El Museo del Río Magdalena se mantiene en su misión de divulgar la importancia del agua y destacar su papel en el pasado, presente y futuro del país
Anna Margoliner
@marxoliner
Las aguas del Río Magdalena llegaron hasta Armenia la semana pasada, durante la Feria del Libro del Quindío. El stand atendido por Alejo y María Paula hacía que todos los visitantes se detuvieran a preguntar sobre el Museo del Río Magdalena, especialmente los niños quienes se entretenían observando el mapa de Colombia, mientras conocían diversos aspectos del río y su importancia.
Alejandro Vargas es gestor ambiental y estudiante de Administración Financiera. Llegó al museo a través de un taller de mediación. En 2020, durante la pandemia, participó en un proyecto para reactivar la biblioteca y terminó trabajando en mediación, conectando a las comunidades con el río Magdalena y su importancia territorial.
María Paula Torres es socióloga y estudiante de una maestría en estudios de género, se integró al museo como asistente investigativa. Originaria de Honda, destaca que el museo es crucial para la cultura local y que, aunque su labor principal es la investigación, también actúa como mediadora y colabora en la autogestión.
Atravesando la despensa de Colombia
El Museo del Río Magdalena, ubicado en Honda, Tolima, está dedicado a la historia, cultura y biodiversidad del río más importante de Colombia. Su misión es preservar y difundir el legado del río, que ha sido esencial en el desarrollo económico, social y cultural del país. Situado en una antigua casa colonial, el museo resalta la importancia de Honda como puerto fluvial.
Sus exposiciones abordan tres ejes: historia del río, biodiversidad y cultura económica. Además, promueve la conservación ambiental con programas educativos. El museo también explora el impacto cultural del Magdalena, destacando cómo ha inspirado a escritores, poetas y artistas.
Alejandro menciona que este lugar se fundó entre 1996 y 1997, con el propósito de resguardar la historia y memoria del río: “En 2015, el museo se transformó con un nuevo diseño curatorial, dándole una mirada más organizada a la relación entre el río, la cultura y las comunidades. Uno de los grandes desafíos es que, debido a los conflictos y problemas relacionados con el Magdalena, muchas personas han dado la espalda al río.
»Sin embargo, en los últimos años ha resurgido la necesidad de reconectarse con él para reflexionar sobre el país. El trabajo del museo es constante, con un enfoque pedagógico y busca estar presente no solo en Honda, sino también en otras comunidades, promoviendo un aprendizaje continuo sobre la importancia de valorar y conectar con el territorio”.
María Paula destaca acerca de la proyección del Museo que “se están desarrollando varios proyectos con entidades de todo el país para reconocer el valor del río y fomentar su preservación. Se trabaja en la revalorización de las manifestaciones culturales y los oficios del Magdalena, buscando transmitir conocimientos intergeneracionales.
»Entre los proyectos destacados está ‘Sabiendas y Subiendas’, un banco de memoria oral que facilita diálogos entre personas con saberes ancestrales y quienes están interesados en ellos. También se desarrollan iniciativas para niños, como ‘Puerto Pintura’ y ‘Puerto Lectura’, que buscan acercar a los más jóvenes al museo y al río. Además, se están realizando esfuerzos para que la comunidad local se apropie del espacio, ya que históricamente los habitantes de Honda no han frecuentado el museo, a pesar de que es un lugar profundamente ligado a su identidad”.
Mirar con otros ojos
Alejandro creció con la percepción de que Honda no tenía mucho valor y que el río Magdalena era sucio, una visión común en la comunidad local. Este pensamiento estaba influenciado por la manera en que la gente hablaba de su entorno, lo que hacía que el río y el pueblo fueran vistos como lugares sin importancia. “Uno de los grandes retos que enfrenta el museo es precisamente cambiar esta mentalidad, especialmente entre los adultos, para que valoren su territorio y reconozcan la riqueza del río. En este proceso, los niños son clave, ya que no tienen los prejuicios que limitan a las generaciones mayores.
»Al trabajar en el museo, experimenté una transformación personal. Cambió mi percepción del río Magdalena y de Honda, lo que me llevó a valorar más mi tierra. Ahora, en lugar de querer irme, siento un profundo aprecio por el lugar donde crecí y aspiro a quedarme. Deseo que el museo pueda lograr esta transformación en otros, permitiendo que más personas vean el verdadero valor de su entorno.”
Para María Paula uno de los principales desafíos que enfrenta el museo es la falta de financiamiento, ya que no está vinculado a ninguna entidad nacional y depende de ingresos autogenerados, como las entradas, las ventas de la tienda y las donaciones. Además, “muchas personas locales no ven el museo como algo propio, lo que dificulta su apropiación por la comunidad. En lugar de verlo como un espacio de cultura y educación, lo consideran un lugar ajeno o aburrido y prefieren destinar su tiempo a otras actividades”.
»El museo tiene un enfoque interactivo que busca romper con los estereotipos de los museos tradicionales. Los visitantes pueden tocar y explorar los objetos, lo que lo convierte en un espacio accesible y cercano. Sin embargo, sigue existiendo la barrera de atraer más visitantes locales, especialmente jóvenes, para que descubran el valor del museo y se apropien de su cultura”.