Una propuesta novedosa que busca fortalecer el arraigo al territorio en las nuevas generaciones
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino
Mientras caminan por sus calles y callejuelas peatonales, los visitantes al barrio Juan XXIII de Bogotá pueden escanear un código QR que los direcciona a un archivo de fotos y audios en inglés y español. De esta manera, se transportan a una plataforma virtual donde están registradas las primeras actividades de esa comunidad, en los años 60, y conocen parte de los obstáculos que por décadas han superado para pervivir.
Así, ingresan al Museo Interactivo Juan XXIII, experiencia que busca la apropiación del territorio, que sus habitantes se identifiquen y mostrar parte de la cultura de los cerros capitalinos.
El barrio está ubicado sobre una pequeña loma, entre las calles 65ª y 66, y la carrera 1f y la primera. La mayoría de sus vías son peatonales, y por su estrechez y escaleras, “es muy parecido a las comunas de Medellín o a las favelas en Brasil, tiene callejones que parecen una araña porque asemejan extremidades que salen a las calles y avenidas”, explica Sofía López, quien nació en estas comunidades situadas en la localidad de Chapinero, y es guía profesional de turismo, gestora cultural y líder territorial en torno a procesos ambientales.
Los primeros habitantes
Este suburbio fue fundado en 1957 con desplazados de Cundinamarca, víctimas de la violencia de los partidos liberal y conservador. Y esa es parte de la historia expuesta en el museo, además de la lucha por un espacio propio y la resistencia a la gentrificación, así como a la búsqueda del derecho a la vivienda, a la tierra, a los servicios públicos y a la educación.
Al estar cercado por dos quebradas, se facilitó que estos migrantes se arraigaran y encontraran formas de subsistencia y construcción de sus moradas.
“Que nuestros jóvenes conozcan y reconozcan el valor de los abuelos, inclusive de ellos mismos cuando eran pequeños, de cómo fue esa lucha y esa resistencia para quedarse en el territorio. El reconocimiento de ese valor hace que ellos también luchen por mejorar su calidad de vida y mantenerse en el territorio”, comenta la gestora cultural, al identificar uno de los objetivos del proyecto.
Es así que, en el primer código QR hay fotografías de la forma como recogían agua para llevar a los hogares. Y, en la segunda estación se encuentra información acerca de la minería que desarrollaron los primeros moradores, en torno a carbón, piedra, arena y greda para hacer ladrillos.
Archivos familiares
La necesidad de que sus habitantes, especialmente las nuevas generaciones, se apropien del espacio, fue otra de las motivaciones para crear el museo: “Entender los procesos de apropiación es entender cómo te quedas en un territorio y lo quieres, lo amas y te pertenece. Que ese espacio que ya es tuyo tiene un valor más allá de lo material y eso se entiende cuando te has criado, cuando la experiencia de lo vivido te arraiga, es como un árbol que, aunque no se vean las raíces, están ahí”, anota Sofía López.
Para la creación del Museo Interactivo se contó con el archivo fotográfico de algunas familias y, varias de ellas son del fotógrafo Luis Antonio López Ramírez. Además, contaron con el apoyo del Archivo Distrital que los ayudó a hacer la investigación sobre los relatos urbanos.
Volviendo al recorrido, se encuentra un mural de una mujer a quien denominan La muda. Sofía explica que representa a “la mujer que tuvo que trabajar a la par del hombre. Los y las adultas mayores nos cuentan que ellas tuvieron que venir y aprender a manejar el azadón, a alzar la piedra, a levantar ladrillo, a traer arena. Esa mujer tuvo que hacer eso, pero también seguir como ama de casa y cuidadora, seguir haciendo de comer, llevar y traer el agua de la pila e ir a la quebrada lavar la ropa”.
Los espacios comunes
A través de otro código en otra pared, puede verse el proceso de construcción de espacios comunes y espacios de recreación, el jardín infantil, la escuela y la cooperativa que después se convirtió en el salón comunal.
En otro de los puntos se aprecia la lucha de la comunidad, cómo se enfrentaron a la Policía. Fueron protegidos y defendidos por el sacerdote dominico peruano, Domingo Effio, quien fue primordial en la fundación del barrio. En consecuencia, el proceso de gentrificación también se evidencia en el museo virtual.
“En el momento en que se estaba fundando Juan XXIII la clase alta que vivía en Teusaquillo se desplazó al territorio de Chapinero, entonces, se volvió un territorio de clase alta y en las fotos se ve el contraste entre este barrio y los aledaños”, señala la guía que acompañó a VOZ en el recorrido, en el que grupos de visitantes caminan las calles, mientras en el portal se sumergen en una historia de resistencia urbana y arraigo al territorio.