martes, abril 30, 2024
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La primera guerra global y el genocidio contra Palestina

¿Por qué Teherán tomó la decisión de lanzar este ataque? ¿Cómo queda la zona tras los hechos? ¿Qué impacto tendrán en la actual crisis humanitaria que golpea la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental?

Mauricio Jaramillo Jassir

Terminó ocurriendo lo que varios medios habían especulado y lo que tanto esperaba Israel. Involucrar a Irán en un escenario prebélico que permite a Benjamín Netanyahu revivir el nacionalismo a nivel interno y le da cierto oxígeno internacional.

La noche del 12 de abril, cientos de aeronaves no tripuladas y misiles crucero fueron lanzados desde Irán causando daños sin confirmar en la base aérea de Nevatim, de donde partieron las aeronaves que atacaron el consulado iraní en Damasco. De manera justificada, el hecho hizo temer por una escalada regional y una agudización de la violencia en la Franja de Gaza.

La enemistad entre Irán e Israel

Con la llegada al poder del Sha Mohammed Reza Pahlavi a comienzos de los años 40, Irán emprendió una campaña de occidentalización impulsado por un gobierno monárquico dispuesto a ceder frente a los intereses geopolíticos de Occidente en la zona. Cuando se creó el Estado de Israel, Irán fue el segundo país musulmán después de Turquía en reconocerlo y uno de sus principales aliados en medio de un vecindario hostil.

Los árabes no habían aceptado esta creación, pues según la Resolución 181 de 1947 de la Asamblea General de Naciones Unidas, les habían otorgado más tierra a los israelíes a pesar de que los árabes palestinos eran mayoría. Igualmente, ya se habían presentado hechos de violencia en contra de la población árabe palestina por parte de grupos terroristas afines a la causa del Estado judío, Haganá e Irgún. Rara vez la prensa occidental los incluye en los análisis sobre la génesis de la violencia en los años 40.

Todo cambió drásticamente con la Revolución Islámica en 1979. La llegada del ayatola Jomeini al poder significó la ruptura de relaciones con Tel Aviv y un acercamiento a la causa palestina. Desde ese entonces se trató de un hermanamiento estratégico pues se compartía la necesidad de la emancipación del Tercer Mundo frente a un Occidente agresivo y colonizador.

Afinidades no claras

De izquierda a derecha, Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí y Ebrahim Raisi, presidente de Irán

La independencia de estas naciones fue constantemente interrumpida o por sus antiguas metrópolis europeas o por Estados Unidos, siempre con la excusa del mantenimiento de la paz y el orden mundial. Si bien Yasser Arafat, máximo líder de la Organización para la Liberación de Palestina, OLP, visitó Teherán y se selló una amistad que se ha mantenido hasta el día de hoy, las afinidades no son del todo claras. La OLP ha buscado un Estado laico, mientras que Irán ha establecido un gobierno confesional con un alto precio en materia de libertades. En los años posteriores a la Revolución de 1979 se llevó a cabo el genocidio político contra el Partido Comunista Iraní (o de Masas), Tudeh.

Irán no sólo no es árabe, sino que jamás estuvo en confrontación directa con Israel como ocurrió con sus vecinos Egipto, Líbano, Irak, Jordania o Siria. No ha tenido ningún territorio en disputa. Con su involucramiento en la causa palestina ganó protagonismo cuando el mundo árabe “se lavó las manos”, y fueron pocos los actores de la zona que osaron reclamar por esa autodeterminación.

En épocas recientes en el gobierno de Mahmud Ahmadinejad (2005-2013), Teherán y Tel Aviv se provocaron intensamente con anuncios de guerra que convenían a los ánimos nacionalistas de turno. Ahora con el genocidio que se ha puesto en evidencia con la brutal ofensiva en Gaza, Irán se ha convertido en el líder del eje de la resistencia junto con Hezbollah en Líbano y las milicias hutíes en Yemen. En los dos grandes sectores del islam, sunnita mayoritario y chií minoritario, Irán se ha convertido en el principal líder regional del segundo.

El ataque iraní con drones y misiles

El gobierno de Ebrahim Raisi, presidente de la República Islámica de Irán, uno de los más conservadores y nacionalistas del último tiempo y alineado con el ayatola Ali Jamenei, hizo todo lo posible para anunciar de antemano el ataque. Dicho de otro modo, si Teherán hubiese estado en disposición de lanzar una agresión que causara daños, habría actuado de manera sorpresiva, tal como lo hizo Hamás en octubre del año pasado. Con esto quedan en evidencia que Teherán se sentía en la necesidad de responder al ataque a su consulado en Damasco.

Esta agresión hace parte de la guerra mediante aliados que llevan a cabo Israel desde hace varios años en territorios de terceros. Lo anterior es observable por el asesinato de científicos iraníes, miembros de la Guardia Revolucionaria o las milicias Al Quds (de operaciones en el exterior) e incluso el boicot a través de la infiltración tecnológica al funcionamiento de las centrales nucleares. Por su parte, Israel le ha adjudicado la autoría a Irán el atentado en 1994 contra la Asociación Mutual Judía Israelita Argentina (AMIA) que acabó con la vida de más de 85 personas en Buenos Aires.

Irán es, si se quiere, de los actores de la zona, el que menos tiene que perder respecto de Israel. Es lo que en el lenguaje de las relaciones internacionales se denomina un Estado poco sensible y vulnerable (teoría de la interdependencia compleja) a diferencia de Egipto, Jordania, Líbano o Siria, con territorio en disputa o de frágil control y con una población palestina significativa.

No es en defensa de los palestinos

Teherán ha denunciado abiertamente el genocidio contra los palestinos es de los pocos Estados de la zona que de manera enérgica ha pedido un alto a las operaciones en Gaza y ha exigido el fin de la ocupación. Esto contrasta con la timidez de los Estados árabes, más preocupados por que la causa palestina no dispare convulsiones internas que por el fin de esa ocupación y el genocidio.

Detrás del ataque iraní con drones y misiles no está la defensa de los palestinos sino la lógica retaliación contra Israel. Teherán tiene una agenda regional para recuperar, un papel en el que la causa palestina es importante, pero estos ataques no deben suponer una defensa de los palestinos. Para colmo de males, con la acción de los drones y los misiles quedó al descubierto el deseo del gobierno israelí de que Irán se involucre directamente en operaciones militares y con ello revivir la tesis de que Israel es un Estado bajo asedio de vecinos agresivos que buscan su destrucción.

Esto puede tener efectos en Gaza porque la dirigencia israelí, interesada en acelerar el genocidio contra los palestinos, endilgará la responsabilidad del ataque a Irán y rescatará la forzada excusa de que Hamás no tiene agenda propia, sino que es un simple títere de Teherán.

Misiles de Irán pasan por encima del parlamento israelí durante la operación
de represalia contra Israel, 14 de abril de 2024. Foto: Globe Eye News

El genocidio se normaliza y legitima

Buena parte de los medios hegemónicos ha reportado esta coyuntura según los códigos que favorecen la imagen de Israel, Estados Unidos y Occidente. Esto consiste en proyectar la imagen de una fractura entre el mundo civilizado, racional y supuestamente democrático versus un “Oriente” caricaturizado como bárbaro y violento que, por ende, debe ser sometido a control. Es lo que Edward Said denominó el “orientalismo”, reducción de todo lo que no cabe en Occidente.

En los años 60 y para negar la legitimidad de la resistencia de los palestinos, se endilgó el rotuló de terrorista a la OLP. Análogamente, en las actuales circunstancias se quiere imponer la idea de que cualquier simpatía por Palestina o cualquier crítica a Israel son un saludo al terrorismo, al que suelen adjetivar como islámico. Eso sí, rara vez hacen lo propio cuando en nombre del cristianismo, budismo, hinduismo o judaísmo se asesina a inocentes.

En esta matriz de opinión construida e impuesta, ningún medio hegemónico está en disposición de explicarnos lo siguiente: ¿Por qué ante el lanzamiento de drones y misiles a territorio israelí, se produjo una enérgica respuesta de Estados Unidos y Reino Unido, pero cuando de manera deliberada, sostenida y desproporcionada se ataca a los palestinos, no se emprende acción alguna? ¿Por qué la acción iraní es una amenaza contra el mundo y el asesinato de los más de 33 mil palestinos constituye una anécdota más en la historia de la violencia en Medio Oriente? ¿El derecho internacional sólo es una obligación para los Estados del Sur Global, mientras las naciones más ricas se puedan dar el lujo de aplicarlo a su antojo?

Una clara estrategia

La supuesta amenaza iraní y eso que han denominado “terrorismo islámico” no es más que una excusa para legitimar el genocidio. Rara vez se dice en los medios que los actores más radicales y violentos como Boko Haram, Ansar Eddine, el Estado Islámico y la red Al Qaeda son todos de la rama sunnita y han sido financiados por Arabía Saudí y Occidente para contrarrestar el poder chií que encarna Irán.

Destacar lo anterior no implica defender al régimen de Teherán, violador de los derechos humanos, denunciado por algunas ONG como Human Rights Watch y Amnistía Internacional que han advertido sobre la limpieza étnica, el apartheid y el genocidio cometidos en los Territorios Ocupados de Palestina.

Iniciada la ofensiva, las autoridades israelíes anunciaron que no había diferencia alguna entre el Estado Islámico y Hamás (afirmación retomada por Emmanuel Macron) y han repetido hasta la saciedad que en Gaza “no hay inocentes”. La estrategia es muy clara: despertar sentimientos de solidaridad recurriendo al temor que despiertan los grupos que han llevado a cabo los atentados de peor recordación en Occidente como el 11 de septiembre de 2001, los atentados al Metro de Madrid (estación de Atocha), al sistema de transporte en Londres, Charlie Hebdó y el Bataclan, estos últimos en París, por sólo mencionar algunos.

Temor por una Primera Guerra Global

Las autoridades en Estados Unidos y en Europa, al igual que sus medios hegemónicos, no suelen explicar que estas agresiones han sido llevadas a cabo por ejércitos del terror surgidos en Irak con posterioridad a la invasión de 2003 con toda la complacencia de Washington. En nada han tenido que ver Hamás ni las demás organizaciones de la resistencia palestina.

Es cierto que existe la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial que, aunque es baja no es descartable. Eso sí, más bien será una Primer Guerra Global como suelen señalar los internacionalistas. No se trataría de un enfrentamiento entre las grandes potencias en una zona del mundo con una extensión o proyección a otras, sino de conflictos regionales que van acabando con el orden mundial hasta que se enfrenten potencias nucleares.

Mientras usted lee este artículo, hay una guerra en curso que involucra a cuatro potencias con ojivas nucleares: Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, así como Israel y posiblemente Irán, un régimen al que a punta de sanciones han condenado a la peor de las radicalizaciones. A mediados de los años 90, el sociólogo marxista Emanuel Wallerstein sugirió un agotamiento de este sistema-mundo capitalista, pronosticó un desafío insuperable para las potencias de Occidente por la presión de las migraciones, consecuencia de las contradicciones sociales norte-sur, el manoseo del Medio Oriente y la humillación a culturas a las que se asume como inferiores bajo la agotada y caduca tesis civilizadora.

No hay razones hoy para el optimismo. Hay causas objetivas para temer por una guerra global, pero ningún futuro es tan catastrófico como el que hoy padecen los palestinos.

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