vista de todo el mundo.

Al llamar a la paz, a la constitución de un Estado Palestino y al cese del genocidio, Petro está haciendo que el sistema internacional enseñe las costuras. Tal vez sin pretenderlo, solo siguiendo la agenda que siempre ha defendido a favor de Palestina y apelando a un mínimo sentido de humanidad, el presidente ha puesto en evidencia que el orden internacional no está basado en la idea de humanidad. No es un orden democrático, es una estructura de dominación. No es una “comunidad internacional”, es un club de poderosos que le imponen las reglas del juego a los demás.

Felizmente, ese “orden” está llegando a su fin y es lo que se está evidenciando con el fin de la globalización, el desencanto generalizado con la fallida promesa neoliberal y las contradicciones a la hora de exigir responsabilidades dependiendo de qué países se trate. El emperador está desnudo y Petro lo ha señalado. Es lo que no le perdonan.

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